Stabat mater – Bailarines: Alejandro Alonso, Mauro Sebastián Cacciatore, Matías González Gava, Damian Roezgas, Andrés Rosso, Sofía Sciaratta y Joaquín Toloza – Cantantes: Cecilia Arroyo, Damián Ramírez – Músicos: Roberto Rutkauskas, Malena Sánchez Napal, Lorena Torales, Marina Torres – Vestuario: Melisa Guerrero – Dirección musical: Andrés Gerszenzon – Coreografía y Dirección General: Damián Malvacio
Stabat mater, o “Estaba la madre dolorosa…” comienza el texto del siglo XIII que se atribuye a Inocencio III y al que tantísimos compositores le han puesto música. Sin embargo, la versión de Giovanni Battista Pergolesi, una de las más célebres, potencia con la música el sentimiento sublime de una madre por su hijo, sufriente, en cualquier circunstancia y a través de los siglos.
Nada hay más sagrado, respetable y superlativo que ese amor filial de una mujer que es capaz de llegar a límites indecibles en una relación que todo lo trasciende. En la visión de Damián Malvacio, esa expresión llega al alma del espectador, lo sacude, lo emociona, con una estética notable traducida en cuerpos semidesnudos y energía pletórica de amor por doquier.
La escena inicial de Stabat Mater, donde ella lava cuanta molestia y pecado pueda habitar el cuerpo de su hijo, es tan impactante que es difícil predecir que se llegará a la ritualidad más brutal, donde cada uno podrá percibir y profundizar en su propio cuerpo y alma, buscando una verdad esquiva y atravesando mentiras subyugantes.
La única mujer, la madre en cuestión, realiza un trabajo colosal de danza y actuación en completa entrega al personaje. Sofía Sciaratta siente, padece, vibra, emana una dolencia indescriptible y un enérgico estoicismo. El resto del elenco no le va en zaga. Hay una sustanciación maravillosa de todos en el relato, también pletórico de sensualidad. La elocuencia danzada por cuerpos que todo lo dicen, sin palabra alguna, es mucho más impactante.
Un cuarteto integrado por dos violines, una viola y un órgano interpreta expresivamente la intención musical que cantan Damián Ramírez, estupendo contratenor, y Cecilia Arroyo, delicada soprano, individualmente o en deleitables duos, formando también parte de las imágenes.
La coreografía pergeñada por el mismo director contrasta magníficamente con el clasicismo de Pergolesi, generando un curioso atractivo. Malvacio ha cuidado cada detalle, sutilmente, como un gran cuadro impresionista de cuerpos nacarados que cobra vida en la escena, emocionando con fuerza, desde el más fogoso allegro hasta el adagio más encantador. Martin Wullich
Se dio hasta fin de octubre 2013
Centro Cultural Ricardo Rojas
Av. Corrientes 2038 – Cap.
(011) 4954-5521
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