El ardor – Autor y Actor: Marcelo D’Andrea – Vestuario: María Claudia Curetti – Escenografía, Iluminación y Dirección: Ricardo Holcer
Al protagonista de esta historia le arde el estómago. También le arde la vida, que pasa por su estómago. Él no logra apaciguar sus ardores ni conciliar sus ideas. Las comparaciones son impresionantes. Todo es psicosomático y, a veces, somatopsíquico. Mientras trabaja con su banco de herramientas eléctricas y soldadores en la reparación de algo que no responde, cada tanto recibirá un “patadón” que provocará un cortocircuito y hará saltar los tapones, dejando el lugar totalmente a oscuras. También eso es el reflejo de su vida, con episodios insólitos, en franca relación con los que ocurren en su máquina interna. En menos de una hora, quedan no sólo las reflexiones y pensamientos de esa vida, con todo lo trágico y cómico que tiene, sino las más increíbles comparaciones de los órganos internos del cuerpo humano que se muestran en actividad constante, en guerra unos contra otros, escatológicamente parlanchines y mostrando, tal como en una gran radiografía, sus debilidades y fortalezas.
El ímprobo trabajo de Marcelo D’Andrea, actuando su reflexivo y entretenido texto, denota una entrega total al personaje, sustanciado con quien no cejará en sus esfuerzos por superar vicisitudes. Sus gestos elocuentes, su imparable cuerpo que viaja en colectivo o cabalga quien sabe a dónde en el recuerdo de su infancia, y hasta sus ardorosos órganos internos transmiten el impacto y la marca que han dejado en su persona inenarrables historias familiares y de individuos que influyeron en su carácter, también ardiente. D’Andrea se entrega al desbordado personaje trabajando en un espacio escénico creativamente minimalista que, por momentos, parecería desbandarse debido al torbellino histriónico que genera.
Sabiamente dirigido por Ricardo Holcer, con precisas y sutiles marcaciones, aprovecha la puesta en escena de El ardor que todo lo muestra, tal como la máquina que cobra vida, tal como las chispas que vuelan, tal como los chirriantes sonidos, tal como sus órganos que arden sin que nada pueda apagarlos, tal como nuestra historia que un fuego fatuo consume sin pena ni gloria. Martin Wullich
Sábados a las 22
(febrero 2024)
Teatro Muy
Humahuaca 4310 – Cap.
(11) 5160-2179
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