TOSCA, intervención non-sancta en disputa

Alagna, Pasolini, Villalobos, desnudos y renuncias, demasiadas manos para un mismo plato

Hace aproximadamente un año, el Teatro Real de la Moneda de Bruselas esperaba la reapertura de la sala con mucha expectativa, no solo porque la obra elegida para semejante ocasión era nada menos que Tosca. Además, el sitio web de la sala prevenía al público sobre lo explícito de la puesta de Rafael Villalobos y la posibilidad de que esta hiriera sensibilidades. Ese mismo montaje está previsto para la temporada 2023 en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, pero sin la presencia del tenor franco-italiano Roberto Alagna, ni la de su esposa, Aleksandra Kurzak, en los papeles protagónicos. Ellos serán reemplazados por Maria Agresta y Michael Fabiano.

De manera muy escueta, el Liceu atribuyó las renuncias de Alagna y Kurzak a que los cantantes se sentían “incapaces de encarnar sus respectivos roles”. Por su parte, Alagna adujo cuestiones de muy mal gusto. En un reportaje de La Nación en ocasión de su visita reciente a la Argentina, Alagna fue muy crítico respecto de la preeminencia y hasta autoritarismo de los directores de escena por sobre el resto, y que esta puesta introduce cuestiones que poco tienen que ver con el espíritu que Puccini quiso darle a su obra. No obstante, hubo quienes sugieren que la verdadera causa de la renuncia de Alagna es la superposición de los ensayos de Tosca con los de un musical que el tenor protagonizará en el Folies Bergère sobre el mafioso Al Capone.

El director de escena de Tosca, Rafael Villalobos, tomó como referencia la polémica y muy censurada Saló o los 120 días de Sodoma, del poeta, escritor y cineasta italiano Pier Paolo Pasolini, cuyo centenario de nacimiento se cumple este año; película que, dicho sea de paso, fue estrenada post mortem (recordemos que Pasolini fue asesinado en 1975) y sobre la que Alagna expresó su disgusto, al punto tal de arrojar la cinta a la basura. Tal su reacción. La puesta de Villalobos pretende poner en un plano paralelo la vida de Pasolini y la historia de Floria y Cavaradossi. No es la primera vez, por cierto, que a un clásico operístico se le da un giro polémico, divergente y hasta revulsivo.

Alagna y Kurzak hicieron uso de su derecho de dar marcha atrás a su compromiso, y Villalobos hará uso de su derecho de darle a Tosca su propia mirada. Caben acá algunos interrogantes: ¿Cuál es el límite del mal gusto? ¿Cuál es la delgada línea que separa lo bueno de lo malo, lo correcto de lo incorrecto, lo moral de lo inmoral? ¿Hasta dónde es válido tomar un clásico y hacer lo que nos venga en gana con este?

La puesta de Villalobos en Bruselas ya ha generado revuelo y, por lo que se ve en el video del reportaje al director de escena, es fuerte y rayana en lo prohibido: desnudos no solo en las representaciones plásticas (eso sería lo de menos) sino de los mismos actores, escenas que apuntan al sadomasoquismo, y la inclusión de un personaje de la vida real cuyos tiempos y contexto fueron muy distintos a aquellos en que Puccini concibió Tosca.

Otorgando el beneficio de la duda, si Villalobos quería dejar un mensaje, ¿no hubiese correspondido idear una nueva ópera? ¿Por qué, al decir de una conocida vedette devenida en actriz shakesperiana, “colgarse” del prestigio de un Puccini cuyos tiempos poco tienen que ver con los de Pasolini, o con los tiempos actuales? El año pasado Nelson Coccalotto llevó al Teatro El Círculo de Rosario una puesta de Tosca ambientada en Mar del Plata en los comienzos del Proceso Militar de 1976 y con un Angelotti metamorfoseado en montonero. Floria y Mario deben huir gracias a un salvoconducto… por Santa Clara del Mar. Si la idea era denunciar los abusos de poder del último gobierno militar, ¿no hubiese sido más oportuno poner “la carne al asador” y engendrar una nueva obra, en vez de “colgarse” del indiscutible éxito de Tosca a lo largo de muchas décadas y ofrecer una versión confusa?

Una cosa es adaptar una obra literaria y convertirla en ópera, como fue el caso de La dama de las camelias y La Traviata, o en ballet, como la magnífica adaptación de Boquitas pintadas de Manuel Puig que puede verse en el Teatro San Martín. Otra cosa muy diferente es adulterar el espíritu original de una obra y desenfocarla de su tiempo y su contexto para satisfacer quizás egos propios.

En su libro El bel canto en la Argentina, José María Cantilo manifiesta que “…acerca de la primacía de la música o del teatro en el género operístico, lo más sabio es asignar igual relevancia a ambas categorías”. Y agrega que “en su contexto (el de la ópera) es siempre posible innovar, más nunca se podrá improvisar ni incurrir en desviaciones”. La puesta de Tosca por Villalobos parece dar que hablar más por cuestiones que exceden a la ópera que por la ópera en sí, y parece ser un cheque en blanco para una agenda propia de un director de escena no falto de talento pero quizá de criterio. Viviana Aubele

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Sitio Web de Rafael Villalobos
Rafael Villalobos en Ópera Actual

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