Doble significado emotivo tiene el cierre del telón del Teatro Colón sobre la imagen del amor trunco de Romeo y Julieta, los arquetípicos amantes de Verona, puesto que estas funciones marcan la despedida de una de las más grandes estrellas de la danza actual: la argentina Paloma Herrera. La expectativa por verla actuar como Julieta nació en 2014, cuando se anunció su participación en la magistral coreografía de Kenneth MacMillan. No pudo ser (nunca se dio una explicación oficial al respecto), y la revancha vino este año, de la mano de la coreografía de Maximiliano Guerra (actual director del Ballet Estable), estrenada en 2009 por el Ballet del Teatro Argentino de La Plata.
Profundizar hoy en el análisis de las dotes técnicas de Paloma Herrera se torna redundante. Baste decir que la aún joven bailarina planeó su retiro de la danza estando en óptimas condiciones físicas y artísticas, con la felicidad de dar lo mejor hasta último momento . La autenticidad de su entrega se trasluce no sólo en cada movimiento, sino también en cada expresión de su rostro, y el secreto de su magia radica en esa convicción. Nada debe envidiarle a las más célebres intérpretes del papel: niña inocente, joven enamorada, mujer con el suficiente temple como para poner fin a su vida por amor, todas estas Julietas se conjugaron sorprendentemente en la figura de Paloma, que ofreció una de sus mejores actuaciones.
Gonzalo García, bailarín del New York City Ballet, invitado por Paloma para acompañarla en esta despedida, hizo su exitoso debut en nuestro país encarnando a un Romeo juvenil, subyugado de amor por su Julieta, con perfecta línea e ideal labor interpretativa y técnica. Todo ello, sumado al verdadero tour de force que le significó aprender la coreografía en pocos días. Entre los bailarines de la casa, Vagram Ambartsoumian fue un estupendo Teobaldo, con su acostumbrado aplomo escénico. Edgardo Trabalón compuso con gran simpatía y desparpajo a Mercucio, y Norma Molina fue excelente como la nodriza.
El cuerpo de baile (muy bien entrenado en esgrima) puso vitalidad y entusiasmo para remontar el mediano vuelo de la coreografía, enmarcada en una escenografía básica, pero con atrayente vestuario, debido a Eduardo Caldirola. Siempre es agradable ver a bailarines de generaciones anteriores asumiendo comprimarios que requieren de experiencia actoral, gracias a un inteligente otorgamiento de roles. El suizo Emmanuel Siffert condujo a una velocidad inusitada la potente partitura de Prokofiev, lo cual le quitó poesía y respiración a algunos momentos -como la escena del balcón-, a pesar de lo cual la Filarmónica tuvo un buen desempeño. Patricia Casañas
Fue el 11 de octubre de 2015
Teatro Colón
Libertad 651 – Cap.
(011) 4378-7109
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