LA MUERTE, una eterna sorpresa

Un velorio en una muestra de desnudos

Antes de toparte con la muerte y de leer lo que escribió el artista, quizás quieras echar una ojeada a algunas fotografías que se exhibieron en el Palais de Glace, publicadas por el fotógrafo Marcos Zimmerman en su libro Desnudos Sudamericanos. Él mismo cuenta la curiosa anécdota sobre el velorio que se llevó a cabo con su muestra de desnudos como escenario.

El texto siguiente fue publicado por la Revista Ñ el 22 de agosto de 2009. 

La muerte, una eterna sorpresa
El viernes de la semana pasada llegaba al Palais de Glace cuando, de pronto, se acercó su director, Oscar Smoje, y me dijo:
– Te tengo que comunicar que hoy, aquí, va a haber un velorio.
– ¿Cómo? Un velorio…- pregunté desconcertado.
– Murió el maestro Miguel Dávila -respondió Oscar- y lo velarán aquí.
– ¿Aquí, en medio de mi muestra de desnudos?- pregunté, espantado.
– Sí, aquí -respondió-. – Lo traen en aquella ambulancia y lo velaremos en el auditorio -respondió, indicándome un vehículo que estaba estacionado en la puerta de entrada.

Quedé helado. Pero aún no había podido reponerme, cuando cuatro hombres de traje negro, mordiéndose el labio inferior en un gesto que evidenciaba su esfuerzo, pasaron ante mis ojos transportando el cajón del maestro por delante de las fotografías de estos hombres que parecían observarlos impávidos desde su desnudez. A los pocos segundos, los cuatro funebreros desaparecieron con el maestro por el fondo. En seguida, advertí miradas extrañas a mi alrededor.

Pero, antes de que nadie hubiera recobrado el aliento, aquellos mismos seres de traje negro volvieron a atravesar la muestra en sentido inverso, sin el maestro y mucho más relajados esta vez, deteniéndose en una y otra fotografía para comentarlas en voz alta ante mi mirada absorta. Vociferaban despreocupados, exteriorizando su hábito profesional a la muerte cotidiana. Los demás, en cambio, habíamos quedado petrificados en nuestros lugares, en absoluto silencio.

– Pero, es una familia católica…- escuché decir entonces a alguien, en voz baja.
– Y sus deudos tendrán que atravesar este salón lleno de hombres desnudos, en medio de una situación que implica tanto pudor como la muerte -reflexioné yo mismo.

Entonces, guiado por Smoje y con bastante temor, me acerqué hasta el auditorio y encontré al maestro solo, en medio de aquel salón, debajo de un maravilloso cuadro suyo que, como tantas de sus obras, continuarán deslumbrándonos más y más durante mucho tiempo.

Solo atiné a rezar una oración para rendir justo homenaje a este ilustre visitante inesperado que había llegado desde el más allá a hacerse presente, de un modo tan artístico, tan natural y delicado, a esta muestra que habla acerca de la rudeza del hombre y de la crudeza de la vida.

En verdad, maestro Dávila, estaré siempre agradecido por su presencia. ¡Usted ha sido mi visitante más sigiloso y más honorable!»

Sitio Web Marcos Zimmerman

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