FUCK ME, ácida autoficción

Fuck me – Intérpretes: Augusto Chiappe, Juan Francisco Lopez Bubica, Marina Otero, Fred Raposo, Matias Rebossio, Miguel Valdivieso, Cristian Vega – Artista Visual: Lucio Bazzalo –  Vestuario: Uriel Cistaro – Iluminación y Espacio: Adrián Grimozzi – Música: Julián Rodríguez Rona – Dramaturgia y Dirección: Marina Otero

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Fuck me completó la trilogía iniciada en 2012 por Marina Otero (Buenos Aires, 1984) con Andrea y Recordar 30 años para vivir 65 minutos. La coreógrafa y bailarina argentina estrenó este trabajo en el Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA) 2020, y la obra obtuvo además el Premio del público ZKB – Theater Spektakel 2021, en Zürich, Suiza.

Durante los treinta minutos de demora con respecto al horario de inicio de la función, un extenso recital de canciones de Sandro entretuvo al público que asistió al reestreno de este espectáculo que comenzó desde la platea, con los bailarines “infiltrados” entre los espectadores, desnudándose por completo en la butaca y subiendo al escenario con interpelante desenfado.

Micrófono en mano, irrumpió en escena Marina Otero, privada de movilidad por una operación de hernia de disco que ella misma se encargó de narrar detalladamente, y que le impidió ser la protagonista exclusiva de esta obra. ¿Ficción o realidad? Al parecer es esto último, pero en cualquier caso la coreógrafa contó cómo pese a todo siguió adelante y recurrió al desdoblamiento de su figura en cinco bailarines.

Menos de una hora duró Fuck me, y su caótico bombardeo de imágenes y sonido transcurrió siempre con el estilo confrontativo y transgresor de su autora. Es un trabajo centrado en el cuerpo,   lesionado el de Otero y ‘cosificado’ el de los bailarines. Esa ‘cosificación’ sobrevino espontáneamente pasada la sorpresa inicial provocada por la cruda y cercana exposición de la desnudez, como una naturalización de la misma.

“¿Qué cuerpo podrá contar la historia de mi vida hasta mi muerte? Sólo el mío”, reflexionó Otero, y habilitada por ese postulado se sumergió en una hiperreferencialidad bastante grotesca, que no siempre concitó interés o curiosidad. Fue difícil reconocer a la niña de los videos en el actual personaje oscuro y violento, de ‘estética grasa’ (Otero dixit); y resultó un trillado recurso la poco feliz inclusión de su fallida investigación sobre la vida de su abuelo, militar a quien debe su nombre. Todo, narrado por la bailarina en tono monocorde y sentenciante, en su doble rol autobiográfico y de directora autoritaria.

Video y performance en vivo operando en simultáneo, más videos de Andrea y Recordar 30 años…, megáfono y bolsas de residuos ya  utilizados en esas obras, cuerpos estrellados contra el piso o penetrados frenéticamente, incursiones por los pasillos de la platea, fueron algunos de los recursos utilizados por Otero para exponer su narcisismo, su agresivo concepto estético que ‘ya no puede sacar belleza del dolor’, su pedido de que la quieran, porque ella no se quiere.

Los cinco bailarines acompañaron la propuesta con un despliegue técnico espectacular; y fue notable el monólogo del brasileño Fred Raposo que enrostró un prejuicioso estereotipo de belleza masculina.

Terminados los aplausos y retirados los bailarines, Otero inició una carrera sin fin en circulo en escena, absolutamente desnuda. “Váyanse cuando quieran, yo voy a seguir corriendo” advirtió. Vida y ficción confundidas en todo un símbolo. Patricia Casañas

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