Stan Laurel y Charles Chaplin vinieron de Inglaterra. Uno había nacido en el norte, en Lancashire; el otro, en Londres. Tanto uno como el otro marcarían historia en el mundo de la comicidad; ambos hicieron cine mudo, usaban bombín, vestían formales aunque a veces un poco desarrapados, irradiaban inocencia y ternura con sus payasadas, parecían torpes. Y hacían reír. Los dos llegaron al Nuevo Mundo en 1912 en el mismo barco que traía, además, a otros miembros de la troupe de Fred Karno, el impresario del music hall y quien popularizó el gag de los tortazos en la cara. Arthur Stanley Jefferson fue durante un tiempo el reemplazo del londinense Charles Spencer Chaplin.
La compañía de Karno se había disuelto para 1914. Y entonces Stan Jefferson y Charlie Chaplin siguieron sus carreras por caminos distintos. Chaplin creó su personaje del vagabundo; trabajó para Keystone Studios, la compañía de Mack Sennett; fundó United Artists con Mary Pickford y Douglas Fairbanks Jr.; hizo unas ochenta películas; ganó tres Oscars; se casó varias veces, tuvo once hijos (ocho con Oona, hija del dramaturgo Eugene O’Neill).
Stan Jefferson protagonizó la película Lucky Dog con Oliver Hardy, un estadounidense regordete, que tiempo más tarde sería su partenaire artístico para toda la vida en un dúo que en nuestras latitudes se conoció como El gordo y el flaco. La simbiosis entre ambos fue tal que cuando Hardy murió, en 1957, Stan no tuvo ánimo de volver a actuar. Para ese entonces ya hacía rato que no era Stan Jefferson, sino Stan Laurel. Mae Dahlberg, una de sus parejas (Laurel se casó cinco veces; dos de ellas con la misma mujer), le remarcó que su nombre artístico tenía trece letras, y por superstición, le aconsejó cambiarlo.
Stan Laurel y Charles Chaplin llegaron a Nueva York en el mismo barco, y por un tiempo fueron compañeros de cuarto. Stan regresó a Inglaterra poco después y volvería a Estados Unidos, donde haría dupla con Oliver Hardy. Se dice que mientras vivían en la pensión, Charlie tocaba el violín para disimular el ruido de las frituras que Stan se preparaba dentro del cuarto. Pero según se cuenta, la relación entre ambos no era ideal: Stan nunca podía salirse del eterno banco de suplentes de Chaplin y avanzar en su carrera artística.
En una carta mecanografiada que Stan le envió a un amigo en 1957, reveló los cambios de humor de Chaplin y que su otrora compañero de cuarto era un “mezquino y avaro”. Pese a esa semblanza tan poco coincidente con la imagen que Charlot irradiaba en sus películas, Stan opinaba que lejos de censurarlo, se le debía tener lástima pues se trataba de una persona cuyos ideales se habían desvirtuado y que había perdido todo sentido del decoro. Así y todo, admitió que Chaplin era el mejor artista en su rubro. Chaplin, por su parte, no dedica una sola línea a Laurel en su autobiografía.
Minutos antes de morir, en 1965, Stan le dijo a su enfermera que podría tranquilamente ir a esquiar. La enfermera le preguntó si sabía esquiar. “No, -le respondió Stan- pero preferiría eso antes que estar aquí”. Y minutos después murió tranquilamente en su sillón. Años más tarde, en 1973, el escritor argentino Osvaldo Soriano publicaba su primera novela: Triste, solitario y final. Un Stan Laurel viejo, enfermo y olvidado requiere los servicios profesionales de un detective ícono de la novela policíal, Philip Marlowe, también en el ocaso de su carrera, para que averigüe por qué ya nadie lo contrataba.
En esa novela, donde se cruzan algo de realidad con mucho de fantasía, Marlowe va al cine a ver una película de El gordo y el flaco tras su entrevista con Laurel y espera “a que terminara la película de Chaplin. No le gustaba ese hombrecito engreído, al que siempre le iba mal en las películas y bien en la vida”. En la novela, Soriano aparece como él mismo, en una dupla alocada con Marlowe cuyo propósito es reivindicar a Stan Laurel por tanto ninguneo de parte de Chaplin, y además vengarse de John Wayne porque había humillado a Oliver Hardy dándole un papel menor en The Fighting Kentuckian.
Al funeral de Laurel asistió Dick van Dyke, que había establecido contacto con Stan después de que halló su nombre en la guía telefónica. Otra celebridad que fue a despedirlo fue nada menos que Buster Keaton, quien aseguró “Chaplin no fue el más gracioso. Yo no fui el más gracioso. Stan Laurel fue el más gracioso”. Keaton, cuya expresión adusta es antológica, posiblemente no tomó nota de la seria advertencia que Laurel hizo en vida: “Si alguien pone cara larga en mi funeral, jamás volveré a dirigirle la palabra”. Viviana Aubele
P.S.: Para los fanáticos de Stanley que deseen indagar un poco más sobre su vida, existe una biografía: He, del escritor irlandés John Connolly, que hace mención a la tumultuosa relación entre Stan y Charlie. En este sentido, la compañía teatral inglesa Told by an Idiot puso en escena a principios de este año: The Strange Tale of Charlie Chaplin and Stan Laurel (La extraña historia de Charlie Chaplin y Stan Laurel), un homenaje con música y sin palabras a estas dos figuras de la comicidad. Aquí les dejamos el avance de la obra…
Stan Laurel y Charles Chaplin en interesante relato
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