Baco polaco – Actúan: Aníbal Gulluni, Paloma Zaremba, Soledad Bautista, José Mehrez, Luciana Dulitzky, Nahuel Monasterio – Iluminación: Agnese Lozupone – Diseño sonoro: José Mehrez, Aníbal Gulluni – Escenografía y vestuario: Rodrigo González Garillo – Dramaturgia y Dirección: Mauricio Kartun
Baco: dios romano del vino, vinculado a la fertilidad, el éxtasis, las fiestas. Equivalente en la mitología griega a Dionisio. En su honor se festejan las bacanales, celebraciones desenfrenadas, caracterizadas por una relajación temporal de las normas sociales, generosas borracheras y mezcla de clases sociales. Junto con otras tradiciones paganas, son precursoras del Carnaval moderno: allí surge la lógica de la inversión de roles, el descontrol y el anonimato a través de disfraces y máscaras.
En Baco polaco, el dramaturgo Mauricio Kartun vuelve a jugar con las mitologías cosmogónicas, tal como lo hizo anteriormente en Terrenal. Como en aquel trabajo, elabora una magistral trasposición a una escena localista de tono rural, en una Argentina improbable próxima a la década de 1930. También provoca al público con cierta indefinición del género, como si buscara hacernos creer que puede ser leída como comedia lo que definitivamente será una tragedia.
Estamos en Carnaval. Tenemos, como en La vis cómica, a un grupo itinerante de artistas que buscan ganarse la vida de pueblo en pueblo. En este caso nos encontramos con un empresario, dos hermanas huérfanas, hijas de madre polaca prostituta y padres desconocidos, y un tonto que –maravillosa metáfora– al mismo tiempo es dios. Uno de los tantos dioses posibles, en una de sus tantas facetas posibles: Dionisio.
Una de las hermanas es virgen. De la otra, poco sabremos. Virgen de sexo y de toda virtud, ha heredado de su madre una belleza extraña, una victrola y ocho discos de pasta que totalizan 16 canciones de jazz y de foxtrot. La vida es algo que se gana tocando una vez y otra esas canciones en la victrola, en perdidos pueblos pampeanos. Pasando los discos y bailando, para admiración de la peonada.
Los otros dos personajes de esta historia mitológica son Penteo, joven heredero de todo lo que allí alcanza a verse, y su madre viuda, que ya ha guardado el luto suficiente y querrá aprovechar la bacanal carnavalesca para satisfacer las necesidades de la carne. Carnevale. El juego de las máscaras, donde todos son auténticos por un rato, mientras aparentan ser un personaje. El resto será comedia. Y tragedia.
«La vida es un cuento narrado por un idiota», enseña Kartun. Y no es casual que el idiota y el dios coincidan en un mismo personaje. El público accederá a las palabras de la narración divina; los personajes solo conocerán la apariencia del opa. El dramaturgo también declara: «Los dioses no conocen de sutileza». Ese será el eje de la cuestión.
Habrá un amor imposible, enfrentado a un deseo desenfrenado. Habrá lucha de clases e injusticia, pero también Fuenteovejuna. Habrá una recreación de Eurípides, pero también de la horda primitiva de la que hablaba Sigmund Freud. Habrá y no habrá sutileza. Baco polaco es una obra imperdible, que vuelve a mostrar el talento enorme de Mauricio Kartun. No se la pierda. Germán A. Serain
Jueves a domingos a las 20
Teatro Sarmiento
Av. Sarmiento 2715, CABA
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