El 8 de junio de 1949 George Orwell publicaba su última obra: 1984. Moriría unos meses más tarde. Orwell, de extracción socialista, vio con mucha claridad lo nocivo de cualquier totalitarismo. Si bien la invectiva era principalmente hacia la dictadura de Josef Stalin en la Unión Soviética, el principio subyacente en la novela es que cualquier totalitarismo, venga de donde venga, es totalmente contrario a la esencia misma del ser humano.
George Orwell conoció de primera mano la pobreza: su novela Down and Out in Paris and London da cuenta de su vida como casi indigente en esas ciudades; en The Road to Wigan Pier da un informe de las condiciones de pobreza extrema de los mineros del norte de Inglaterra. Pero también se dio cuenta de que por más nobles que fueran sus convicciones políticas, no necesariamente estas iban a ser correspondidas de igual a igual: fue a España a pelear a favor de los republicanos, pero tuvo que volverse cuando una bala casi lo mata. Parece que el disparo vino de parte de gente del mismo Stalin.
A la muerte de Orwell, el periódico The Times publicó un obituario en estos términos: “George Orwell (…) fue fiel a sus convicciones. Gran parte de sus primeras obras son una transcripción de sus experiencias personales, mientras que los volúmenes posteriores registran, de manera expositiva o alegórica, las fases progresivas hacia su desilusión con los ideales sociales y políticos actuales”. Orwell murió joven, antes de cumplir 47 años, pero el legado que dejó es imposible de pasar por alto.
Aunque no ha sido incluido en el Diccionario de la Real Academia, el término “orwelliano” se utiliza para designar, por ejemplo, a todo aquello que cercena las libertades individuales. También han quedado en la mente colectiva conceptos como “nuevalengua” en cuanto a la manipulación de la lengua con fines de dominación, o la “policía del pensamiento”. En un plano más frívolo, en 1999 se empezó a emitir en los Países Bajos Big Brother, el reality show cuyo formato llegó a nuestro país en 2001.
De 1984 se han hecho algunas adaptaciones. En 1953, tres años después de la muerte de Orwell, salió al aire un episodio para la serie estadounidense Westinghouse Studio One; se llamó 1984. Fue la primera adaptación de la novela, y el papel del villano O’Brien fue para Lorne Green, el protagonista de Bonanza. Un año después se realizó una adaptación para televisión para la BBC de Londres, con Peter Cushing como Winston Smith; la versión horrorizó a la audiencia por la descripción del régimen totalitario, y en especial por la escena de la “Habitación 101” y la tortura con ratas que Winston tanto temía. En 1956 se produjo una película en blanco y negro con Edmond O’Brien -casualmente, el apellido del villano de la novela, que en esta adaptación pasó a llamarse O’Connor- como Winston; también participó Donald Pleasance como Parsons. Pleasance había hecho el papel de Syme en la versión de la BBC antes mencionada.
Como no podía ser menos, el año 1984 fue el año de 1984. Y esta vez se trató de una estupenda versión bastante más fiel a la novela original en cuanto a la trama y a la crudeza, más creíble. Contó con John Hurt como Winston, Suzanna Hamilton en el rol de Julia, y Richard Burton como O’Brien. Fue la última película en la que Burton participó, pues falleció ese mismo año.
En 2005 se estrenó en el Royal Opera House de Londres una adaptación para ópera del director estadounidense Lorin Maazel; fue la primera ópera de su autoría. Y en 2013 se estrenó una adaptación para teatro, dirigida por Robert Icke. Por último, mencionaremos que también hay una versión para ballet, producida por el Northern Ballet de Leeds (Inglaterra). Es decir, Orwell para todos los gustos.
¿Por qué 1984 es tan actual? ¿A qué se debe su vigencia? La claridad con la que George Orwell vislumbró cuestiones que acaso estén sucediendo ante nuestras narices es pasmosa. La manipulación del idioma es una de estas: Orwell dedicó todo un apéndice en la novela para describir los principios y la razón de ser del Newspeak o “nuevalengua”, que debía abolir al inglés. Mencionamos más arriba el reality show donde un grupo de participantes comparten sus vidas en una misma casa con cámaras por todas partes. Pero esto es una minucia comparada con el hecho de que las redes sociales no hacen más que exponer detalles de nuestra vida privada que a nadie le debería importar. Claro está que somos cómplices de eso, en muchas ocasiones. Pero con o sin consentimiento, constituye una lamentable intromisión a la privacidad de cada uno.
Y para ir cerrando, 1984 es mucho más vigente hoy, en tiempos pandémicos, donde salir a la calle para dar un simple paseo puede devenir en un inconveniente mayor. ¿Habrá vislumbrado Orwell este 2020 tan extraño? Viviana Aubele
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