El aria de la canción a la luna es una pieza muy escuchada del repertorio lírico. No así la ópera a la cual pertenece, a tal punto que este fue el estreno de Rusalka en Argentina, desafío que una vez más tomó Buenos Aires Lírica, yendo al encuentro de joyas musicales que poco se ofrecen, tal como lo hicieron el año pasado con Jenufa, de Leos Janacek.
Existe el espectador que ha escuchado la ópera entera, conoce los deliciosos pasajes creados por Antonin Dvorak para representar el mundo submarino de ondinas y otros seres imaginarios, y el contraste con la parte terrena, a la cual quiere pertenecer -en aras del amor- la joven del título. Existe también el espectador que poco o nada ha escuchado siquiera del argumento. Es probable que este último se queje un poco menos, ya que la puesta desdeña el universo acuático y -licencias mediante- lo transforma en una casa de citas. Esto podría estar reñido con la idea primigenia, pero el gran problema es que aquí todo parece terrenal. Por ende, confuso. Pierde mucho de la gracia que debería tener esa diferencia, tan mágica, tan onírica, tan de Andersen, en cuyo cuento La sirenita parecería haber abrevado el libretista Jaroslav Kvapil, y haberse inspirado el compositor checo.
Así y todo, la idea de Mercedes Marmorek tiene valor como sorprendente ocurrencia y demostró buena dirección escénica. Así y todo, aparecen la susodicha Rusalka, magistralmente interpretada por Daniela Tabernig, que nos ofrece su intención, su actitud y su voz exquisita y tan acorde al personaje, con un manejo deleitable de los tonos sutiles y calmos, que subyuga y emociona, además del increíble manejo del idioma checo; Marina Silva, que encarna a la Princesa extranjera, compitiendo por el amor, con increíbles y desdeñosas miradas hacia la protagonista, haciendo también gala de una emisión estupenda y una total convicción actoral; y Elisabeth Canis, en el papel de la bruja Jezibaba, en impecable trabajo vocal y el histrionismo necesario para componer el temible personaje, cuyas imprecaciones y conjuros son expresados sustancialmente.
Es indudable que en esta versión sobresalen las mujeres, pues también Cecilia Pastawski interpreta el simpático y sorprendido mozo de cocina con muy buena expresión. Asimismo, Oriana Favaro, Rocío Giordano y Vanina Guilledo configuran un trío encantador como ninfas del bosque, bastante carnales por cierto en esta sensual versión que las encuentra en el lupanar. En tanto, Eric Herrero hace un buen trabajo como príncipe, que podría superar en voz y prestancia; y se destaca en logrados momentos el barítono bajo Homero Pérez Miranda encarnando a Vodník.
Carlos Vieu dirigió con sabiduría, generando -sobre todo en los momentos puramente orquestales- el carácter mágico y romántico que la obra requiere, marcando a su vez la tragedia con espíritu vehemente. El Coro de Buenos Aires Lírica, con la dirección de Juan Casasbellas, sonó vital y acompañó magníficamente la historia. También fueron deleitables las coreografías de Ignacio González Cano, con atractivo vestuario de Lucía Marmorek y la esplendente escenografía que diseñó Luciana Fornasari, aun considerando que la luna podría haber sido mejor resuelta que con una visible lámpara de blanca tulipa. Por último, es fascinante el trabajo que realizan los tres duendecillos que acompañan cada aparición de la bruja, con graciosos movimientos escénicos -coreográficos y acrobáticos-, expresados también con manos y gestos. Martin Wullich
Se dio hasta el 10/oct 2015
Teatro Avenida
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