INTELIGENCIAS ARTIFICIALES, adiós a lo real

El arte asistido con programas basados en estas tecnologías plantea desafíos e interrogantes

Suena una guitarra, a la que de inmediato se suman un bombo, un contrabajo y un piano; juntos, estos instrumentos tejen la introducción a lo que vendrá enseguida. Luego de un par de vueltas, se escucha la voz aterciopelada, inconfundible, inimitable, de Frank Sinatra, cantando las primeras estrofas, en un castellano perfecto, de Zamba de mi esperanza. ¿La escena le parece acaso demasiado inverosímil? Sepa el lector que definitivamente no lo es tanto.

Hace unas semanas, como un impensado corolario del éxito que tuvo El amor después del amor, la serie basada en la vida de Fito Páez producida por Netflix, circuló un audio con una curiosa versión inédita de Cable a tierra, cantada por Charly García. El detalle es que la referida versión jamás existió en el mundo real. Se trató simplemente (¿simplemente?) de algo generado con ayuda de un programa basado en Inteligencia Artificial, que tomó la canción original grabada por Páez y la modificó, cambiando su voz por una similar a la de García realizada de manera digital.

INTELIGENCIAS ARTIFICIALES, adiós a lo real

Por supuesto, una vez dicho esto, quien escucha con atención percibe todavía el artilugio. Algunos hilos de la trama resultan todavía evidentes; el prodigio, que parecía tener vida propia, se revela manejado por un titiritero. Pero las Inteligencias Artificiales (IA) son todavía un invento muy reciente. Estamos apenas transitando el año 2 d.p. (después de la pandemia), y las tecnologías de IA que hoy tenemos serían algo así como un viejo televisor valvular en blanco y negro comparado con una pantalla OLED de 42 pulgadas y con sonido 5.1. Con la diferencia de que no será necesario esperar tanto para ver una semejante evolución. Desde que Gordon Moore, cofundador de Intel, dictó en 1965 la ley que lleva su nombre, según la cual el número de transistores en un circuito integrado se duplica (junto con su capacidad de cálculo) cada dos años, los tiempos no han hecho más que seguir acelerando.

Hay que decir, sin embargo, que hoy de pronto todos nos encontramos hablando de las inteligencias artificiales, lo cual no significa que tengamos en claro cuál es su naturaleza. O su artificio, para decirlo con mayor propiedad. Las IA son programas informáticos, que tienen la particularidad de poder realizar procesos de cómputo de enorme complejidad y con cierto grado de autonomía, más allá de la intervención de un programador humano. Esta definición general, de orden técnico, podría complementarse con la que sigue: las IA son poderosos simuladores de procesos que hasta hace muy poco estaban reservados al terreno de lo humano.

Pongamos el ejemplo del famoso ChatGPT: no es un oráculo, ni lo sabe todo, ni se trata de una inteligencia en modo alguno. Pero es un dispositivo capaz de imitar el lenguaje humano. Y los humanos, que somos presa fácil de las ilusiones, llegamos a creer que podemos conversar con él. Por alguna razón, desde una antigüedad bastante remota los autómatas nos fascinan: máquinas con aspecto humano, creadas por personas que de este modo juegan a ser dioses. Desde la leyenda del Golem a la historia de Frankenstein; desde Karel Čapek y su obra RUR (Robots universales de Rossum) de 1920 a HAL 9000 de Arthur C. Clarke (2001 Odisea del espacio) y la gran pregunta de Philip K. Dick que inspiró Blade Runner: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Cuando el monstruo no tiene forma humana, tiende a comportarse como humano.

Pero limitemos estas líneas a observar algunos de los simulacros que las inteligencias artificiales permiten promover en el terreno de lo que se escucha. Ya existen emisoras de radio realizadas íntegramente mediante IA: no sólo la musicalización y la puesta en el aire, sino también las voces que se escuchan en los anuncios, diciendo la hora o dando las noticias. En el terreno del cine, nuevos software basados en IA permiten tomar la voz de un actor y generar a partir de ella doblajes al idioma que sea, poniendo fin al dilema de ver películas subtituladas o dobladas con voces diferentes de las elegidas por el director. Una IA podrá tomar la voz de Brad Pitt, para permitir que lo escuchemos hablando en español, francés o alemán, mientras otro programa modificará su imagen para producir un lip sync perfecto.

Todo lo sólido se desvanece en el aire

La sentencia de Marx, retomada por el filósofo polaco Zygmunt Bauman, tiene una particular relevancia en el terreno de la música. La desaparición de lo corpóreo no es un fenómeno nuevo: la invención del gramófono, en el último cuarto del siglo XIX, permitió escuchar las voces de personas ausentes, incluso después de fallecidas. También el cinematógrafo nos permitió, poco después, entrar en contacto con esos fantasmas.

Pero hay una diferencia esencial que pone una distancia entre la reproducción en tiempo presente de algo que fue registrado en otro lugar o momento, y la virtualización de algo que jamás ha existido. En ambos casos percibimos cosas parecidas. Resulta difícil distinguir entre un caso y el otro. Pero en uno hacemos un viaje imaginario en el tiempo y el espacio, y en el otro nos enfrentamos a una completa ilusión.

En el mundo de la música, ingenios como el autotune nos hacen escuchar cosas que no suceden: ese cantante que nos parece tan afinado, en realidad no sabe cantar, pero una máscara tecnológica lo disimula. Entonces, ¿realmente escuchamos cantar al supuesto artista o estamos escuchando otra cosa? Pero las grabaciones también se retocan. Y cuando escuchamos una voz amplificada, en realidad lo que llega a nuestros oídos también es el resultado de un proceso acusmático. Pero los límites se corren cada vez más. 

En otra ocasión escribimos unas líneas acerca de la tendencia que lleva a montar espectáculos en los cuales el público asiste a una puesta en escena en la que, a través de diferentes medios tecnológicos, los artistas son simulados sobre el escenario. También hemos hablado del uso de las IA para generar músicas de manera automática, incluso al nivel de una biblioteca  sonora infinita. Seguramente Jorge Luis Borges hubiese estado entre fascinado y espantado con la idea.

Se ha hablado de muchas cosas a partir del potencial de las Inteligencias Artificiales. De la posibilidad de componer canciones al estilo de Los Beatles, por ejemplo. Los resultados en este sentido han sido frustrantes: las IA no tienen (¿todavía?) nada que se parezca a un talento creativo propio. Sin embargo, Paul McCartney ha anunciado el lanzamiento de una nueva canción del grupo, que se obtendrá limpiando mediante IA el registro de una vieja cinta con la voz de Lennon y sumando aportes de los integrantes sobrevivientes del grupo. Algo similar a lo que se hizo con las canciones Free as a BirdReal Love, lanzadas en 1995 y 1996.

Es que en la misma cinta original que guardaba esas dos canciones con la voz de Lennon, también había una tercera, titulada Now and Then, que en aquel momento no pudo usarse por el alto nivel de ruido de fondo que presentaba. Un ruido que resultaba imposible limpiar mediante métodos tradicionales, pero que una IA puede eliminar en minutos. Además, la voz misma podrá restaurarse, para que suene como si hubiese sido grabada en un estudio.

En este punto hay que decir que la irrupción de las Inteligencias Artificiales abre grandes posibilidades, pero también plantea interrogantes. Porque una cosa es restaurar una grabación vieja de mala calidad limpiando ruidos indeseados, y otra diferente es transformar lo grabado mediante un procesamiento. El problema está en  la dificultad de pautar los límites: ecualizar un audio es un modo de procesar sonido, como lo es también un trabajo de masterización, y difícilmente alguien vaya a señalar en esto algo malo. En la otra punta, recursos como el autotune, no por ser de uso común dejan de hacernos sentir que nos colocan ante un fraude. ¿Hasta qué punto podrá decirse que una voz grabada, reparada por IA, siga siendo en verdad la de John Lennon o la del artista que sea? ¿O se tratará solamente de un simulacro?

Hoy en las redes sociales pueden hallarse numerosas experiencias, de usuarios comunes y corrientes de IA, que logran por ejemplo que el disco más reciente de Charly García se escuche como si hubiese sido grabado con su voz todavía sana de la década de los ’80. O que Freddie Mercury cante canciones que en la realidad jamás cantó. Por supuesto, son experiencias todavía fallidas, realizadas con recursos domésticos. Pero es de suponer que en muy poco tiempo todas las imperfecciones que hoy son evidentes desaparecerán, y el simulacro sonará perfecto. ¿Qué pasará entonces con la esencia misma del arte?

Las Inteligencias Artificiales son capaces de generar simulacros cada vez más perfectos. Como contrapartida, la inteligencia humana tal vez no sea capaz de reconocer la diferencia entre lo real y lo simulado durante mucho tiempo más, si es que ya no se ha perdido esta capacidad en el camino sin que nos hayamos dado cuenta. En eso se resume el actual dilema al que nos enfrentan estas novedosas tecnologías. El de la disolución de todo lo real en el aire tentador de lo ficticio.  Germán A. Serain

Freddie Mercury AI - I Will Always Love You

Nota del autor: Aclaramos, ante la consulta de un lector de este artículo, que se habla de inteligencias artificiales, en plural, del mismo modo que hablamos de programas informáticos: cada sistema basado en IA posee una lógica específica que le es propia. La IA que sirve para manejar un vehículo semiautónomo es diferente de la IA que comanda un generador de lenguaje o de la IA que diagnostica enfermedades a partir de imágenes. Existe el concepto de una Inteligencia Artificial Global, que sería la sumatoria de todas las IA a la manera de una gran inteligencia artificial integrada, pero todavía se trata de una mera especulación teórica. Y cabe esperar que continúe siendo solo eso.

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