Hemos manifestado en otras ocasiones nuestras reservas en cuanto a la seriedad de los Premios Gardel, en particular en lo relativo al rubro Mejor Disco de Música Clásica. Sin embargo, debemos reconocer que este año ha quedado felizmente seleccionada una terna de discos por demás interesantes, integrada por tres pianistas talentosas y brillantes. Por una parte aparece el disco de Haydée Schvartz dedicado a la integral de los Preludios de Claude Debussy. Por la otra, dos trabajos que ponen el centro de atención en la música latinoamericana: Daniela Salinas con un programa dedicado de manera exclusiva al brasileño Heitor Villa-Lobos, y Fernanda Morello con el disco Territorios – Paisaje latinoamericano en el piano.
Editado por el joven sello Virtuoso, cuyos responsables se presentan como un grupo de profesionales con experiencia en la producción de proyectos de música clásica y contemporánea, principalmente enfocados en la difusión de artistas y compositores argentinos y latinoamericanos, Territorios está integrado por las Tres piezas Op. 6 de Alberto Ginastera, los Aires nacionales argentinos Op. 17 de Julián Aguirre y una obra del compositor boliviano Eduardo Caba Balsalia (1890-1953): los Aires Indios de Bolivia.
Conversamos con Fernanda Morello para conocer algunos detalles de Territorios y también su mirada acerca de la música que constituye el centro de este trabajo.
Más allá del título del disco, tenemos dos compositores argentinos y un compositor boliviano. ¿Cómo surge la idea de hacer este álbum dedicado a la música latinoamericana y cómo elegiste el repertorio?
Territorios surgió a principios de 2019 gracias a una invitación de Virtuoso, que había ganado un Premio Gardel con un disco de Horacio Lavandera. Estaban con mucha fuerza puesta en grabar música de artistas latinoamericanos, tanto intérpretes como compositores.
Al momento de recibir el llamado yo estaba en Australia, adonde había ido a dar un recital con Virginia Correa Dupuy, invitada por Melanie Plesch. Al comenzar a pensar en un repertorio posible para un disco de músicas latinoamericanas, entre las muchas fuentes a las que recurrí estuvieron algunas charlas con esta musicóloga y la lectura de muchos de sus trabajos, donde aparece la idea del paisaje como inspiración dentro del repertorio latinoamericano, una constante que ya antes había tenido lugar también en Europa.
Después hubo cuestiones logísticas: tiempos que hay que precipitar sobre ventanas de oportunidad, y entonces lo que tal vez surgió como un proyecto sobre una geografía más vasta de América Latina, también por razones de tiempo que tuvieron que ver con la agenda del CCK, donde el disco iba a ser grabado, hicieron que tomara la decisión de empezar por Argentina y Bolivia.
En cuanto a la Argentina, algo sincrónico fue que yo estaba tocando Ginastera en el momento en que fui convocada para hacer el disco, y la obra incluida en Territorios me gusta muchísimo. Después pensé en los Tristes de Julián Aguirre, que yo siempre había querido grabar, porque la miniatura en el piano es una especie que me convoca mucho, con toda su propuesta de escucha cercana, íntima y preciosista, para nada épica.
En la investigación que pongo en marcha sobre compositores latinoamericanos que toman el paisaje como fuente de inspiración, me encuentro con Eduardo Caba, compositor de bandera en Bolivia. Me conecto con la pianista y musicóloga Mariana Alandia, quien junto con su marido Javier Parrado, también musicólogo, me ponen en contacto con un trabajo de investigación que habían hecho sobre la obra de Caba.
Los Aires Indios de Bolivia me parecieron muy interesantes de explorar. Me gustó además la coincidencia de que Caba fuera contemporáneo de Aguirre, que hubiera estudiado en Buenos Aires y vivido muchos años en Argentina. Me puso muy feliz conocer esta música, que además es un repertorio muy poco transitado.
Fernanda Morello ¿Qué lugar le darías a la música académica destinada al piano dentro del corpus general de la llamada música clásica?
La música académica latinoamericana es un corpus en sí mismo. Es enorme, muy rica, muy vasta… Está llena de sonidos, de colores y ritmos. En el piano hay varios momentos, pero hay uno de nacionalismo, que es un poco el segmento temporal y estilístico que muestra Territorios, entre fines del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Este período está muy asociado a la pieza de carácter europeo, a la pieza de salón, pero también están abordadas las grandes formas: la sonata, la suite, el concierto. Sucede que a veces no es sencillo encontrar los materiales, pero nuestra música es muy valorada en todo el mundo, y es muy reconfortante ver en los ámbitos académicos, en las programaciones, lo presente que están nuestros compositores y la seriedad y el entusiasmo con que son tratadas sus obras.
En Australia, el titular de la cátedra de clarinete se puso en contacto conmigo para pedirme la sonata de Guastavino; y el concierto de Ginastera que hicimos tuvo una recepción fabulosa, despertó un interés impresionante. Alberto Ginastera es nuestro gran compositor, el más representativo, pero también pasa con Felipe Boero, estudiado en universidades en todo el mundo, y por supuesto Carlos Guastavino, o Alberto Williams, o Julián Aguirre… Y te hablo solamente de los argentinos, pero esto también pasa con muchísimos compositores de Latinoamérica. Con Heitor Villa-Lobos, sin ir más lejos, que es otro gigante.
En cuanto al piano, como pasa en el universo de toda la música académica, se trata de un instrumento tan generoso, tan enorme, tan autoabastecido, que ya sea desde lo solístico, lo concertístico o lo camarístico, tiene una producción enorme en cantidad. Y yo trato de que esto esté vivo, en mi repertorio y también en mi trabajo de cátedra. Así que respondiendo qué lugar le daría yo, en una apuesta personal, será siempre un lugar de absoluta relevancia.
Sin ser pianista, intuyo que el abordaje de una obra debe darse de un modo distinto tratándose de un compositor clásico o romántico europeo o de una obra latinoamericana. ¿Qué podrías decir en relación al abordaje de las músicas que integran tu disco?
En realidad, mi modo de abordar estas músicas no es diferente de mi manera de preparar Brahms o Schumann, Debussy, Ravel o Shostakovich. Mi acercamiento a la música es siempre el mismo, y la diferencia de materiales en realidad resuena en las mismas distancias que pueden tener lugar al pasar de un compositor a cualquier otro. Lo que sí es cierto es que el material tópico de estas músicas, que están tan atravesadas por el nacionalismo y por gestos asociados a nuestro folclore, tiene para mí un peso muy diferente al de aquellas otras músicas asociadas a otras inspiraciones folclóricas.
Imagino que las músicas Dvorák, o Smetana, o Janácek tienen una resonancia, una eficacia y una organicidad en manos de músicos checos que uno seguramente no puede aportarle. Pero fuera de lo que tiene que ver con la inspiración popular, mi acercamiento es siempre el mismo, y tiene que ver con entender las formas de la música, el discurso y el procedimiento, entender de dónde sale esa obra, en qué contexto de la producción del compositor y demás.
Es verdad que algunas de mis decisiones en este disco las tomé desde una libertad en la que me sentí particularmente autorizada. Por ejemplo en la Norteña de Ginastera, donde hay como una especie de aire de baguala que está escrita en tres tiempos, evité adrede ser rigurosa en el solfeo, a diferencia de lo que sucede en la mayoría de las versiones. Por el contrario, fui más hacia un tres de oído, pensando en el tocar de las cajas de las copleras del norte, donde sí hay un tres, pero que no es el tres del metrónomo. Y esto pasa cuando uno tiene una pertenencia histórica con el material con que trabajás.
Fernanda Morello ¿Cuáles son tus próximos proyectos? ¿Estuviste trabajando con las Escenas infantiles de Schumann?
Los proyectos son muchos y muy hermosos, pero tienen un gran signo de interrogación en estos momentos tan difíciles que estamos viviendo en el mundo, pero en especial en Argentina. Hay ideas de presentaciones, en el Teatro Colón con la Filarmónica, con Daniela Tabernig, un concierto de mujeres en la música -donde participo como curadora-, entre otros, con fechas a definirse cuando pase todo esto. Lo que sí va a pasar es el disco Habla el poeta, sobre obras de Robert Schumann que aprendí a mis quince años, revisitadas ahora, en mi madurez de vida. Se trata de volver a dialogar con las Escenas infantiles, con los Arabeskes Op. 18 y con un Nocturno de Clara Wieck Schumann, que me gusta mucho.
Habla el poeta se trata mucho de la escucha que hacemos los intérpretes. Cuánto hay de escuchar eso que ese “gran otro” que es el compositor tiene para decirnos, y cuánto de eso podemos transmitirle a ese “otro gran otro” que es el público. Los títulos de mis discos son pistas sobre mi conexión con la música que incluyen. Y en esta época de mi vida tiene mucho peso la noción de diálogo, de la intimidad, de la escucha profunda de un material que es misterioso en la página, y que uno tiene el privilegio de asumir el desafío de transformarlo en algo para poder compartir. Territorios también habla de esto. Siempre sentí que el piano es mi territorio más amado. Así de grandilocuente como suena; pero lo digo de corazón.
Escuchar Territorios completo en Deezer
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