Don’t look up (No miren arriba) – Protagonistas: Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Rob Morgan, Meryl Streep, Jonah Hill, Mark Rylance, Ariana Grande, Tyler Perry, Ron Perlman, Timothée Chalamet, Scott Mescudi, Cate Blanchett – Música: Nicholas Britell – Guión y dirección: Adam McKay – Plataforma: Netflix – Duración: 145 minutos.
Hacia fines de diciembre suelen estrenarse películas vinculadas con la temática navideña. Desde Mi pobre angelito (Home alone) hasta Duro de matar (Die Hard), por citar dos casos bien diferentes. Sin embargo, a pesar de la fuerte campaña de publicidad que anticipó su estreno justo para el 24 de diciembre, No miren arriba (Don’t Look Up), dirigida por Adam McKay y producida por Netflix, no tiene ninguna relación con la Navidad.
Se trata de una comedia satírica basada en el cine catástrofe, con un elenco estelar encabezado por Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence. Ellos son dos astrónomos de perfil bajo que un día descubren que un enorme cometa se dirige directamente hacia la Tierra. Los presagios son por demás desalentadores: si no se hace algo urgente para desviarlo, el impacto supondrá la extinción total de la especie humana.
El argumento, como se notará, no tiene nada de original; pero sí lo tiene en cambio su enfoque. No es la primera vez que se hace una comedia sobre un tema catastrófico, y quizás un buen antecedente sea Marte ataca. Así como esta película se vinculaba con La guerra de los mundos, siendo a la vez otra cosa, No miren arriba se relaciona con filmes como Armageddon, Impacto profundo o incluso Melancholia de Lars von Trier, al mismo tiempo que toma distancia. Porque esto no es cine catástrofe ni de acción. Pero tampoco es una caricatura, sino una ácida y feroz crítica social, que se disfraza de humor con el propósito de dejarnos pensando.
La película de Adam McKay está repleta de referencias que nos resultarán familiares. El personaje de Peter Isherwell, CEO de una megaempresa de tecnología, interpretado por Mark Rylance, sintetiza a Eleon Musk, Jeff Bezos y Steve Jobs. Mientras que la siempre brillante Meryl Streep personifica la mediocridad de la política estadounidense mediante una patética versión femenina de Donald Trump, respaldada por el secretario de estado Jason Orlean (Jonah Hill), que remite a un mismo tiempo a Ivanka Trump o Donald Trump Jr.
“Quiero morir plácidamente mientras duermo, como mi abuelo.
Y no gritando de terror, como sus pasajeros”.
(Jack Handley)
A la ambición ciega de los empresarios capitalistas y los políticos que únicamente son capaces de pensar en función de los votos, se suma la necedad generalizada, potenciada por la superficialidad del entertainment business desinformativo y la arquitectura viral de las redes sociales. Pero detrás de la comedia y la fantasía, la película tiene un trasfondo dramático y realista. Cada chiste que se hace, con los personajes desestimando el peligro del cometa que está a punto de destruir el planeta y extinguir toda forma de vida, mientras se comentan cuestiones triviales, es un cachetazo que nos recuerda lo que vemos todos los días con quienes desestiman los peligros de la pandemia, el calentamiento global o un resurgimiento de los sistemas totalitarios, confundiendo información con memes, fake news con datos fehacientes o fuentes confiables con Telegram o un talk show televisivo.
Mientras las revistas titulan que se acerca el fin del mundo y se preocupan por saber si así y todo se programará la final del Superbowl, la grieta política se traslada a un enfrentamiento entre quienes adoptan el lema “miren arriba” y los que se embanderan con el lema contrario: “no miren arriba”. Hasta que en determinado momento será inevitable: alcanza con mirar el cielo para ver la realidad del cometa acercándose. Solo que tal vez ya sea para entonces demasiado tarde. Tengamos sexo, que se acaba el mundo. O reconciliémonos con aquellos de quienes nos hemos distanciado, mientras tengamos tiempo. Carpe diem.
Escribía hace algunos años Florencio Escardó, bajo el seudónimo de Piolín de Macramé, que era falsa la idea de que el mundo se fuese a terminar con una gran explosión atómica. “El fin del mundo ya ha comenzado”, aseguraba. “Se va cumpliendo poco a poco… El mundo se va a acabar de a poquito, y hay que reconocer las primeras liquidaciones”. Parafraseando a Piolín, podemos decir que uno de los primeros liquidados ha sido el sentido común.
Por eso duele ver en la pantalla a la gente gritando que no miren hacia arriba, porque el cometa no existe, aunque alcanza con levantar la mirada para ver a simple vista cómo se acerca, o que lo que quiere la comunidad científica es quitarles a los ciudadanos la libertad de pensar por sí mismos. Duele porque nos estábamos riendo, hasta que nos dimos cuenta de que entre la fantasía y la realidad que nos toca vivir hay menos distancia de lo que nos había parecido en un principio. Puede que no haya ningún cometa aproximándose a la Tierra, pero de todos modos la extinción ya ha comenzado.
“Si lo piensan, realmente lo teníamos todo”, dice uno de los personajes, casi como un epílogo, poco antes del final. La película todavía no terminó y todavía habrá tiempo para algunas humoradas más. Pero esa línea marca el verdadero epílogo. El personaje lo dice en pasado; nosotros todavía podemos decirlo en tiempo presente. Si nos decidimos a rebelarnos y mirar hacia arriba, claro. Germán A. Serain
P.S.: Para quien vea la película en Netflix, sugiero evitar el doblaje en “porteño”. Es algo realmente espantoso, además de ridículo: la acción no tiene lugar en Buenos Aires, único caso en el cual serían aceptables semejantes acentos.
Comentarios