TOMÁS COTIK: SUITES DE BACH, ¿cello o violín?

Una concepción diferente y atractiva de una de las obras para solista cumbres del barroco

La expresión probablemente abunda en la biografía de Johann Sebastian Bach. Es mucho lo que se supone, a través de los años, por encima de las certezas. Así, por ejemplo, uno lee que probablemente la famosa serie de Suites para violoncello solo (BWV 1007-1012) fue compuesta entre 1717 y 1723, cuando Bach era Kapellmeister en la ciudad de Köthen. Que acaso las escribió para alguno de los cellistas de su orquesta, como Christian Bernhard Linigke​ o Christian Ferdinand Abel, aunque este fuese más famoso como violagambista. Nunca se ha podido establecer una cronología precisa de estas suites, aunque su solidez sugiere que debió concebirse desde el inicio como un conjunto.

Otra hipótesis es que estas suites fueron escritas para violoncello a fin de eludir a un intérprete. El príncipe Leopoldo de Anhalt-Cöthen, para quien Bach trabajaba por entonces, era violagambista, pero no suficientemente virtuoso. Quizás por eso Bach decidió escribir estas piezas, ambiciosas desde la  exigencia técnica, para el violonchelo, a pesar de que por entonces ese instrumento usualmente se utilizaba para acompañamiento, y la viola da gamba era la que llevaba la línea melódica.

En cualquier caso, también era usual por entonces que una partitura fuese interpretada por los instrumentos que ​estuviesen más a mano en el momento. Esto ha dado lugar a no pocos malos entendidos. Un ejemplo: la famosa serie de preludios y fugas Das wohltemperierte Klavier (el título suele traducirse como El clave bien temperado) a veces es interpretada en piano, lo cual puede no ser correcto desde un punto de vista historicista. Pero en rigor la palabra Klavier en alemán alude a cualquier instrumento de teclado. El título deja abierta dicha posibilidad.

Volviendo a las Suites para violoncello solo, no se conservan manuscritos autógrafos de estas obras. La copia de referencia es la realizada por la segunda mujer de Bach, Anna Magdalena, complementada con algunas fuentes secundarias. En el marco de estas ambigüedades, hay quienes  aseguran que Bach no escribió estas suites para el violonchelo que hoy conocemos, sino para un instrumento de cinco cuerdas de menor tamaño: el violoncello piccolo.​ Otros sugieren que fueron escritas para violoncello da spalla.

En definitiva, el hecho de que estas Suites para violoncello sean grabadas utilizando otros instrumentos, no debería asombrar a nadie. Hay varias versiones grabadas en contrabajo, entre las que se destaca el registro del virtuoso Edgar Meyer. También hay versiones en viola da gamba, como la grabada por Paolo Pandolfo, y en viola, como la que grabó Patricia McCarty. Y también hay versiones en violín, como la que acaba de editarse en la interpretación del argentino Tomás Cotik.

Suite No.1 in G Major, BWV 1007, I. Pru00e9lude -   Tomu00e1s Cotik, Violin

Nacido en Buenos Aires en 1977, radicado en los Estados Unidos desde hace muchos años, luego de haberse integrado a la New World Symphony, la discografía de Cotik es extensa. Se destacan allí sus interpretaciones de Piazzolla en arreglos propios, además de registros de obras de Mozart, Schubert, Telemann y Bach. De este último se suman ahora estas Suites BWV 1007 a 1012, originales para violoncello, pero redescubiertas aquí en el violín, en una transcripción revisada por el propio intérprete.

Cuando un violinista decide abordar en solitario la obra de Bach, el desafío obvio está planteado por las Sonatas y partitas para violín solo, que Cotik grabó en 2020. No está claro si estas obras son anteriores o no a las Suites para violoncello, aunque algunos expertos opinan que sí, sobre la base de un análisis comparativo con el estilo de otras obras. En cualquier caso, la música barroca no le es en absoluto ajena a Cotik, y en esta transcripción la obra original para cello cobra un vuelo maravilloso, que nos permite redescubrir la partitura por completo. Con todo lo que se ha dicho en relación al amplio registro del violoncello y su facilidad para el canto, la tentación de decir que estas Suites parecen haber sido escritas pensando en el violín es fuerte.

Las suites son conjuntos de piezas bailables, de origen francés (allemanda, courante, sarabanda, menuet, bourrée, gavotte, gige). Su génesis se remonta a los laudistas del Renacimiento y guarda relación con lo que son las partitas en el contexto italiano. Las Suites para violoncello de Bach responden a la forma de la Suite Inglesa para clave, con un preludio muy personal y atractivo que introduce la posterior serie de danzas.

Durante muchos años estas Suites fueron tenidas casi exclusivamente como parte del repertorio para el estudio del violoncello, sin ser valoradas como obras de profunda relevancia musical. Así fue al menos hasta que Pablo Casals las destacó como las obras de auténtica valía que son. Fueron luego muchos los grandes cellistas que abordaron el desafío: Mstislav Rostropovich, Pierre Fournier, Jacqueline du Pré, Yo-Yo Ma, Mischa Maisky, Gregor Piatigorsky, Janos Starker, Anner Bijlsma, Heinrich Schiff, Pieter Wispelwey y tantos más.

​Cada interpretación es diferente, según los aspectos técnicos, expresivos, la intención de ajustarse o no a una interpretación de época, etcétera. ​Pero aquí además cambia el instrumento. Hay quienes desconfían de las transcripciones: piensan que cuando una obra fue escrita para una sonoridad determinada, eso no puede ser modificado. Sin embargo, el propio Bach transcribió la quinta suite de la serie para laúd. Y Robert Schumann les escribió un acompañamiento de piano. Hay versiones  de estas suites para guitarra, mandolina, viola da gamba, flauta dulce y pianoforte.  Y hasta hay una recomposición reciente del cellista y compositor Peter Gregson, con efectos electrónicos y una estética minimalista. Cada una de estas variantes de una misma obra propone un acercamiento radicalmente diferente. Y en el caso de estas lecturas en violín de Tomás Cotik, el acercamiento es maravilloso. No deje de escucharlas.  Germán A. Serain

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