La última noche de la temporada 2010 ofrecida por el Mozarteum Argentino fue memorable. La interpretación de la Misa en Si menor, BWV 232, de Johann Sebastian Bach, a cargo de la orquesta Bach del Gewandhaus de Leipzig, junto al Thomanerchor -el Coro de Niños de Santo Tomás-, de la misma ciudad, fue excepcional.
La orquesta sonó impecablemente, con instrumentistas que en sus momentos solísticos deslumbraron, tal el caso de la flauta o de los tres trompetistas, otorgando momentos de inigualable brillo. El director Georg Christoph Biller dirigió con notable precisión, creando climas acordes a los tempos indicados.
Maravilloso sentimiento impusieron las voces solistas a cada una de las partes de esta misa, con subyugantes voces, particularmente la del bajo Markus Flaig y la expresiva contralto Britta Schwarz que cantó con hondo sentimiento el Agnus Dei. Sin embargo, las grandes estrellas de la noche fueron los integrantes del Thomanerchor –el Coro de Niños de Santo Tomás-, con ocho siglos de historia, que contó al mismísimo Bach entre sus directores, tan profesionalmente preparados, tan potentes en su emisión, tan cristalinos en sus voces, tan increíblemente afinados, como si cada uno de ellos fuera un solista de fuste, un instrumento perfecto.
El resultado fue el sonido vocal de un conjunto que por momentos parecía un coro de ángeles celestiales, emocionando con la letra y la música emitida a través de sus jóvenes gargantas. Las notas parecían sostenerse para siempre, permaneciendo en el aire de la sala, conmoviendo en un crescendo hacia el Dona nobis pacem final que logró arrancar lágrimas de emoción a los espíritus más sensibles. Martin Wullich
Fue el 2 de noviembre de 2010
Teatro Colón
Libertad 618 – Cap.
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