Juan Ignacio, un chico con retraso madurativo, vive jugando con un tren de juguete, encerrado en el entorno familiar con una madre autoritaria que lo quiere mucho, y quizás por eso lo sobreprotege.
En el transcurso de Como si pasara un tren podemos reír ante distintas escenas cómicas que se generan entre Juan y su prima Valeria. Ella ha venido a lo que considera el campo (seguramente un pueblo, aunque su tía afirme que es un ciudad) porque su madre la ha enviado allí para enseñarle una lección.
Todas las situaciones que se desencadenan son verosímiles y nos permiten apreciar la transformación de los personajes que se relacionan entre sí de un modo entrañable, descubriendo nuevas facetas en cada momento, mostrando su costado más vulnerable y también el más severo.
Teñida de una atmósfera de inocencia, pero sin resultar naïve, la trama retrata esos momentos hermosos en la vida cotidiana que quisiéramos capturar y se nos pasan de largo. Los que van en el tren ven todo borroso a través de las ventanillas; pero los que ven Como si pasara un tren podrán apreciar un trabajo de dramaturgia (Lorena Romanín) que capta fielmente la realidad, con un registro nítido, detallista, y episodios que no dejan de sorprender.
La escena coreográfica muestra cómo a través del baile estos dos primos logran un entendimiento. La adolescente tiene abstinencia tecnológica, porque su madre le ha sacado el celular, en la casa de su tía no hay Wi-Fi y ansía fugarse al locutorio y comunicarse con su mundo. Alejada de la universidad, de los amigos y de las redes sociales, ella descubre que en ese lugar donde parecería que va a morir de aburrimiento, quizá encuentre sus verdaderos afectos.
Susana, la madre de Juan, es el personaje que quizás más se transforma. Los diálogos por teléfono con su hermana son hilarantes y la presencia escénica de Silvia Villazur, imponente. Valeria resulta espontánea en todo momento, revelando sus buenas intenciones cuando todo parecería desmoronarse. Ante la cruda realidad, ante los seres sin corazón, la pieza propone un mundo donde el amor desinteresado podrá salvarnos.
La actuación de Guido Botto Fiora nos deja sin palabras. Su caracterización de Juan es impecable. Villazur (Susana) acierta en cada frase, en cada actitud y no deja dudas de que conoce muy bien su oficio. Luciana Grasso (Valeria) aparece como una revelación impactando con su frescura.
El texto de Romanin, con una historia sencilla y sin pretensiones, tiene la fuerza de esas obras literarias que nos han conmovido y que siempre recordaremos porque calan hondo en el espíritu humano. La química que los tres producen sobre el escenario es tan notable que los espectadores los ovacionan y aplauden de pie. El goce que los actores seguramente sienten al hacer esta obra lo transmiten al público. Milly Vázquez
Sábados a las 22 (enero 2020)
Sábados a las 20 (febrero 2020)
Teatro Picadero
Enrique Santos Discépolo 1857
(011) 5199-5793
teatropicadero.com.ar
Estrenó en El camarín de las Musas
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