Integrado por Cecilia Cabriza en flauta travesera y Carola Costa en piano, el Dúo Ondinas tuvo sus inicios en 2007, a partir de las clases de música de cámara dictadas por Pedro Chiambaretta en el Conservatorio de Música «Juan José Castro». El dúo toma su nombre de la mitología nórdica: las ondinas son seres femeninos del agua, como las sirenas, aunque con una simbología distinta: si estas simbolizan el agua en la mujer, las ondinas representan el costado femenino de los mares y los ríos.
Conversamos con Cecilia, la flautista del dúo, para conocer el repertorio del primer disco, integrado por una selección de obras de Nino Rota, Carl Reinecke, Olivier Messiaen y Georges Enesco. Además del disco, ya disponible en plataformas digitales, las intérpretes se ocuparon de registrar las obras grabadas en formato de video.
Contanos cómo surge el Dúo Ondinas como agrupación de cámara.
Es un proyecto que nace cuando Carola y yo éramos alumnas de tercer año de la carrera de Dirección Orquestal en la facultad de Música de la Universidad Católica Argentina. Éramos compañeras de las materias comunes que hay entre Dirección y Composición, pero no éramos amigas. En aquel tercer año terminamos juntas en un grupo de trabajo de Armonía III y ahí empezamos a llevarnos particularmente bien, sobre todo en torno de Scriabin y Debussy. Hasta que un buen día empezamos a tocar juntas. Éramos muy jóvenes. A partir de tocar juntas, descubrí un montón de cosas: la vida en Vicente López, el trabajo de ensayo, la rutina de buscar fechas y las ganas de hacernos escuchar por maestros y por un público que no sabíamos bien cuál era. En aquel momento el centro de estudiantes organizaba conciertos. Los compañeros eran un público calificadísimo y cálido a la vez, y siempre recibíamos su aliento. Eso fue muy importante, porque es muy diferente ser escuchadas por maestros que por pares: en este caso se acerca a opinar solamente quien en serio está interesado.
El nombre del dúo, ¿guarda relación con la sonata homónima de Reinecke?
En efecto. Bajo la guía de Pedro Chiambaretta, que estaba a cargo de nuestras clases de cámara, preparamos la Sonata Undine de Carl Reinecke. Algo que me parece un delirio cuando lo pienso ahora, pero los caminos juveniles son muchas veces delirantes. Lo cierto es que de allí tomamos nuestro nombre, Ondinas. Buscamos en el diccionario de símbolos de Cirlot y así nos enteramos de que las Ondinas eran seres del agua. Con un simbolismo opuesto al de las sirenas, ya que no representan el agua en la mujer, sino a la mujer en el agua. Y en esto están incluidos también sus peligros: la travesía a las profundidades, y quizás algo de la mujer maligna, por decirlo de alguna manera. Tal vez cuando empezamos, en el momento de autobautizarnos, todavía no teníamos muy claras algunas cosas. Pero más tarde, ya con experiencias más adultas en la profesión, aprendimos cuán peligrosa puede ser una mujer que pretende hacer correr su voz, y también cuán necesario y hermoso es ir a las profundidades. Así el simbolismo del Dúo Ondinas empezó a interpelarnos de un modo mucho más personal, casi como un avatar, y a generar un pensamiento sobre quiénes somos y quiénes queremos ser.
Del repertorio existente de obras para flauta y piano, ¿cuál fue el criterio para elegir las piezas que finalmente abordaron?
A pesar de que hoy estemos presentando nuestro primer disco, originalmente la idea de grabar tuvo que ver con tener un material audiovisual para presentar a convocatorias, para tocar en Buenos Aires y alrededores. Tanto fue así que mientras grabábamos en los Estudios 0618, con Christian Paladino de Avant Producciones, en esos ratitos en los que una saca la cabeza de tanto trabajo, encontramos un mensaje de Fernanda Morello. Nos invitaba a tocar en un homenaje por el Día de la Mujer que iba a ser en 2021, pero que finalmente hicimos en 2022. Fue muy gracioso, porque claramente no nos llamaron a partir de la grabación, sino mientras la estábamos haciendo.
La idea fue presentar un repertorio variado y que nos representara. El primer movimiento de la Sonata Undine de Reinecke es fundacional. Es repertorio romántico, con un lenguaje poco común para el dúo de flauta y piano, que permite a ambos instrumentos mostrar sonido, técnica y expresividad. El piano presenta un pianismo que no se suele encontrar en el repertorio para la formación, y la flauta tiene que tocar frente a un sonido enorme y a la vez cuidar el color, y tocar pasajes ágiles que también tiene el piano. Fue un verdadero desafío preparar la obra porque, aunque la tocábamos desde hacía un montón, buscábamos que nos representara y queríamos sonar lo mejor que pudiéramos.
El Cantabile e Presto de Georges Enesco, a pesar de ser la obra de un compositor rumano, está escrita a la manera del Conservatorio de Paris, que es donde se forjaron muchas de las obras más importantes para el dúo de flauta y piano. Hay mucho repertorio central del dúo en ese contexto compositivo. Es una obra virtuosa, corta, que se conforma como una unidad completa. Tiene pasajes ágiles y cantables, cambios de modo, pasajes solistas. Es hermosa.
Probablemente el nombre de Nino Rota es el más popular de entre las obras incluidas.
Claro. Pero más allá de ser un compositor popular, por el hecho de haber escrito músicas de películas, las Cinco piezas fáciles de Nino Rota son muy apreciadas por el público. El sonido compuesto por Rota en el dúo es hermoso. A la vez las piezas hacen referencia a situaciones extramusicales, como la historia de Pulgarcito en El paseo de Puccetino. La Serenata juega entre compases de 6/8 y 3/4, y la Pavana parece sacada de una historia típica de un castillo antiguo, casi como si fuera Il vecchio castello de Mussorgsky orquestado por Ravel. También está La chioccia, que juega a imitar la onomatopeya del sonido que hace la gallina, y finalmente Il soldatino, que recuerda esos antiguos juguetes de madera sacados de un viejo cajón. Teníamos el proyecto de presentarnos en vivo con una dibujante que fuera ilustrando las piezas al mismo tiempo que nosotras tocábamos. Ojalá podamos hacerlo en algún momento.
Y la última obra es Le merle noir de Olivier Messiaen. La idea de ensayarla surgió de un proyecto de 2020, cuando fuimos a tocar a Puerto Mont -Chile- y a Villa La Angostura. En esos paisajes preciosos presentamos un programa que se llamó Agua y aire, por las hermosas presencias de ambos elementos en ambos lugares. Las aguas eran fantásticas: tocamos una obra que compuso para nosotras Gustavo Hernández, con el nombre del grupo, y la sonata de Reinecke. La sección correspondiente al aire era más bien natural, y allí incluimos varias obras que hacían alusión a las aves: Pájaros tristes de Ravel, para piano solo, El cisne de Saint-Saëns (aunque también sea de agua), La gallina de Rota (aunque sea un animal que no vuela), un movimiento del concierto Il gardellino de Vivaldi, Mocqueur Polyglotte de Marta Lambertini y dos piezas de Messiaen: La mirada de las alturas de las Veinte miradas sobre el Niño Jesús, y este Mirlo negro, que es una obra que nos apasiona. En general nos apasionan los temas naturalistas.
En definitiva, el disco es un muestrario bastante representativo del Dúo Ondinas.
Exactamente. Quizás este compendio pueda parecer un poco de todo, a primera vista, pero las obras tienen en común que nos representan mucho. Las Ondinas son nuestro avatar y ahí entra Reinecke. Lo francés de Enesco, con esa escritura vaporosa y una vena melódica importante, es algo que aparece una y otra vez en nuestro repertorio. Las piezas de Nino Rota son simples e irresistibles para el público, cortas y muy amables, en tanto El mirlo de Messiaen muestra nuestro costado naturalista, pero también nuestro interés por lenguajes que van más allá de lo tonal. Creo que es una selección que muestra varias de nuestras facetas y, sobre todo, de nuestros amores musicales.
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