En los tiempos de la postmodernidad líquida, para utilizar una metáfora del sociólogo polaco Zygmunt Bauman, no deja de ser previsible la posibilidad de producir un espectáculo híbrido que sintetice en una misma propuesta una ópera barroca de Händel con una comedia de tintes contemporáneos. Justamente, la idea de lo líquido en Bauman es que las identidades sólidas propias de tiempos no tan lejanos -que entre otras cuestiones permitían delimitar de un modo más o menos claro diferentes géneros artísticos-, se van difuminando en favor de nuevas expresiones cuyos contornos nunca terminan de ser demasiado precisos.
Georg Friedrich Händel compuso su ópera Agrippina circa 1709, que fue el año de su estreno. Con libreto de Vincenzo Grimani, la obra cuenta la historia del complot urdido por la madre de Nerón, para que éste se quede con el poder de su esposo, el emperador Claudio. En paralelo a estas pretensiones, secretas pasiones de alcoba añaden condimentos al relato: tanto Claudio como su hijastro Nerón desean a una misma mujer, Poppea, quien más allá de aceptar las seducciones propias del poder está enamorada de Ottone, el favorito del emperador. A pesar de lo turbio de la trama, la obra tiene -ya desde su origen- un tono satírico que ha sido bien explotado en esta puesta de Ignacio González Cano, en la cual se combina el teatro de comedia con la musicalidad de Händel, llevada adelante por Carlos David Jaimes al frente de un muy correcto ensamble de músicos, que tocan ubicados detrás de un cortinado, y un buen grupo de cantantes de parejo nivel, que cumple con notable efectividad su cometido.
Pero cuidado: el amante de la ópera barroca puede que se vea decepcionado. Porque, en rigor, no se trata propiamente de la ópera de Händel, sino de una mezcla equilibrada de fragmentos de su Agrippina con una comedia teatral basada en el mismo relato. El devenir de la historia, actuada en castellano y siempre al borde de la caricatura, con un lenguaje absolutamente aggiornado, es acompañado por un ingenioso juego de sobretítulos en las partes cantadas -que sí mantienen su forma original-, de manera que se pueda seguir sin dificultad el sentido de cada segmento. Se diría que la intención es convocar a un espectador diferente, a través de una especie nueva dentro de las variedades del teatro musical. La renovadora propuesta, surgida de la iniciativa de Buenos Aires Lírica, es valiosa porque multiplica tanto las opciones laborales para los cantantes y músicos, como las chances de que un nuevo público se asome, por caminos novedosos y descontracturados, al terreno de las artes líricas. Germán A. Serain
Lunes a las 20
(hasta el 28 nov)
Teatro Picadero
Pje. E. S. Discépolo 1857 – Cap
(011) 5199-5793
teatropicadero.com.ar
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