La crítica musical no siempre es sencilla y en ocasiones rebosa de contradicciones. Apenas un botón de muestra: en octubre del año pasado, mientras la revista especializada Opera Actual titulaba «Estrasburgo: Una Rusalka para el olvido», la no menos prestigiosa Opera World señalaba entre sus títulos: «Conmovedora Rusalka en Estrasburgo: Un conflicto entre dos mundos».
En el primer caso, el crítico se refería a la protagonista central, la soprano sudafricana Pumeza Matshikiza, asegurando que «tiene una voz fonogénica pero de volumen reducido y un tanto roma, con lo que pierde buena parte de su encanto cuando se ve arropada por la orquesta en tutti». Por el contrario, su colega de Opera World califica la voz de la cantante como «bella y cristalina», afirmando de manera literal que deja al público «con la boca abierta» y que «es estupenda hasta cuando enmudece».
¿Quién tendrá la razón? Probablemente ambos o ninguno. Recordemos el proverbio que dice: nada es verdad, nada mentira, todo es del color del cristal con que se mira. O del gusto de quien escucha, en este caso. Lo cierto es que Pumeza nació en Sudáfrica, en 1979, en un suburbio ubicado en las afueras de Ciudad del Cabo. El contexto difícilmente llevara a presagiar un éxito rutilante en los escenarios operísticos internacionales.
Descripta como «una de las nuevas voces operísticas más emocionantes de la actualidad», Matshikiza se convirtió sin embargo en una estrella en ascenso. Estudió música en la Universidad de Ciudad del Cabo, y luego fue becaria en el Royal College of Music de Londres y en la Royal Opera House de Covent Garden. Finalmente el éxito llegaría de la mano del sello Decca Classics, con su álbum debut: Voice of Hope. Lanzado en 2014, el disco presentaba una curiosa combinación de arias de repertorio con canciones africanas tradicionales y populares.
Su segundo álbum, lanzado dos años más tarde, ya apunta a un repertorio lírico tradicional. Lo cual a nuestro entender es una pena: sopranos que canten Mozart o Puccini hay muchas. Voces líricas dedicadas al repertorio sudafricano, muy pocas. La propia Pumeza se ocupa de destacarlo: «Fui la primera soprano, y quizás la única, en cantar en dialecto xhosa con orquesta. A pesar de saber leer y escribir en inglés, el xhosa fue mi primer idioma. Sin duda es un elemento diferencial que aporto a mis presentaciones».
De su disco debut, grabado en los míticos estudios Abbey Road, la soprano señala: “Es un reflejo de mi viaje desde los suburbios de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, hasta el mundo de la ópera en Europa. Decidimos poner canciones de Sudáfrica y algunas arias. Pero hay influencias sudafricanas en varias canciones. (…) De niña fui a un colegio de enseñanza pública. Nuestros maestros eran apasionados de la música. Por supuesto enseñaban en condiciones muy difíciles y sin embargo consiguieron que siguiéramos adelante».
En ese primer álbum hay canciones como Freedom Come-All-Ye, que refiere a Nyanga, uno de los pueblos negros más antiguos de Ciudad del Cabo y uno de los lugares que Pumeza conoció de niña. La cantante indica: «Me encanta lo que representa la canción: libertad para todos, independientemente de su raza, posición social o nacionalidad». Hay otras canciones de la época del apartheid, o inspiradas en ese tema, y en el otro extremo hay piezas como Tool Abeba, que es una canción de cuna.
La soprano creó la fundación Vumani Choral Project para enseñar música a los niños y procura fondos para mantenerla. Al igual que muchas otras partes del mundo, en Sudáfrica hay una notable falta de educación musical para los niños, especialmente en los lugares más pobres. Pero también hay personas que luchan por mejorar ese escenario.
Comenta Pumeza: «Sudáfrica es un país de personas que cantan. La música es parte de nuestra cultura, y muchas personas quieren tenerla como profesión. Pero en la clase donde me gradué, fui la única en tener una carrera internacional. Pocos tuvieron la oportunidad. Por eso ayudamos a los niños con lecciones de música, y les damos trabajo a profesionales. Siempre estoy buscando fondos para el proyecto, que lleva la teoría de la música a los estudiantes de las escuelas públicas sudafricanas. Realmente creo en la infancia. Crecí en un barrio pobre y conozco los riesgos de permanecer allí por mucho tiempo, o de caer en el mundo del crimen. La mejor manera de construir un mundo mejor es invertir en la infancia».
Pumeza Matshikiza también destaca la importancia de que cada vez más personas tengan acceso a la ópera. «Sé que el género tiene el problema de que parece pertenecer a la clase alta, pero ese es un pensamiento equivocado. Históricamente la ópera fue hecha para la gente, y creo que en el futuro volverá a pertenecer a la gente. Entiendo que es difícil abaratar las presentaciones, pero la ópera tiene que ser democratizada. Y uno de los medios para esto es invertir en los niños, para que se acerquen a este estilo musical». Germán A. Serain
Comentarios