Eric Blair tenía veintitantos años cuando se vio en París, a fines de los años ’20, sin otra opción que la de trabajar como lavaplatos para ganarse la vida. Luego lo conoceríamos con el seudónimo de George Orwell, un lúcido ensayista y visionario que supo retratar el futuro al que nos dirigíamos como humanidad. Lo hizo a través de Rebelión en la granja (1945) y 1984 (1949), una de sus obras más famosas, pero en Sin un peso en París y Londres, su temprana novela autobiográfica -publicada en 1933- ya contiene el sello del narrador honesto que busca escribir para entender.
El muchacho que ha estudiado en Eaton hasta los 18 años se sumerge en los barrios bajos de París y se convierte en uno más de la comunidad de inmigrantes que vive al día, trabajando diecisiete horas por día para pagar apenas el techo de la noche, y al día siguiente continuar en ese tren de precariedad. El relato de Orwell es casi de corte periodístico, como quien se mete con una cámara en ambientes ruines y decadentes. Aunque él padece todas las incomodidades de la vida indigente, en habitaciones despojadas de muebles y plagadas de chinches, con escaso acceso a la higiene y lejos del sentimiento de hogar, no se detiene en la queja autocompasiva, sino que refleja la mirada de quien trata de ver a un ser humano agobiado por las circunstancias adversas. Con su amigo Boris, un refugiado ruso con demasiados recuerdos de la guerra y la revolución, comienzan a buscar trabajo en hoteles y restaurantes. Mientras terminan de acondicionar un restaurante donde tendrían un puesto seguro, comienzan a colaborar en un Hotel X.
Orwell es un observador que registra el sinsentido de muchos de los mecanismos imperantes y aceptados como buenos en los negocios y en la sociedad en general.
“La suciedad es inherente a los hoteles y los restaurantes, porque la limpieza de la comida se sacrifica por la puntualidad y la elegancia. El empleado del hotel está demasiado ocupado preparando la comida como para recordar que alguien la tiene que comer.”
El frenesí y las jornadas maratónicas que comprendían el servicio gastronómico son experimentadas como un desafío al que combate con hidalguía, pero no le es ajeno que el trabajo de lavaplatos (plongeur) durante 17 horas lastima el cuerpo y al alma. En ese ambiente conoce a gente peculiar, con historias que son compartidas en esta obra, su primer libro. Algunas son episodios comunes, todos concernientes a esa dimensión de los “sin dinero”, náufragos de una barca indigna, pero muchos personajes están iluminados por dentro, danzando con su condición.
“-…Por lo que vi, cuando le quitas a un hombre su dinero ya no sirve para nada.
–No, no tiene por qué ser así. Si te lo propones, puedes vivir igual seas pobre o rico. Puedes seguir con tus libros y con tus ideas. No tienes más que decirte: ‘Aquí adentro soy libre –se tocó la frente con el dedo-, y todo irá bien”.
Luego de la experiencia en París vuelve a Londres y allí, al posponerse un mes el trabajo de cuidar a un niño minusválido que tenía prometido, se ve obligado a empeñar su ropa de calle y cambiarla por vestimentas usadas de mendigo, para recorrer así las calles durante el día hasta el horario en que los albergues y refugios abren sus puertas para pasar la noche. Nuevamente las experiencias más duras son contadas con una entereza sobria, como quien quiere mostrar el núcleo de esta franja social que es comúnmente despreciada.
“Un mendigo, mirado con realismo, no es más que un hombre de negocios que se gana la vida, igual que cualquier otro negociante: como mejor puede. No vendió su honor más que el resto de la gente moderna; sencillamente, cometió el error de escoger un oficio en el que resulta imposible hacerse rico”.
“El dinero se ha convertido en prueba de la virtud”, esta es una creencia muy arraigada en la cultura británica; Orwell la examina y expone en contraparte, otras virtudes o aspectos normales de los mendigos, compone una suerte de estudio sobre los lindes de la pobreza y en su tono impecable puede atisbarse la ideología que desarrollaría durante toda su vida, basada en experiencias reales y sustentadas por tomas de posiciones radicales.
Sin un peso en París y Londres es el preludio de un ensayista y pensador preclaro que, pese a su corta vida –murió a los 46 años-, legó a futuras generaciones la advertencia sobre el totalitarismo como enemigo crucial de la libertad de pensar y vivir para un ser humano. Silvia Bonetti
Sin un peso en París y Londres
George Orwell
DEBATE / Random House
224 páginas
George Orwell (1903 – 1950), es uno de los escritores más lúcidos del siglo XX. Estudió en Eaton, fue policía en Birmania, lavaplatos en París, librero en Londres, miliciano del POUM, corresponsal de la BBC, editor y periodista. Como autor, vertió toda su experiencia en crónicas, ensayos y novelas de lectura imprescindible. (Ver en Wikipedia)
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