Elisey Mysin nació en Rusia. Aún no tiene diez años. Tiene carita de querubín, fino cabello rubio, ojos celestes, naricita respingada y unos mofletes adorables que al sonreír dejan ver unos hermosos hoyuelos. Cuando camina, en elegante traje, sus cortas piernecitas tienen toda la prestancia de una persona adulta. ¿Quién se atrevería a arriesgar que sus manos pequeñas podrían recorrer siete u ocho octavas frente a cientos de personas, cuando este niño apenas llega a tocar con los pies los pedales del piano?
Sin embargo, Elisey dejó sin aliento a esas personas cuando a los cinco años apareció en el programa Blue Bird, de la televisión rusa, y tocó con el pianista Denis Matsuev. Ya desde el vientre materno Elisey escuchaba a su hermana tocar el piano, y a los tres años lo tocaba él mismo. Ha recibido numerosas distinciones en su país y hasta se anima a componer.
Más allá de su pequeño cuerpo y corta edad, Elisey toca sin esfuerzo y se adueña de las teclas con gracia y gusto. Su figura parece agigantarse a medida que las notas fluyen de sus hábiles dedos. Con sus ojitos de niño mira con suma atención a la orquesta para saber cuándo debe tocar su parte. Y es evidente que disfruta de cada pieza que ejecuta y de los aplausos de un público complacido.
Dijo Salomón, “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Eclesiastés 3:1). En sus presentaciones, Elisey viste como adulto. Toca el piano como un adulto que asistió a conservatorio de música durante años. Saluda al público como lo haría un músico adulto. No es su culpa: la naturaleza lo ha dotado de una capacidad increíble, sumado a que su entorno familiar ha sido propicio para su inclinación musical. Incentivo no le falta: la versión en inglés de su sitio web arranca con esta leyenda: “Russia’s best young pianist today”, y en las publicaciones de la página se ensalza el genio musical de Elisey.
En un artículo de 2005 de la publicación especializada Scientific American, su autora, Marie-Noëlle Ganry-Tardy, psiquiatra infantil, brinda las dos caras de la moneda de estos prodigios. Si hay una cara optimista y bonita, entonces es probable que haya otra que no lo es tanto. “Y aún así hay un costado oscuro” dice la psiquiatra. “Para algunos de los más talentosos, es decir, aquellos cuyo coeficiente intelectual está en el rango de 140 a 150, este don puede volverse una trampa. Porque estos niños son tan perspicaces aún a tan temprana edad y tan capaces de darle sentido a las ideas de los adultos, que constantemente son conscientes de la posibilidad de arriesgarse a un fracaso. Esto puede paralizarlos incluso hasta emocionalmente: un demonio silencioso al que tanto padres como maestros deben estar atentos”.
Mirar tocar a Elisey Mysin es un placer. Escuchar sus interpretaciones nos produce asombro, admiración, y por qué no, una sana envidia. Pero todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del sol. Como adultos, la misión es clara, y ardua, tanto para su familia cercana como para sus maestros. Dejar que los niños sean niños, sin cortarles las alas ni cercenar ese maravilloso talento natural con que fueron bendecidos. Viviana Aubele
Elisey Misin toca el Concierto No. 3 de Mozart
Elisey Misin toca en el piano de Tchaikovsky
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