Por sobre todo hay energía, mucha energía, en contraste con silentes y lánguidos momentos. La violencia y el amor aparecen por doquier en imágenes de apreciable estética, con un buen trabajo de iluminación y un vestuario de equilibrados colores. El trabajo es constante y agotador. Se nota en la transpiración del elenco, 10 bailarines que todo lo entregan, aun con rendimiento dispar. Hay quienes parecen estar absolutamente sustanciados en la idea de la consecuencia del título –como Amalia Gullo y Ramiro Cortez-, esa que es la resultante de actos concientes o subconscientes, a veces inconscientes, y en la que no siempre se repara al entregarse en aras de puros sentimientos. Otros se pierden, simplemente, o no transmiten.
Hay escenas sublimes, marcadas por el subyugante sonido del Dixit Dominus de Georg F. Haendel o la Arcadiana de Thomas Adès, con notable expresión de la sensualidad. El manejo coreográfico brutal con espasmódicos movimientos y particular estética se presenta también con sonidos naturales o chirridos de máquinas, suspiros y gemidos. También hay innecesarios letargos que a nada llevan. Claude Brumachon y Benjamin Lamarche han impuesto su sello en el impacto de los protagonistas con las paredes, el piso, o contra ellos mismos, aunque falta un ajuste en la dirección. El esfuerzo es válido, pero el espectáculo está lejos de lo que el dúo creativo generó en su anterior visita, cuando presentó El testigo, conmocionando al espectador. Martin Wullich
Se dio durante octubre 2012
Teatro El Cubo
Zelaya 3053 – Cap.
(011) 4963-2568
