JESUCRISTO, vibrante presencia

Inspirado texto de Mariano Moro vivificado por Mariano Mazzei

JESUCRISTO - Mariano Mazzei - martinwullich.com
Actúa: Mariano Mazzei – Vestuario y escenografía: Edgardo Aguilar – Iluminación: Claudio Alejandro Del Bianco – Autor y Director: Mariano Moro

Es Jesucristo quien aparece en escena, no cabe duda. La sustanciación del actor Mariano Mazzei con el personaje encarnado va in crescendo hacia el final del exquisito y poético texto de Mariano Moro que nos pinta un ser humano con todas sus falencias y debilidades, dudas y reflexiones, aunque se trate del hijo de Dios.

Es el hombre que viene a cumplir una misión en la Tierra, convencido de muchas cosas y cauto ante muchas otras, que ríe ante determinadas situaciones pero también se encoleriza hasta consigo mismo, que dialoga con el Diablo y no se deja amedrentar. Es pródigo y generoso cuando reparte el pan –en una escena casi mística en que logra que el espectador se deje llevar por esa comunión- y es irónico y directo cuando de ciertos temas se trata. Es Jesucristo, en una particular y válida visión.

Con su simpática forma de enumerar los mandamientos, a todos convence de que son buenísimos. Insiste en su respeto pero pone mucho más el acento en el respeto a los demás. Piensa en todos, fariseos, esenios, zelotes y saduceos.  Ejemplifica con humor la vida misma y rescata a los animales que no harían ciertas cosas que el ser humano hace. Algo retórico en el inicio, en el relato bíblico, la personalidad otorgada por Mazzei va vistiéndose con todo el ropaje de parábolas mientras sus palabras hacen bien al alma.

Reconoce el porqué de las dudas y las preguntas necesarias, pero afirma que lo importante es no escuchar las respuestas para poder seguir preguntando, habla de las semillas que caen en buena tierra, o la diferencia entre hombres y mujeres ante un mismo concepto, el pecado y el perdón, o las siete cosas que el Señor no consiente. Ese mismo ropaje es el que caerá durante su crucifixión, junto con sus hábitos.

Además de la mesa de carpintero sobre la que golpeará con enojo para remarcar sus dichos, la creativa y ascética escenografía transforma el camino sobre las aguas en la cruz que armará el mismo protagonista en el momento final, cuando conmociona profundamente, cuando transmite con intensidad sus sentimientos, cuando nos enfrenta con emotivas verdades, cuando nuestro espíritu rebosa de su amor brindado sin ambages, en aras de un mundo mejor y un sempiterno paraíso. Martin Wullich

Se dio hasta fin 2012
Teatro del Pueblo

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