La monja judía – Actúan: Ana María Cores y Gustavo Rey – Vestuario y Escenografía: Sabrina López Hovhannessian – Iluminación: Manuel Mazza – Musicalización: Sergio Klanfer – Autoría: Lázaro Droznes – Dirección: Eduardo Lamoglia
La monja judía invita a dos clases de espectadores: quienes conocen la historia y quienes recién se asoman a ella. Su título contradictorio abre un interrogante. La puesta en escena tiene solo dos personajes y millones de seres humanos sobre sus espaldas. El reencuentro de un militar nazi con una monja habla de dos elecciones de vida, de dos destinos que se bifurcaron con el telón de fondo de un amor de juventud no correspondido, entre la elección política de él y la opción religiosa de ella. Más allá del desencuentro predominan las ambiciones y las frustraciones que ambos encontraron en la búsqueda personal y social.
La representación dramática tiene lugar en el convento de las Carmelitas Descalzas de Polonia, congregación en la que
Edith Stein (1891-1942), judía, se convirtió en la monja Teresa Benedicta de la Cruz. La austeridad de los decorados en ruinas, bancos de madera, un reclinatorio y un Cristo marcan muy bien el lugar. Una luz cenital la alumbra con su hábito y su cofia. Sobre el inmaculado blanco de su tocado está prendida una Estrella de David amarilla con la palabra
jude, exigida por los nazis para discriminar a los judíos. En esa aparición, con su rostro pacífico, los brazos dentro de su hábito, encarna una escena de meditación que es quebrada por la presencia estrepitosa de un nazi. El clima de paz deviene agresión, con declamaciones ideológicas nazis y respuestas de fe inquebrantable. Ella responde con convicción inclaudicable por su fe a Cristo y a Dios. En ese careo aflora el amor que tuvieron y fue rechazado, una historia pasada dicha en voz alta que oscila entre el ayer romántico y la incompatibilidad de sus realidades.
El prepotente militar ha ido para salvarla de
Auschwitz. Le propone ser autora de una nueva religión para dominar al mundo, adulando su sabiduría de filósofa y escritora. Intenta forzarla a hacer el amor pero ella ha encontrado la felicidad en su conversión. Con el ofrecimiento de un salvoconducto no se resigna a perderla; y profiere argumentos execrables de odio a los judíos y a la Iglesia. En estos mundos, que oscilan entre la dictadura y el libre albedrío, la palabra Auschwitz es repetida como sinónimo de eliminación de seres desagradables. De hecho pasa a ser una realidad cuando la monja judía muere en la cámara de gas. Metafóricamente esta obra es tan actual que estremece, ya que en la historia de la humanidad nunca se mató más gente en nombre de Dios.
El papel de monja, representado por Ana María Cores, está muy logrado, aunque a veces su voz se pierda casi como un rezo. El rol de nazi, interpretado por Gustavo Rey, marca una presencia fuerte por su cuerpo y altura, a la que debería imprimir más autoridad. La monja judía, escrita por Lázaro Droznes, es una denuncia contra la discriminación, el racismo y la xenofobia. La precisa dirección de Eduardo Lamoglia abunda en marcaciones expresivas y silencios cargados de convicciones. Martha Wolff
Viernes a las 22
Teatro El tinglado
Mario Bravo 948 – CABA
(011) 4863-1188
Entradas por Alternativa
Edith Stein, libro de Irene Chikiar Bauer
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