Sus padres la llamaron Teresa en honor a una prima de su madre, María Teresa, que fue la esposa del Libertador Simón Bolívar, fallecida prematuramente. Cuando Teresa tenía nueve años, el presidente Abraham Lincoln la invitó a la Casa Blanca para que diera un concierto privado de piano. Volvería allí cinco décadas después a tocar para Woodrow Wilson. En Europa conoció a Brahms, Gounod, Rossini, Ravel y Debussy; y Franz Liszt quedó encantado con ella. Además de condiciones de pianista, Teresa Carreño (1853-1917) tenía aptitud para el canto lírico. Se casó cuatro veces, una de estas con el pianista y compositor Eugen D’Albert. Murió lejos de Venezuela, su patria, pero sus restos fueron llevados a su tierra, y reposan en el Panteón Nacional.
Teresa era venezolana, y siempre se sintió venezolana. Pero pasó más de la mitad de su vida fuera de su país. Su padre Manuel, que fue quien le dio sus primeras clases de piano, consideró que los conflictos internos que padecía Venezuela no garantizaban estabilidad alguna para su familia, por lo que los Carreño emigraron a Estados Unidos. Teresa tuvo su primera presentación en el país del norte a los 8 años. Allí conoció a quien sería luego su maestro en los Estados Unidos, el compositor y pianista Louis Moreau Gottschalk, oriundo de New Orleáns. Ambos tenían de uno u otro modo raíces en el Nuevo Mundo: la madre de Gottschalk era de los criollos franceses de Louisiana. El maestro murió joven, y ella lo recordó siempre con mucho cariño; en su repertorio ella solía incluir piezas del maestro. Una de sus primeras composiciones fue el Gottschalk Waltz.
Luego Teresa partió con su familia para Europa. Allí la conocieron figuras de la talla de Franz Liszt, que quedó maravillado con el talento de la joven, y Gioachino Rossini, gracias a quien Teresa descubrió otra de sus facetas artísticas: el canto lírico. En efecto, su debut como cantante fue impensado, ya que debió salir a actuar el rol de la reina de Navarra en Los Hugonotes, de Giacomo Meyerbeer, porque la soprano original se había enfermado. También fue impensado su salto como directora: en 1887 tuvo que tomar el toro por las astas y dirigir la orquesta en la función de La sonámbula, de Bellini, ante la ausencia del director original. También en esa ocasión Teresa demostró su calibre artístico.
Como artista total que era, también componía. Teresa compuso más de setenta obras para piano, para piano y voz, para coro y orquesta, música de cámara, merengues, valses. Venezuela siempre estuvo en su cabeza: el Himno a Bolívar y el Himno al ilustre americano (en honor al presidente Antonio Guzmán Blanco) son de su cosecha, al igual que Kleiner Waltz – Mi Teresita, dedicado a su hija. En Caracas hay un complejo teatral inaugurado en 1983 que lleva su nombre; es la sede del Ballet Teresa Carreño (hasta 2002 dirigido por el célebre coreógrafo Vicente Nebrada), de la Orquesta Sinfónica de Venezuela y del Coro de Ópera Teresa Carreño.
America latina ha dado a la música clásica figuras enormes: Carlos Guastavino y Alberto Ginastera en Argentina, Heitor Villa-Lobos en Brasil, Jorge Urrutia en Chile, Carlos Chávez en México. Y la tierra del Alma llanera dio una mujer, genio precoz, de mirada fresca y perfil griego, admirada por gigantes de la música. Quizás sea por eso que, en un esclarecedor artículo para la publicación académica Revista de Investigación, el compositor y musicólogo venezolano Juan Francisco Sans lamenta que no se le haya hecho total justicia a Teresa y que se haya casi pasado por alto su veta de compositora. Sans afirma que “pocos venezolanos están realmente conscientes de la importancia que ha tenido Teresa Carreño en la historia general de la música (…) Teresa Carreño fue una artista realmente excepcional (…)”. Y agrega además que “el repertorio de Teresa Carreño es prácticamente desconocido por el público actual.
Las piezas que hoy se conservan de esta autora no se ejecutan regularmente en los programas de concierto y se graban como rarezas en discos monográficos o dedicados a compositoras. Tampoco han sido reeditadas sino muy esporádica y parcialmente, y por ende no forman parte de los programas de estudio obligatorio de las academias de música pese a su innegable calidad artística. Nadie es profeta en su tierra, decía Jesucristo, y Teresa Carreño, la “valquiria del piano” como se la llegó a conocer, espera que la doliente tierra donde reposan sus restos le dé el reconocimiento que ella se merece. Viviana Aubele
Teresa Carreño en BBC.com
Biografía documental Teresa Carreño
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