Escrito en el barro – Actúan: Joaquin Berthold, Daniel Dibiase, Adriana Dicaprio, Heidi Fauth, Jorge Prado, Emiliano Samar – Autoría: Andrés Bazzalo (basado en Otelo, de William Shakespeare) – Iluminación y Dirección: Andrés Bazzalo
No importa quién es Yago, quién es Desdémona, quién es el mismísimo protagonista, en esta criolla versión del Otelo shakespeariano. Tampoco importa mucho si Andrés Bazzalo ha respetado el original, pues el tema central –los celos- estará siempre presente desde que el hombre existe en este planeta, donde el amor y las pasiones se desatan inexplicable e incontroladamente.
Escrito en el barro sucede en el momento de la guerra contra el Paraguay –segunda mitad del siglo XIX- en el seno de un campamento militar. El drama se inicia a partir de los coqueteos de una mujer de clase alta con un oficial -a quien acompaña a la contienda y con quien se ha casado a pesar de la negativa familiar-, un sargento que no ha obtenido su esperado ascenso de grado y también con quien ha recibido un ascenso por el sólo hecho de una relación familiar.
Aparecen en escena las envidias, las intrigas, los flirteos y las ambigüedades, la inocencia de unos y la perspicacia de otros, los juegos de miradas, injusticias e infidelidades, insinuaciones y falsas lealtades, hasta llegar al sangriento final, resultado de los celos infundados. En el pequeño espacio no hay escenografía alguna. Sobre el color negro de paredes, gradas y sillas se destaca el muy logrado vestuario –Stella Iglesias y Susana Sánchez– que pinta la época y la situación. La iluminación del mismo director genera momentos intimistas y brinda los contrastes necesarios para crear diferentes climas, con ayuda de percusión y sonidos a cargo de Hernán Pérez.
El elenco es muy parejo y transmite sensaciones y emotividad en cada uno de sus personajes. Hábilmente dirigidos y con movimientos muy bien marcados por Bazzalo, algunos -como Jorge Prado– van creciendo durante el transcurso de la representación. Otros, como Heidi Fauth y Daniel Dibiase, traen su carga a cuestas desde el inicio. Es destacable la lucha de éste último con Joaquín Berthold, en una escena de notable estética y plástica.
Vale la pena llegar un rato antes del inicio de la obra, tomarse un cafecito y recorrer la planta baja de este mágico lugar de Palermo, atendido personalmente por su anfitriona, la encantadora Queli Berthold, cuyas pinturas cuelgan de las paredes del teatral atelier. Martin Wullich
Se dio hasta junio 2009
Espacio Teatral El Grito
Costa Rica 5439 – Cap.
Presentación en territorio wichi publicada en La Nación
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