Para quienes no lo conocen, John Piper es un pastor bautista y escritor estadounidense con larga trayectoria en el mundo de la predicación evangélica. Es autor de libros sobre vida cristiana como Sed de Dios, Alegría indestructible o Cuando no se disipan las tinieblas). En ocasión de la actual pandemia ha publicado un breve pero profundo trabajo, disponible en línea y también en formato audiolibro.
Coronavirus and Christ, tal su título en inglés -todavía no tiene traducción al español- es un trabajo muy actual por dos motivos: primero porque, como se dijo antes, nos remite a la coyuntura que vivimos a nivel mundial desde hace algunos meses. Segundo, porque Piper lo escribió a fines de marzo, es decir hace prácticamente nada. Con sencillez de lenguaje y con una teología al alcance de todos, Piper también hace lugar para lo autorreferencial: comparte sus pensamientos y vivencias de cómo su fe fue puesta a prueba cuando se le detectó cáncer de próstata.
Es un libro que consta de una breve introducción y dos secciones. En la introducción establece un paralelo histórico con la pandemia de gripe de 1918, que acabó con la vida de más de cincuenta millones de personas. El autor hace por tanto la siguiente reflexión: el pasado es advertencia, no destino.
En la primera sección del libro, John Piper destaca y reafirma la soberanía de Dios incluso en medio de la calamidad y realiza un llamado a los creyentes en particular, y a la humanidad en general, a estar firmes sobre el fundamento, la Roca, Cristo y a poner su fe en esa roca en medio de este “histórico momento de amarga providencia”. Piper señala que el secreto para entender lo que sucede es el hecho de que “la misma soberanía de Dios que puede detener el coronavirus, pero que no lo hace, es la misma soberanía que sustenta el alma en medio de este”.
En la segunda parte, la pregunta recurrente es “¿Qué está haciendo Dios por medio del coronavirus?”. A este interrogante, Piper ofrece seis respuestas distintas pero con un eje común: la inescrutabilidad de los caminos divinos, la necesidad de que el ser humano considere seriamente las consecuencias del pecado en su propia vida, y la medida en que Dios se preocupa por su creación -que sufre “dolores de parto”- incluso en medio de esta pandemia o de cualquier otra calamidad. Y concluye esta parte con una sexta respuesta que aborda el tema de las misiones y en qué medida la obra misionera es alcanzada por esta coyuntura.
John Piper cierra su libro recién sacado del horno con una humilde oración de intercesión donde vuelve a reconocer la soberanía divina y ruega que corte aquellas “raíces y restos de orgullo y de odio y de caminos injustos”. Viviana Aubele
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