Un poeta escribe, guiado por su musa inspiradora, en una incesante búsqueda donde desfilan la lealtad, la ternura y la pasión. En el juego de ese triángulo amoroso intenta encontrarse para contar su propia vida. Todo es espectacular desde lo visual aunque, para quien ha visto versiones anteriores de Stravaganza, el sello se repite con los trucos aéreos y algunas plataformas hidráulicas, que no aportan novedades. Es decir, si la expectativa es ver algo distinto, no lo encontrará. Es el talento artístico lo que sostiene al elemental argumento que conecta un cuadro musical con otro.
Felipe Colombo, el bohemio escritor, navega con su pluma para componer su primer tango, nutriéndose de los consejos de la musa inseparable interpretada por Nacha Guevara. Ambos son un espectáculo aparte. El primero, desde lo actoral, sigue el texto correctamente. Ella, con su talento indiscutible, convence y seduce a muchos que caen rendidos ante cada aparición. Atractivo desde el comienzo es el clown interpretado por Román Rodriguez. La composición de su personaje aporta valores y sensibilidad que van directo al corazón del poeta y del espectador.
Entrando en la destreza escénica, la estrella es Eleonora Casano. Muy correcta técnicamente y cuidada en cada detalle, es acompañada por Sebastián Acosta y Leonardo Luizaga, dos bailarines brillantes. En acrobacia se destaca y luce Gisela Bernal, quien se arriesga en las alturas y se planta firmemente en las coreografías donde encabeza son gran sensualidad. En tanto, Patricio Arellano interpreta canciones que destellan los sentimientos narrados con su voz, demostrando un gran crecimiento escénico en los últimos años.
En las coreografías conviven el malambo, el tango, la danza árabe y el circo, con diseños que se repiten y efectos visuales en el puente superior y en vuelo, que distraen lo que muestra el escenario central. Sin embargo, los bailarines son impecables y trasmiten gran energía y pasión. Por sumar grandilocuencia, el espectáculo cae en un cóctel entre imágenes proyectadas con cierta indefinición e inconexos cuadros musicales, confundiendo la idea del protagonista que desea descubrir sus verdaderos sentimientos y su forma de amar. El vestuario no sólo mezcla estilos y épocas sino que además es de un mal gusto pocas veces visto en la idea de su concepción.
La dirección lleva la marca de Flavio Mendoza, con mucha producción y superposición de elementos narrativos, en un trabajo montado con profesionalismo y capacidad. Stravaganza sin reglas para el amor demuestra que hay tantas maneras de amar como personas hay en la vida, sin preconceptos y sin red, claro que con el riesgo de caer en un peligroso vacío. Sergio Boaglio
Jueves a sábados a las 21.30
Domingos a las 21
Teatro Broadway
Av. Corrientes 1155 – Cap.
(011) 4382-2201
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