Si hay algo que identifica a Juan XXIII es el Concilio Vaticano II y sus consecuencias para la grey católica. Finalizado por Paulo VI, abarcó gran parte de los años sesenta. Uno de los cambios más trascendentes y que más afectó la vida de comunidad fue que permitió el uso de las lenguas vernáculas en los servicios religiosos. Tiempo antes, Ariel Ramírez tenía la idea de una composición religiosa, a raíz de una experiencia personal. La Misa criolla (1964) fue una de las primeras misas en un idioma distinto al latín. Indudablemente, el título Misa criolla -composición que reúne elementos de la misa católica con ritmos y formas musicales latinoamericanas- se vincula con la obra del gran pianista santafesino. Sin embargo, hay otras “misas criollas” no argentinas, como la Misa Criolla Venezolana, y vamos a detenernos en dos versiones, una de un compositor ya fallecido, y otra de un contemporáneo. Aunque hay más, aparte de estas.
Humberto Sagredo Araya, por empezar, no era venezolano. Había nacido en Santiago de Chile en 1931, y 33 años más tarde llegó a Venezuela; allí falleció, en Caracas, en 1998. Compositor y director, había sido miembro de la Facultad de Artes Musicales de la Universidad Católica de Chile, y gracias a un contacto de su connacional, el investigador Mariano Díaz, fue nombrado director del Orfeón de la Universidad de Oriente. Durante ese período compuso su Misa criolla venezolana, estrenada en 1965 y grabada en 1972; un proyecto coral con influencias de la obra homónima de Ariel Ramírez, el primero en su tipo que se hiciera en Venezuela y que, por supuesto, contiene ritmos tan característicos de ese país como es el joropo.
En 1966 la Misa criolla de Sagredo Araya fue presentada en Mérida, y sobre esta ocasión hay una perlita. Se trata de la crítica de la revista Confirmado, dirigida por Jacobo Timerman, de la que reproducimos un fragmento interesante: “El singular éxito hace dos años, en la Argentina, por la Misa Criolla, de Ariel Ramírez, promovió intentos semejantes en otros países latinoamericanos; la versión chilena no es una de las peores, pero tampoco se acerca en calidad a su modelo original. En Caracas el compositor Humberto Sagredo –oriundo de Chile–, parece haber logrado algo mejor, dentro de una línea imitativa. Sagredo orquestó su misa con la heterodoxa combinación de ‘cuatros’ -instrumento típico de Venezuela-, mandolinas, arpa y maracas. Para la grabación de su misa escogió una docena de pescadores -quizás haya tenido en cuenta a los primeros discípulos de Jesús que, no obstante su absoluto analfabetismo, se llevaron muy bien, en el uso de los instrumentos locales”. Sea como fuere, la Misa criolla venezolana de Sagredo Araya no deja de ser una bella obra.
Mientras Ariel Ramírez y Humberto Sagredo Araya manifestaban dolores de parto para que sus misas criollas vieran la luz, en 1961 llegaba a este mundo Pedro Antonio Silva, músico caraqueño formado en composición y dirección coral. Silva es el padre de otra Misa criolla venezolana. Es una preciosa obra para coro mixto, tenor y contralto solista y ensamble de flautas, guitarra, cuatro y percusión. Consta de cinco movimientos, cada cual, por supuesto, con rasgos de los ritmos populares más representativos de Venezuela: el Kyrie es un vals venezolano; el Gloria, un merengue; el Credo, un entreverao; el Sanctus, una fulia oriental con mezcla de tonada llanera; y el Agnus Dei, un bambuco.
Dijimos antes que estos dos ejemplos no son los únicos de misas criollas concebidas en el espíritu de la riquísima música folclórica venezolana: está la Misa del Oriente Venezolano, de Albert Hernández, y una versión del maestro Max Ailley para solistas, coro y orquesta. Si el lector está indeciso sobre cuál escuchar, es lógico: cada una de estas misas criollas es una joya en sí misma, y cada una tiene un pedacito de Venezuela en su centro.
Las dificultades que padece Venezuela desde hace varios años ha hecho que miles de venezolanos emigraran a distintas partes; Argentina es uno de los destinos elegidos. De entre cuatro mil y ocho mil venezolanos viviendo en nuestro país en 2014, hoy la inmigración desde las tierras del Orinoco es un fenómeno insoslayable. Solo en 2017 la cantidad de venezolanos que se afincaron en nuestro suelo superaba los veinticinco mil. Es de esperar que el contacto entre pueblos produzca interesantes frutos en varios planos, y seguramente en la esfera de la cultura. Vaya este modesto homenaje a una bella y cálida tierra que es usina de una impresionante riqueza musical. Viviana Aubele
Misa criolla venezolana de Pedro A. Silva: Kyrie – Gloria – Credo – Santo – Agnus Dei
Semblanza de Humberto Sagredo Araya
Semblanza de Pedro Antonio Silva
Comentarios