El país, una gran aula tituló Alicia de Arteaga la reseña de este libro fundamental. Fue en el salón de actos del colegio San José, en Azcuénaga al 100, donde quedó formalmente presentado el libro Arquitectura, educación y patrimonio, de Fabio Grementieri y Claudia Schmidt, impulsado y financiado por Nelly Arrieta de Blaquier, mecenas, presidenta de los Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes, distinguida pocas semanas atrás por la Frick Collection de Nueva York.
La elección del lugar tenía la determinacion de una lógica afectiva, porque en el Colegio San José estudió Herminio Arrieta, padre de Nelly, político y empresario que sentó las bases fundacionales del Ingenio Ledesma en el Norte argentino. Pensar la educación asociada con la arquitectura era un viejo sueño de Fabio Grementieri, arquitecto y apasionado defensor de este recurso no renovable, tampoco negociable. El período que va del 1600 a 1975, de los primeros establecimientos jesuíticos al último proyecto modernista, marca el desarrollo de una infraestrutura edilicia consagrada a la enseñanza. Este programa cobra protagonismo a partir de la sanción de la ley 1420 de educación gratuita y obligatoria.
Grementieri y Schimdt hablan entonces de la transformación del país «granero del mundo» en «aula universal», representación cabal del sueño de progreso del inmigrante condensado en la expresión » m’hijo el dotor» . De la escuela rancho, al claustro austero y al palacio imperial proyectado por Carlos y Hans Altgelt a fines del siglo XIX (hoy Palacio Pizzurno), se sucede la construcción de edificios en todo el país, estimulada por la ley Láinez de redistribución de recursos. El relevamiento de este collar magnífico de establecimientos públicos y privados, primarios y secundarios, sumado al aporte de planos, imágenes de archivo y fotografías actuales del arquitecto Grementieri, convierten a esta investigación en un registro histórico que dice de nuestro país muchos más que varios tratados eruditos. El punto de partida es la acción pionera de los jesuitas en el siglo XVII, que culmina con el último proyecto monumental de los años setenta: el colegio Manuel Belgrano, de Córdoba, ejemplo de la arquitectura imperante. La recorrida en el tiempo y en el espacio, con el hilo conductor de la educación, trae al presente un país con otras prioridades y otro horizonte. La educación fue factor de progreso y, como tal, generadora de igualdad; la cara opuesta de la nefasta expresión «alpargatas sí, libros no».
Hacer este libro llevó tres años de investigaciones y viajes, para rescatar y reflejar los edificios de escuelas normales, rurales, colegios nacionales, hogares y universidades. Mojones visibles, muchos de ellos en perfecto estado de conservación, otros con la cicatrices del tiempo y algunos , lamentablemente , conquistados para otros fines, convertidos en shoppings urbanos o camino de serlo. Como contrapartida, los autores rescatan el caso piloto del Colegio Nacional Agustín Alvarez, de Mendoza, que puede resultar orientador para futuras intervenciones en el patrimonio arquitectónico de la educación: no renovable, no negociable.
Por Alicia de Arteaga
LA NACION
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