Inusual instrumento es la marimba, por lo menos en una orquesta sinfónica. Sin embargo, Enrique Arturo Diemecke se dio el placer de componer un concierto –Fiesta Otoñal– para este particular y atractivo instrumento de percusión -hermano del xilofón-, basado en un original para guitarras –Concierto a Celedonio– y arreglado por pedido del marimbista Saúl Medina.
En su estreno en Buenos Aires logró, en clásicos movimientos allegro / adagio / allegro, 20 minutos de un atractivo fresco otoñal, tal como su nombre y el adagio lo indican. El solista mexicano Saúl Medina, egresado de la Academia Internacional de Marimba Katarzyna Mycka de Polonia, con vestimenta ad hoc, mangas ranglan y simpatía rebosante, imprimió al instrumento el toque personal con sus cuatro blandas baquetas manejadas con precisión absoluta para hacer sentir que la estación compuesta por Diemecke era la misma que se vivía en el exterior con su variopinta paleta natural.
Ya con la orquesta preparada para la interpretación de la Sinfonía No. 1 Titán de Gustav Mahler, el Maestro Enrique Arturo Diemecke saltó hacia el podio en un paso casi coreográfico y fue sorprendido por el deslizamiento del mueble sobre el escenario, que lo hizo trastabillar y demostrar a la vez su dominio del equilibrio para no caer. Sin mucha preocupación, bajó del mismo, lo reubicó, se aseguró de que estaba firme y subió otra vez para extender sus manos abiertas con alta capacidad histriónica como diciendo: ¡aquí estoy, ahora si!, y arrancó un alegre y cerrado aplauso. Ese mismo aplauso y esa misma actitud se repitieron multiplicadamente después de la estupenda ejecución de la sinfonía primera del compositor austríaco. No fue el único movimiento llamativo: tres intérpretes de bronces entraron varios minutos más tarde de comenzada la ejecución.
Fuera de lo anecdótico, cada grupo orquestal y cada instrumento solista brilló con las indicaciones dadas, generando un todo absolutamente sustanciado con la impronta mahleriana, impactante y emotivo, como en los pizzicatos de los chelos, el clima subyugante de los contrabajos en la melodía, junto a la delicada presencia de las violas y la estampa de los bronces. Con un final de imponente crescendo en los vientos, mientras las cuerdas cerraban el enérgico diálogo orquestal no exento de poético encanto, Diemecke llevó a la orquesta a expresar en su totalidad y con categórica precisión el tormentoso tiempo indicado por Mahler. Martin Wullich
Fue el 26 de mayo de 2011
Teatro Colón
Libertad 621 – Cap.
(011) 4378-7100
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