THE DARK DANCE, postales inconexas

La compañía Aeternum Tango en un espectáculo musical largo e impreciso

Intérpretes: Sebastián Acosta, Ricardo Cabrera, Jimena Calarco, Miguel Calvo, Lidia Cardozo, Anabella Chinellato, Adrián Coria, Eliana De Bartolis, Sergio Díaz, Ivens Do Canto Bueno, Pelin Ercan, Héctor Fernández, Sofía Ferré, Natalia Galain, Luis Gioffreda, Sol Gómez, Andrés González, Enrique López, Facundo Machado, Laura Molina, Lucía Ohyama, Marcela Vespasiano – Cantante: Melina Liberati – Coreografías: Sergio Díaz, Sofía Ferré, Andrés González, Facundo Machado, Laura Molina, Mariano Suazo, Silvia Vaccaro – Iluminación: Leonardo Muñoz – Sonido: Javier Herrlein – Vestuario: Lidia Cardozo – Música: Emiliano Greco – Idea y Dirección: Mariano Suazo

En el programa de mano apenas se lee The dark dance, pues las grandes letras góticas son para Aeternum Tango Company -los realizadores-, como si quisieran darle más importancia que al título. El susodicho musical es una considerable mezcla, un bric-à-brac escénico, con aspiraciones de gran espectáculo. Pero prácticamente no hay tango. Tampoco hay mucho dark. Eterno, eso sí.

Hay un par de números de bella estética circense, como Tristezas, a cargo de Lidia Cardozo y Luis Gioffreda. Hay mucho (demasiado) de música sola. Y Melina Liberati canta bien. El vestuario parece lo mejor logrado y ciertas coreografías valen la pena. Pero son postales que no se integran. Se hace largo, y encima tiene intervalo.

Hay bailarines a los que se les nota formación en diferentes categorías, aunque el elenco es desparejo. Sus gestos están más cerca de la comedia que del terror, habida cuenta de sus dientes afilados, ojos enrojecidos y maquillaje más propicio para una fiesta de fantasía. La iluminación desvaría entre luces que encandilan y la oscuridad del título.

No se entiende a donde apunta su creador, Mariano Suazo, con este musical “gótico” –así lo presenta- sin derrotero alguno y que se ve como una sucesión de números inconexos. El sexteto de músicos apunta más al rock metálico que al tango. Y parecerían estar a la espera de alguna señal (¿quizá la flechita del mouse de la computadora que aparece en pantalla?) para iniciar sus temas, algunos a manera de transiciones.

Justamente, entre cada coreografía hay silencios desprolijos y oscuridades interminables. Los bailarines parecen desconocer cuándo entrar o salir del escenario y la luz no termina de apagarse. ¿Está planeado así o es falta de ensayo?

Qué pena que tanta producción –porque la hay- se pierda en aras de un relato que se desmorona, pretendidamente poético y con aires de intelectualidad en los textos que aparecen en pantalla o en largos recitados algo tapados por la música. Allí mismo se mezclan interjecciones al estilo comic y atrayentes dibujos de historieta que, sin embargo, nada aportan o distraen el devenir escénico.

The dark dance tiene intención, pero no llega. Y si se pretende vampiresco, le faltó sangre, además de congruencia y desarrollo. Mucho ruido y pocas nueces. Martin Wullich

Fue el 22 de abril de 2019
Teatro Metropolitan
Av. Corrientes 1343 – Cap.
(011) 5277-0500

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