LA SUSTANCIA, juventud violenta

Cosificación, manipulación y estereotipación de los cuerpos femeninos en el siglo XXI

La sustancia (The substance; 2024; Inglaterra; 141 minutos) – Género: drama, terror – Actúan: Demi Moore, Margaret Qualley, Dennis Quaid – Fotografía: Benjamin Kracun – Dirección: Coralie Fargeat

Hasta ahora, el 2024 ha sido un muy buen año para las películas de terror. La sustancia, de Coralie Fargeat, no es la excepción. Su realizadora nos trae una historia atrapante que nos hace reflexionar sobre ciertas cuestiones muy actuales como el paso del tiempo, la muerte y la obsesión con la juventud. La trama gira en torno a una estrella pasada de moda, Elizabeth (Demi Moore), que es maltratada por su manager (Dennis Quaid) debido a su edad. Por eso decide comprar una droga que duplica las células corporales a fin de crear una mejor versión de sí misma (Margaret Qualley). La única condición que se le impone a la protagonista es que cada siete días cambie de cuerpo, habitando una semana su versión más joven y otra semana la más adulta. Al aceptar este planteo, Elizabeth no es consciente de las terribles consecuencias que esto le traerá.

El film se estructura en tres partes: Elizabeth, Sue y Monstruo Elisasue. En la primera, se presenta a Demi Moore bajo el personaje de una superestrella ochentosa que lucha por adaptarse a los exigentes estándares de belleza y rating del siglo XXI. Este segmento ilustra a la perfección cómo la industria televisiva y de Hollywood desecha a actrices, especialmente a mujeres, que pasan la barrera de los 50 años. Elizabeth es simplemente despreciada por su edad. “A los 50, se detiene” le dice el manager, como si su vida terminara ahí, como si todo se paralizara tras un cambio físico-hormonal como la menopausia. Esta problemática no sólo se transmite a través del excelente guion de La sustancia, complementado con una extraordinaria actuación, sino también mediante una magnífica estética visual y escenográfica. Los largos pasillos rojos del estudio de televisión, que simbolizan la trayectoria vital de los personajes, y la casa laberíntica, asfixiante y confusa, son varios de los elementos escenotécnicos que encontramos a lo largo de la película y que nos ayudan a comprender las emociones de los personajes en sus distintos momentos.

 Mutar a un cuerpo más joven significa dejar atrás la mortalidad y finitud del cuerpo humano (o al menos retrasarla). Perseguir la idea de juventud conlleva la conformación de un nuevo ego llamado Sue (Margaret Qualley). Al mismo tiempo, este personaje más joven se convierte rápidamente en objeto de sexualización y cosificación. En esta situación se ve inmersa la protagonista al momento de tomar la decisión que cambiará su vida.

Sin embargo, cuando los problemas e inseguridades aparecen en la juventud, se da pie a un tercer estadio: el Monstruo Elisasue. A pesar de ser la parte más corta de las tres, la película se vuelve grotesca y concluye de manera decepcionante, con un innecesario baño de sangre, en un marcado contraste con la genialidad desarrollada hasta ese momento.

 Fargeat utiliza La sustancia como denuncia de la manipulación que sufren los cuerpos femeninos en la actualidad, no sólo como objeto de deseo en el ámbito televisivo o cinematográfico, sino también a través de estereotipos arraigados en la sociedad. ¿Cuántas veces hemos visto publicidades que prometen combatir las arrugas e imperfecciones mediante el uso de todo tipo de productos? ¿Y por qué estos productos están casi exclusivamente dirigidos a las mujeres? ¿Acaso la fealdad sigue siendo dominio del hombre? Este mensaje perpetúa la idea de que el valor de una mujer está directamente relacionado con su apariencia juvenil. El anhelo de mantener la eterna juventud no solo se impulsa por la venta de productos, sino también por el aumento de cirugías estéticas. En la actualidad, la cosificación hacia el cuerpo femenino genera que las mujeres busquen alternativas para revalidar la juventud y la belleza, conceptos que se perderían con la llegada de la vejez. Sin embargo, la película parece no sólo atribuirle la responsabilidad a la presión ejercida por la sociedad sobre las mujeres sino a ellas mismas y, en este caso, a la protagonista, ya que siempre se presenta la oportunidad de detener el proceso generado por “la sustancia”. Es decir, la decisión final recae todo el tiempo en Elizabeth.

A pesar del desafortunado final, la película logra instalar un debate en torno a la edad, la juventud y la finitud de los cuerpos. Las excelentes actuaciones de Demi Moore -quien en parte se atreve a interpretar un posible reflejo de sí misma- y de Margaret Qualley le ponen relieve al interesante guion. En el balance, la utopía creada por Coralie Fargeat en La sustancia nos llama a la reflexión sobre los cuerpos femeninos de hoy día, y sobre cómo son cosificados y estereotipados a través de fuertes simbolismos visuales. Victoria Varacalli

Dónde ver La sustancia

LA SUSTANCIA | Tru00e1iler Oficial | Septiembre 19 en cines

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