Vivir se escribe en presente, de Alejandro Guillermo Roemmers, es un libro sobre la belleza de las acciones humanas y la belleza que encontramos en el amor y las fuerzas naturales. Fernando es un periodista apasionado que busca su lugar en la profesión y en el mundo. Cuando llega a sus manos el desafío de encontrar a un magnate que vive recluido en la Patagonia, su vida cambiará para siempre. Fernando es una persona con valores e integridad y no dejará que su ambición de progresar en el periodismo lo nuble o lo haga traicionarse a sí mismo.
Con sus férreas convicciones, se dirige al sur para encontrar a Ron Davies. El destino hace que su búsqueda se resuelva pronto, aunque no podrá revelar su identidad. Nada es lo que parece a primera vista porque cada uno cuenta con más información de la que evidencia tener. Ron ha causado un daño ecológico grande con su empresa, pero dispuesto a subsanar su falta, se ha convertido en un gran benefactor de la ecología, siempre con modestia y discreción.
La novela está contada como un gran flashback. La primera escena muestra a Fernando haciendo compras en el supermercado para el sugo siciliano que le quiere preparar su amiga Alexia. Dos encapuchados irrumpen en el local y cuando a Fernando le suena el teléfono, le disparan. ¿Muere? ¿Está herido? ¿Nos han contado ya el final o habrá que seguir leyendo para enterarse quiénes eran esas personas que lo llamaron en ese fatídico instante y por qué motivo?
Cuando Fernando conoce a Ron, la química es inmediata. A pesar de su inmensa fortuna, Ron es un ser sensible que aprecia los pequeños momentos de belleza de la vida: charlas íntimas que capturan grandes verdades, gestos mínimos que dejan ver a la gente de buen corazón. Ron le dice a Fernando: “He llegado a pensar que el universo es así y que cada uno tiene que encontrar el espacio exacto que le corresponde”. También le revela que tiene un hijo que está perdido en algún lugar del mundo. Tanta fortuna no le sirve para llenar su vacío. La relación con su hijo ha sido conflictiva y ahora Ron se preocupa por su salud y bienestar.
Este descubrimiento a Fernando lo llena de inquietud y llega a soñar con un mundo que es como un gran tablero y donde cada persona es como una pieza: “Una mano gigantesca trataba de colocarlos a todos en los casilleros adecuados. Y, a pesar de intentarlo una y otra vez, la mano siempre se equivocaba, o de pieza o de casillero”. Esta es la búsqueda de Fernando, encontrar su casillero en la vida, un movimiento hacia el orden y el descubrimiento de sí, que se ve acompañado por una indagación profunda de la realidad. Buscando ese espacio exacto donde encajar, este joven periodista conocerá gente que enriquecerá su camino vital y lo poblará de sueños, ilusiones, amor. Pensamos que, tal vez, Ron es el padre que a él le hubiera gustado tener.
Cuando Ron comienza a valorar las cualidades de este joven, le propone, casi sin pensarlo, que sea él quien retome la investigación para averiguar el paradero de su hijo. Fernando acepta, aunque se pregunta si será la persona indicada para llevar adelante semejante tarea; no obstante, acepta el desafío. Ya al ver la foto de Michael, Fernando se siente movilizado e interesado por ese muchacho.
Su investigación lo lleva a Los Cabos, México, donde los turistas y surfers se dan cita en un destino paradisíaco y donde finalmente conocerá a este hombre que le provoca tanta intriga y despierta su deseo. El entendimiento será mutuo. Este muchacho, que oculta su identidad y se hace llamar Tom, está de novio con Vicky. Se genera entre los tres un vínculo entrañable y crece la amistad y el cariño. Michael reniega tanto de su pasado y se ha enemistado de tal forma con su padre, que no hay manera de que quiera volver. Todos se preocupan por él, y pretenden cambiar sus conductas autodestructivas, pero hay poco que se pueda hacer para ayudarlo.
De ahí en más se desencadena una serie de hechos que nos llevará a encontrarle un sentido a esa casi casual convergencia del destino de Ron y de Fernando, una convergencia que tiene elementos trágicos, pero donde también se puede hallar la redención. La empleada de Ron le había tirado las cartas a Fernando antes de que él emprendiera su viaje y poco a poco encontraremos cómo las profecías se cumplen, pero cómo también el azar sorprende y gratifica en los momentos de mayor desconcierto. Sin querer, las piezas de los casilleros se irán acomodando.
Insisto en que Vivir se escribe en presente es una invitación para descubrir la belleza en las cosas simples, como Ron hace al observar la hoja de un árbol, una nube o un insecto que vuela. Este empresario hace de su fortuna un instrumento para proteger esa belleza. Arrepentido de los errores de su pasado, busca redimirse una y otra vez, tanto en su vida personal, como a través de sus acciones filantrópicas. “Crear belleza es la tarea de los artistas, los músicos, los poetas y la pasión de las almas nobles. Pero todos nosotros tenemos el desafío y la responsabilidad de reconocerla, apreciarla y protegerla”.
Alejandro Roemmers se inspiró en El principito para escribir uno de sus libros. Este amor por lo que es invisible a los ojos también puede dejarse ver en esta última novela. Los personajes que encontramos aquí son aquellos que ven con los ojos del corazón, los que pueden apreciar el valor de las almas nobles, los abrazos de los verdaderos amigos y la alegría de los niños cuando los sorprenden con un regalo o la bondad y sabiduría de un anciano.
“Si hay un Dios creador de este universo, estoy seguro de que esa belleza imprevista, surgida libremente del corazón de un hombre, es la que más le agradará contemplar a lo largo de su paciente eternidad”. Es ese vínculo con lo sagrado, el que encontramos en la poesía, la naturaleza, las obras de arte y el amor, aquello que finalmente marcará nuestro paso por este mundo. La búsqueda de la verdad es al mismo tiempo una búsqueda de belleza, porque entre ambas encontramos una correspondencia.
“Una gran oscuridad no puede vencer la pequeña luz de una vela” nos dice San Francisco de Asís, y este texto lo retoma. Quizás lo que el escritor se ha propuesto con su novela es encender esa llama que pueda combatir lo oscuro de un mundo sin amor, marcado por la codicia desmedida de los seres humanos. Y es así que esa luz se vuelve metáfora del alma y de la fuerza divina que habita en cada uno.
Alejandro Guillermo Roemmers es un conocido autor de varios libros de poesía y de la novela El regreso del joven príncipe, empresario, mecenas, preside desde 2013 la Fundación Argentina para la Poesía y no sería errado pensar que, por momentos, en la voz de Ron encontramos ecos de su propia voz. El escritor plasma sus motivaciones más profundas y las búsquedas que lo movilizan en este relato atrapante para saborear en tiempo presente, pues, en definitiva, es el único tiempo del que disponemos para desplegar nuestro proyecto vital y dotar a nuestra vida de sentido. Milly Vázquez
Vivir se escribe en presente
Alejandro Roemmers
Editorial El Ateneo
296 páginas
Hojear Vivir se escribe en presente
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