Antes de charlar con el violinista Elías Gurevich, algo de historia. Fue en 1720 cuando Johann Sebastian Bach terminó de escribir sus seis Sonatas para violín solo, una obra cumbre dentro de la historia del violín. Este trabajo demuestra un nivel de maestría técnica y musical, un conocimiento tan profundo de las posibilidades y limitaciones del instrumento, al que ningún compositor se había acercado anteriormente. Además Bach transita en estas obras por una variedad musical de alcance asombroso, que abarca desde un contrapunto densamente trabajado hasta elegantes danzas cortesanas, en un estilo marcado por la invención rítmica, apuntalada por complejos cambios armónicos.
Dos siglos más tarde, en 1923, el compositor de origen belga Eugene Ysaÿe, después de haber escuchado la primera de estas sonatas de Bach, decidió componer sus propias seis Sonatas para violín solo, que representan la evolución de las técnicas y las expresiones musicales propias de su tiempo. En este caso, el compositor utilizó características prominentes de la música de principios del siglo XX, y empleó en todo momento técnicas virtuosas de arco y de mano izquierda, pues entendió que las herramientas de dominio del violín, de expresión, técnica y mecanismo, eran mucho más necesarias que en el pasado. De hecho, sintió que todo esto era indispensable para que el espíritu de sus obras pudiera expresarse sin restricciones. Por cierto, el instrumento para el cual fueron escritas estas sonatas ya no era el mismo violín barroco para el cual había escrito Bach, sino el violín moderno que hoy conocemos, con otras posibilidades y otra sonoridad.
Al cumplir cincuenta años de práctica con su instrumento, Elías Gurevich, talentoso violinista integrante de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Camerata Bariloche, miembro fundador del Trío Argentino y del dúo Manos a las obras, entre las referencia más relevantes de su currículum, decidió elaborar su primer proyecto en solitario. Se trata de un ambicioso plan que involucra editar seis discos, cada uno de ellos integrado por una de las sonatas de Bach, una de las sonatas de Ysaÿe y una tercera obra original escrita especialmente para este proyecto por un compositor argentino, tomando como referencia a los otros dos autores.
Otra particularidad del proyecto es que el mismo es abordado con tres instrumentos diferentes, que implican distintas formas de ejecución y también sonoridades diversas: un violín barroco para las obras de Bach, un violín moderno para las sonatas de Ysaÿe, y un violín eléctrico para las obras contemporáneas, como un símbolo representativo de nuestro tiempo, .
El primero de los discos, que sorprende por su calidad sonora e interpretativa, acaba de ser puesto a disposición del público en Bandcamp y pronto estará disponible también en todas las plataformas digitales. El álbum incluye la Sonata Nº 1 en Sol menor de Bach, la Sonata Nº 1 de Ysaÿe, y en este caso la obra argentina escrita especialmente para esta edición estuvo a cargo del compositor argentino Jorge Horst y lleva el titulo de Circumpolar.
Conversamos con Elías Gurevich acerca de los alcances de este inusual proyecto artístico.
¿Cómo y cuándo surge este proyecto tan particular de 300 años de solo violín?
A decir verdad este proyecto es la forma que encontré en mi cabeza y en mi espíritu de poder salir de la coyuntura emocional que fue y continúa siendo atravesar lo mejor posible esta lamentable pandemia que desde el año pasado nos tiene a todos viviendo de una manera muy diferente a lo que era nuestra antigua cotidianeidad.
En nuestra vocación y profesión de músicos, de un día para el otro, desde marzo del 2020, no tener la posibilidad de hacer música con mis compañeros de vida y sin ningún tipo de solución a la vista, ni a corto ni a mediano plazo, me produjo una sensación muy extraña en lo humano y especialmente en lo artístico. A partir de esta situación y ante la necesidad de seguir compartiendo mis horas con el violín, comencé a revisar y a poner en mi repertorio diario de estudio algunas obras para violín solo que hasta entonces no había tenido en cuenta, ocupado como estaba con mis actividades habituales de recitales y conciertos que nunca fueron con un repertorio de violín solo.
Así te encontraste de vuelta nada menos que con Bach a través de sus sonatas.
Johann Sebastian Bach con sus Sonatas y Eugene Ysaÿe con las suyas. Un movimiento un día, otro día otro, y de repente empecé a encontrar sonoramente muchos puntos en común entre estas dos obras monumentales de estos increíbles compositores. Empecé a informarme un poco más respecto de la historia de estas composiciones y me di cuenta de que esos puntos en común no eran una casualidad, ya que Ysaÿe comenzó a escribir sus sonatas a partir de haber escuchado la primera sonata de Bach.
Así que tenía a Bach, que presentó sus Sonatas y Partitas en 1720, y luego a Ysaÿe, que compuso sus Sonatas doscientos años más tarde, en 1923. Y justo estábamos en el 2020. Entonces pensé: ¿cómo encararía un compositor de nuestro tiempo una obra para violín solo? ¿Lo haría como Ysaÿe después de escuchar la Sonata Nº 1 de Bach ? ¿Compondría algo distinto con esas mismas ideas musicales? ¿Qué armonías usaría? Y así surgieron muchas incógnitas más.
Así que se cumplían tres siglos las sonatas de Bach y casi cien años de las de Ysaÿe. Una feliz coincidencia.
Precisamente. Ya teníamos 300 años de solo violín, llegados al día de hoy. Y pensaba en convocar a un compositor de hoy… Pero ¿con qué sonido? ¿Con el violín que usamos normalmente en la actualidad? Lo cierto es que hace 300 años no se tocaba ni con el violín ni con el arco que los violinistas usamos hoy. Entonces esa diferencia, volcada a una grabación, tenía que ser un elemento fundamental.
Tenía delante de mí seis sonatas de Bach y seis de Ysaÿe. Eso determinó el formato de la serie: decidí que fueran seis discos, cada uno de ellos con la inclusión de una obra de un compositor argentino contemporáneo, escrita especialmente para esta serie, para que realmente se pueda ver el proceso que tuvieron tanto el instrumento como los compositores y la manera de tocar propia de las distintas épocas. Así, con muchas preguntas y resolviendo lo que estaba a mi alcance, fueron pasando los meses.
Cuando el proyecto estuvo más o menos armado y fue posible salir a grabar, al liberarse algunas de las restricciones propias de la cuarentena que vivimos, se sumó Santiago Bruno, un gran productor artístico y músico. En su estudio empezamos a grabar el primero de los discos, con la Sonata Nº 1 de Bach, que interpreté con un violín Klotz de 1773 y con un arco y cuerdas similares a las que se usaban en la época barroca, y la primera de las sonatas de Ysaÿe, usando el mismo tipo de violín que el compositor tuvo en mente al momento de escribir su obra. Entonces vino la pregunta en relación a la obra contemporánea… ¿Qué sonido usamos?
En algún sentido la respuesta fue obvia: tenemos el violín eléctrico, con todas sus posibilidades tecnológicas, que incluyen estar en línea con una computadora o una mesa de grabación. Así fue que nuestro gran compositor Jorge Horst también se sumó al proyecto, con una obra escrita para violín eléctrico titulada Circumpolar, compuesta especialmente en referencia tanto a la Sonata Nº 1 de Bach como a la Sonata Nº 1 de Ysaÿe. Esta es la obra incluida en el primer disco de la serie, que es el que acabamos de terminar, justo a 300 años de la obra para violín solo de Johann Sebastian Bach.
No hace falta decir mucho acerca de Bach. Recuerdo una frase que dice que allí donde algunos músicos creen en Dios y otros no, todos en cambio creen en Bach. Ahora, ¿cuál es tu valoración de Ysaÿe como compositor y en particular en relación a estas sonatas?
De verdad creo que estas obras representan la evolución de las técnicas y las expresiones musicales de su tiempo. En todas sus sonatas Ysaÿe utilizó características de la música de principios del siglo XX, como ser técnicas virtuosas de arco y de la mano izquierda en todo momento, ya que seguramente sintió que en ese momento las herramientas de dominio del violín, de expresión, técnica y mecanismo, eran mucho más necesarias que en el pasado. Pero para mí lo más importante es que todo lo que quiso plasmar, todo lo que sentía emocionalmente en su época, con las posibilidades técnicas y sonoras propias de un violín, lo pudo plasmar en su composición.
Elías Gurevich ¿cómo seleccionaste a los compositores argentinos que te acompañarán en este proyecto y qué indicaciones que recibieron?
Más allá de lo que significa la producción de esta colección en términos económicos, la realización de este proyecto se basa especialmente en las nuevas obras que serán escritas para integrarlo. Por este motivo la idea fue reunir a un grupo de compositores lo más ecléctico posible. Naturalmente surgió que para el primer y segundo disco las obras a componer nacieran de compositores contemporáneos de música académica. Por esa razón Jorge Horst y Gabriel Valderde, que con sus músicas representan dos mundos de sonoridades y proyección muy distantes entre sí, fueron los primeros compositores convocados.
Después, para los restantes cuatro álbumes, el concepto es cambiar totalmente el enfoque y dejar de lado lo exclusivamente académico. Con este criterio fueron convocados Ezequiel Diz, Ernesto Jodos, Cesar Lerner y Guillo Espel. Cada uno de ellos va a escribir desde su propio lugar de escucha y realización como músico las obras que se correspondan con las sonatas de Bach e Ysaÿe de los respectivos álbumes en que cada uno de ellos participe. La idea es mantener este espíritu de distintas líneas compositivas lo más amplias y abarcadoras posible.
Con respecto a mis comentarios al convocarlos al proyecto, sobre qué o cómo hacer o pensar las obras, verdaderamente no existió ninguna indicación explícita. Para mí, en esta época, la conexión musical con esos dos grandes compositores que fueron Bach e Ysaÿe, puede pasar por muchísimos aspectos diferentes, desde lo más convencional hasta lo más lejano de mi percepción. Por eso la única idea que les transmití es que hagan lo que sientan y quieran desarrollar musicalmente.
La serie está encarada desde tres instrumentos diferentes, acorde a la época en que fue compuesta cada una de las obras. ¿Qué diferencias hay, tanto técnicas como de sonoridad, entre el violín barroco, el moderno y el violín eléctrico?
La gran diferencia está en el arco y en su manejo en cada uno de los tres instrumentos, y también en la afinación de 415 hz que se usa sólo en el violín barroco. Después es obvio que entre el violín barroco y el moderno también está presente el tema del vibrato, ya que en el barroco no se usaba y sí se empezó a utilizar más tarde. Pero la increíble diferencia pasa por el peso del arco (el arco barroco es más corto y tiene un talón mucho más liviano) y en la manera de desplazarlo sobre las cuerdas.
El violín eléctrico es técnicamente igual al violín moderno, solo que en vez de tener una caja acústica que sirva para la resonancia, hay que conectarlo a un amplificador o a una computadora con sistema de audio para que suene. Lógicamente, por este mismo motivo uno tiene además todas las posibilidades que ofrece un programa de computadora para disponer de mil variantes sonoras y rítmicas en un solo instrumento.
También en el violín eléctrico hay otro tipo de velocidad en los cambios de arco, que tiene que ser más lenta, ya que al estar conectado el violín a un amplificador, la reverberación es mucho mayor que en los violines tradicionales, y si uno cambia «normalmente» la dirección del arco el sonido se amontona y empasta las notas de una manera notable.
¿Alguna otra cosa, Elías Gurevich, que te parezca importante destacar en relación a este proyecto?Algo que en realidad debería haber señalado al principio de todo, es la inmensa disposición de todos los que se han ido sumando. Empezando por Santiago Bruno en la grabación, la edición y la masterización del primer disco de la serie. Su ayuda fue realmente indispensable, en la producción artística desde los controles del estudio. Y por Jorge Horst, responsable de componer una obra maravillosa especialmente para este primer álbum que hoy ya logramos editar. Y el gran fotógrafo Carlos Furman, por su impactante producción visual.
No han sido ni son momentos fáciles para nosotros ni nuestras familias, dadas las restricciones y las naturales preocupaciones derivadas de la pandemia. Así que también agradezco el constante y gran apoyo de las familias de Santiago, Jorge, Carlos y la mía propia, que hizo posible que este Volumen 1 de la serie 300 Años Solo Violín se concretara. Ahora el desafío está puesto en los cinco discos restantes.
Escuchar o comprar el disco 300 Años Solo Violín, Vol. 1, de Elías Gurevich
Elías Gurevich en la Orq. Filarmónica de Buenos Aires
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