L’Orfeo – Ensamble Les Arts Florissants – Intérpretes: Cyril Auvity, Hannah Morrison, Paul Agnew, Miriam Allan, Lea Desandre, Carlo Vistoli, Sean Clayton, Zachary Wilder, Antonio Abete, Cyril Constanzo – Libreto: Alessandro Striggio – Música: Claudio Monteverdi – Dirección: Paul Agnew
Claudio Monteverdi nació en Cremona, perteneciente a la jurisdicción de Milán, en la actual Italia, aunque en 1567, año de su nacimiento, todavía esa región estaba bajo dominio de España. Cerca de allí está la ciudad de Mantua, donde Monteverdi desarrollaría su carrera musical. A fines del siglo xvi ingresó en la corte de Vincenzo Gonzaga, duque de Mantua; antes había publicado dos libros de madrigales y varios motetes.
Gonzaga era asiduo concurrente a los espectáculos musicales de Jacopo Peri -el autor del drama lírico Eurídice– y de otros compositores en el Palazzo Pitti de Florencia. Quedó tan impresionado con esos espectáculos que encargó a Monteverdi que hiciera algo semejante. Fue así por este encargo que Monteverdi compuso La favola d’Orfeo, o simplemente L’Orfeo, estrenada en 1607.
Esta ópera marcó el rumbo para este género que mezcla teatro con canto, y en ocasiones, danza. La revolución musical de Monteverdi había comenzado. Después de L’Orfeo, Monteverdi publicaría otras diecisiete óperas—muchas de ellas, lamentablemente perdidas en el incendio del palacio ducal de Mantua, en 1630. Por fortuna, L’Orfeo pudo conservarse en su totalidad. Se la considera la ópera más antigua que hoy se lleva a los escenarios, y consta de prólogo y cinco actos.
Es una obra con intenso poder dramático y se destaca su instrumentación: Monteverdi incluyó una cantidad importante de instrumentos -unos cuarenta-, algo poco común para la época. Monteverdi realizó aportes muy ricos al género, como la intervención dramática de los coros, la inclusión de interludios musicales y el aria da capo, como se ve en el acto segundo de esta ópera (Vi ricorda boschi ombrosi); esta cuestión también estaría presente en las arias de ópera desde fines del siglo XVII hasta fines del XVIII.
La puesta que ofrecemos en esta entrega fue en 2017, en el marco de las celebraciones por los 450 años del nacimiento de Monteverdi. Es una magnífica producción del ensamble Les Arts Florissants , especializado en música barroca y dirigido por el británico Paul Agnew, con sede en el Teatro de Caen (Francia).
El tenor francés Cyril Auvity llevó magníficamente el papel de Orfeo, desdichado varón que en el día de su boda una mensajera (Lea Desandre) le anuncia de la muerte de su esposa Eurídice (estupenda Hannah Morrison). Guiado por Esperanza (la mencionada Desandre), Orfeo decide emprender un penoso descenso al mundo de los muertos, donde lo recibe Plutón (Antonio Abete, formidable bajo), que se niega a devolver a la amada Eurídice.
Conmovida, su esposa Proserpina (Miriam Allan) lo convence, pero Plutón pone una condición: Orfeo no debe mirar hacia atrás mientras guía a Eurídice al mundo de los vivos. Pero en un momento de cruel duda, Orfeo se da vuelta, y Eurídice desaparece. Vuelto al mundo de los vivos, Apolo (Paul Agnew, presente en el escenario durante gran parte de la obra) le ofrece ir al cielo para reunirse con su amada.
Se trata de una puesta en escena con mucha sencillez, sin artilugios rimbombantes ni innovaciones vanguardistas -como parece ser la norma más que la excepción, últimamente-, pero que retiene la calidad de su música y la expresividad en las participaciones de los cantantes. Y es una excelente propuesta para indagar en los albores de la ópera y seguir su posterior y fructífera evolución. Viviana Aubele
Comentarios