La Generala – Intérpretes: Alejandro Alonso, Verónica Bozzano, Diego Gómez, Raúl Manzano, Milagros Rolandelli, Romina Simone y Emanuel Zaldua – Vestuario: Emanuel Díaz – Iluminación: Magalí Perel – Música: Nicolás Villamil – Coreografía y Dirección: Damián Malvacio
El afiche de La generala promociona la idea teatral con un cuadro en apariencia antiguo -estilo neo barroco le llaman-, pintado hace tan sólo dos décadas por Odd Nerdrum, artista noruego que presenta figuras desnudas, llamativas en el sufrimiento y en la perversión, donde la muerte y hasta lo escatológico aparecen en lienzos de elegíaca belleza.
Ese equilibrio, o desequilibrio, entre épocas e ideas, entre la realidad y lo onírico, es también el que prima en el universo de Damián Malvacio, pintado de manera coreográfica y transmitiendo ideas e imágenes que se hermanan, aunque más sutilmente, con las expresadas en el lienzo.
La luz apenas puede definir unas figuras alargadas por efecto de un cónico y negro sombrero, que corona el diseño de un vestuario con reminiscencias militares y mucho trasluce de cuerpos forjados en la sensualidad. Los contrastes son constantes y el juego sadomasoquista se percibe claramente.
A la manera de muñecos, los abnegados bailarines oscilan entre danzas extremadamente libres y marcaciones lindantes con lo tribal, al tiempo que enarbolan sus mágicos bonetes y los tocan placenteramente como si de falos se tratara.
En momentos son sometidos por ellas, que aguardan cautas, o liberan al viento sus cabelleras en danzas desaforadas, tocando también, con curiosidad y fruición, hasta peleando por hacerlo. Entonces el juego cambia, ellas lo manejan a su arbitrio, avasallan y dominan. Las atónitas miradas de ellos son elocuentes. Su transpiración también. Su entrega es total, en todo sentido.
El frío expresado en la letra de King Arthur, de Henry Purcell, tiñe el movimiento de bestias sufrientes, ataviadas con arneses. Pero también la suite de Schedrin sobre la ardiente Carmen, de Bizet, frente al torero, le cuadra a la perfección, así como los subyugantes sonidos de graves cuerdas frotadas de Nicolás Villamil completan un recóndito arcano.
La coreografía de Damián Malvacio es curiosa y expresiva, atrayente en temblores pélvicos y de rápidos aunque pequeños movimientos que los pies descalzos ejecutan sobre cuerpos desnudos, o de rodillas que avanzan sobre el mismísimo piso, entreviendo la autoridad de la mujer del título, si es que existe, o sólo forma parte de íntimas fantasías. Martin Wullich
La Generala se dio hasta diciembre 2014
C. C. Ricardo Rojas
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