La información curricular básica de Esteban Benzecry indica que es uno de los compositores argentinos más interpretados y comisionados de su generación. Su renombre alcanzó amplia proyección internacional cuando su tríptico Rituales Amerindios, comisionado por la Sinfónica de Gotemburgo, fue estrenado en 2010 por Gustavo Dudamel y luego incluido en una gira con la Orquesta Simón Bolívar en el Carnegie Hall de Nueva York, en el Royal Festival de Londres y el Concertgebouw de Amsterdam.
Nacido en Lisboa en 1970, hijo de argentinos -su padre fue el director Mario Benzecry-, creció y estudió en Argentina. Desde 1997 vive en París, y en 2011 tomó como segunda ciudadanía la francesa. Quienes conocemos su música, podemos dar fe de su intención de fusionar ritmos plenos de raíces latinoamericanas con las corrientes estéticas de la música europea contemporánea. La resultante es un lenguaje personal o, como él mismo ha consignado alguna vez, un folklore imaginario.
No nos seduce la empresa de citar aquí el amplio listado de las orquestas y directores, ciertamente de mucho prestigio, que han interpretado sus obras, que incluiría desde las Filarmónicas de Nueva York y Los Ángeles a la Orquesta Real del Concertgebouw, la Orquesta Nacional Francesa o la Gulbenkian. El extenso listado también incluye agrupaciones latinoamericanas y argentinas, por supuesto, como la Orquesta Sinfónica Nacional.
Preferimos conversar brevemente con el propio Esteban Benzecry, a partir de la flamante edición del sello discográfico Naxos, de un registro dedicado enteramente a su obra. Los trabajos incluidos son su Concierto para violín, interpretado por Xavier Inchausti, su Concierto para clarinete, con la participación solista de Mariano Rey, y un ciclo de canciones interpretado por la soprano Ayako Tanaka. La dirección orquestal estuvo a cargo de Pablo Boggiano, al frente de la Lviv National Philharmonic Symphony Orchestra.
He visto algún compatriota sorprendido al enterarse de que naciste en Lisboa. Así y todo sos claramente un artista argentino. ¿Qué significa ser un compositor latinoamericano, puntualmente argentino, residiendo en el exterior? ¿Qué sucede con las influencias musicales y con la distancia?
Siendo hijo de un director de orquesta que viaja por el mundo, mi nacimiento en Lisboa fue un hecho circunstancial, porque mi padre estaba trabajando en esa ciudad como director asistente de la Orquesta Gulbenkian. Pero solo estuve en Portugal unos meses. Mis padres son argentinos y yo me crié y viví la mayor parte de mi vida en Buenos Aires. Y hay dos rasgos fundamentales que han quedado marcados en mi lenguaje musical, ya desde mis primeras obras compuestas en Argentina. Uno tiene que ver con mis estudios de pintura. En paralelo a mis estudios musicales, yo hice la carrera de Bellas Artes, y quizás por eso mi música es muy visual. Es como si siguiera pintando, pero con sonidos. Mis obras son como murales sinfónicos. El otro aspecto es mi contacto con el folclore argentino durante mi adolescencia. Yo concurría al instituto vocacional de arte Lavardén de la ciudad de Buenos Aires, donde teníamos clases de danzas folclóricas y de instrumentos autóctonos, además de otras disciplinas artísticas.
Quizás a estos rasgos se agrega la influencia que la música francesa siempre ha tenido en mi paleta orquestal, primero con los compositores impresionistas y luego a través de mis estudios en Francia, el descubrimiento de la música de Dutilleux y de ciertos compositores de la corriente espectral, que me han aportado nuevos colores en mis obras más recientes. Pero cada compositor es su propio universo, más allá de que nos expresamos en un lenguaje universal. A pesar de la distancia, en mi música se reflejan las raíces de donde me crié. Pero muchas veces, cuando me preguntan por mi inspiración en las raíces folclóricas, yo siento como si estuviese justificándome, como si esto estuviera dentro de cierto exotismo, cuando en realidad está en mi ADN musical.
Con la música no hay distancias, y es además atemporal. Se trata de un reflejo del mundo interior de cada compositor y de sus influencias respecto del contexto exterior. Creo que todo esto se refleja en mi música. Y mucho más no puedo decir, puesto que se me hace muy difícil expresar con palabras lo que hago con sonidos.
Es como decía Isadora Duncan, que si hubiese podido explicar su arte, no hubiese tenido la necesidad de bailarlo… Te cambio de tema: ¿Cómo ves el estado actual de la creación musical en particular, o cultural en general, en Argentina?
En Argentina hay una gran ausencia que se manifiesta en que no hay una política de encargos. En noviembre pasado, cuando recibí el Premio Konex de Platino al Compositor de la Década, en mi discurso evoqué esta gran carencia, que existe tanto desde el Estado como en las instituciones privadas que organizan conciertos. En esa ocasión dije que los compositores somos los pilares de la música: sin compositores no hay música, y sin música no habría intérpretes. Y sin embargo los compositores estamos muy desvalorizados y hasta abandonados en Argentina.
Esto contrasta con la fabulosa creatividad de los artistas que residen en el país, quienes a pesar de esta situación adversa producen mucho y con una gran capacidad creativa. Pero sería realmente importante que hubiera una política de encargos. No solo por la importancia de la calidad de vida que merece el compositor, para que pueda vivir de su música y no desviar su atención en otras actividades laborales que lo alejan y le quitan tiempo para la composición, sino además por la importancia que tiene por sí mismo el hecho de incentivar la creación de nuevas obras, que vengan a enriquecer el patrimonio musical.
Por otro lado, encuentro muy positivo el hecho de que muchos compositores están revalorizando el componer obras integrando no solo academicismos que vienen de afuera, sino también nuestra herencia musical, que durante mucho tiempo fue menospreciada. Y fuimos nosotros mismos quienes la menospreciamos. En vez de integrar estos elementos, estuvimos durante mucho tiempo imitando las academias de afuera. Sería muy vasto intentar responder, en un marco más amplio, en cuanto al estado cultural en general. Pero me parece importante destacar estos aspectos esenciales: la falta de un presupuesto destinado a la creación musical y lo sano que me parece empezar a valorar más lo nuestro, para integrarlo luego a un lenguaje que es universal.
Tu nuevo disco incluye obras compuestas en un lapso relativamente extenso. El Concierto para violín es de 2006, el Concierto para clarinete es de 2010 y las canciones de 2014. ¿Cómo se relacionan musicalmente estas obras con tu primera sinfonía El compendio de la vida, que es literalmente del siglo pasado?
Es una obra de juventud, la compuse cuando tenía 23 años. En esa obra cada movimiento estaba inspirado en un cuadro mío. Cuando Pedro Ignacio Calderón la estrenó con la Sinfónica Nacional, en el Auditorio de Belgrano, se expusieron esos cuatro cuadros. Es una obra de búsqueda de mi propio lenguaje, muy lleno de influencias del siglo XX. Hay que ponerlo en ese contexto, porque las obras de mi nuevo disco son más representativas de mi lenguaje actual. Y si bien uno está en una evolución permanente, creo que en estas obras más recientes ya se ve consolidado un lenguaje más personal y definido.
La elección de estas obras la hizo Pablo Boggiano, director argentino residente en Viena. Él es un gran difusor de mi música, y ciertamente le estoy muy agradecido de que para su primer proyecto discográfico con Naxos haya escogido grabar mis obras. Los tres trabajos que conforman este disco son obras que Boggiano conoce muy bien, porque ya los había dirigido en otras ocasiones. Boggiano estrenó mi Ciclo de canciones junto a la soprano de coloratura japonesa Ayako Tanaka, y él estuvo también a cargo del estreno de mi Concierto para clarinete, que para esta grabación contó con la participación de Mariano Rey. Y si bien no estrenó mi Concierto para violín, lo dirigió en Rumania con la orquesta de Targu Mure, contando con la participación solista de Xavier Inchausti, quien esta muy familiarizado con mi obra, pues fue quien poco tiempo después de su estreno mundial en París, realizado con el violinista serbio Nemanja Radulovic, lo dio a conocer en Buenos Aires junto a la Filarmónica en el Teatro Colón.
Quizás el hilo conductor de las tres obras que conforman este nuevo disco de Naxos es que se trata de obras concertantes. Y que en ellas se ven reflejadas esas raíces telúricas indoamericanas que representan mi lenguaje actual.
En cuanto a los intérpretes, ¿encontrás diferencias entre las orquestas argentinas y europeas?
No todas las orquestas europeas son iguales y lo mismo pasa con las orquestas latinoamericanas. Creo que no podría generalizar a la hora de encontrar una respuesta certera a esta pregunta. Mi experiencia para este disco fue con una orquesta ucraniana, y la disciplina, la facilidad de lectura a primera vista y de asimilación de las correcciones que surgieron durante los ensayos fue excelente. Y todo esto sin contar con la infraestructura o la calidad de vida que son propias de las orquestas de Europa occidental.
Tus trabajos son bien recibidos tanto en el contexto argentino como en Europa. ¿Qué creés que encuentra de valioso el público de una y otra geografía en tus obras?
No sabría responder exactamente esa pregunta, porque exigiría ponerme en la piel del público, y eso es imposible. Pero hace poco tuve una experiencia muy emocionante con la Filarmónica de Nueva York, que interpretó cinco veces mi concierto para piano en el Lincoln Center, con Sergio Tiempo como solista, bajo la dirección de Gustavo Dudamel. Esto fue en enero, y fue emocionante porque el público respondió a mi música con una prolongada ovación de pie, y se publicaron excelentes críticas. Recuerdo todavía que alguien me dijo entonces que lo que le gustaba de mi música era que le parecía una opción diferente, que no adhería a los dogmas de moda de la música contemporánea. Quizás haber luchado por ser fiel a mi voz interior me esté dando ahora estas recompensas, luego de muchas situaciones de discriminación musical. El resto, en cuanto a por qué se da o no cierta química con un público, creo que es un misterio que no responde a ninguna fórmula.
Esteban Benzecry: Rituales Amerindios (2008)
Orchestre Philharmonique de Radio France
Dirección: Diego Matheuz
Auditorium de Radio France – París, 21/02/2015
00:15 I – Ehécatl (Dios azteca del viento)
10:35 II – Chaac (Dios maya del agua)
20:03 III – Illapa (Dios inca del trueno)
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