La idea es original y atractiva. Lograr un espectáculo íntimo en una sala grande no es fácil, por lo cual la decisión de tomar el escenario mismo para un número reducido de espectadores es un buen punto de partida. Sin división alguna y con pocos elementos escenográficos se presenta el huérfano del título, presentado como un conferencista por otro actor que luego oficiará de memory coach, sentado entre los asistentes. Nunca se sabrá si el orador en cuestión se olvida en serio de la letra o si es parte del juego actoral. En todo caso, el recurso es válido.
El actor Antonio Leiva comienza entonces a contar las vicisitudes de su supuesta orfandad y de una vida que, sin embargo, le ha regalado momentos de felicidad. Leiva utiliza, para ilustrar su disertación, fotografías tomadas desde su primigenia niñez y adolescencia, cuenta detalles de su familia, mucho de su madre, de su homosexualidad, costumbres pretéritas del barrio, de lo social, de lo religioso, de los juegos, de sus afectos, poniendo siempre una cuota de humor. Aunque las fotografías aparecen reales y la similitud del entonces niño con el actual adulto son evidentes, es difícil saber en donde está la frontera de la realidad con el disparate.
Con un texto que adolece de recursos dramatúrgicos, a veces innecesariamente escatológico, el relato pasa a ser tierno cuando cuenta anécdotas o se sienta frente al guitarrista Leandro Soldano, quien aporta un clima musical propicio, generando una variante para evitar lo monótono. Los momentos más atrayentes ocurren cuando el actor habla desde el corazón, incluso riéndose de si mismo, de quien ha vivido experiencias disímiles durante más de medio siglo. Es ahí cuando es creíble y gracioso. Es ahí cuando también emociona. Martin Wullich
Se dio hasta mayo 2018
Teatro Empire
Hipólito Yrigoyen 1934 – Cap.
(011) 4954-0192