Theodora – Elenco: Yun Jung Choi, Martín Oro, Víctor Torres, Florencia Machado, Santiago Martínez, Iván Maier – Actriz: Mercedes Morán – Música: Georg Friedrich Händel – Libreto: Thomas Morell (sobre texto de Robert Boyle) – Dirección musical: Johannes Pramsohler – Orquesta: Estable del Teatro Colón – Dramaturgia y dirección de escena: Alejandro Tantanian
Theodora es una de las últimas obras de Georg F. Händel y narra la historia de una mártir del siglo IV, en tiempos de Diocleciano -gran perseguidor de cristianos-, y Dídimo, el hombre que por amor se convirtió al cristianismo. Sus finales fueron trágicos, los ejecutó el poder de turno a causa de sus convicciones. Y ese desenlace es lo que respetaron tanto Thomas Morell, el libretista de Händel, y Robert Boyle, el autor de la obra que inspiró al compositor.
Este hermoso oratorio llegó por vez primera al Colón este pasado 28 de septiembre. Yun Jung Choi le dio conmovedora voz a la valerosa joven que prefirió la muerte a renunciar a su fe. La soprano surcoreana ya había cantado con el director tirolés Johannes Pramsohler, en esta oportunidad al frente de la Orquesta Estable del Teatro Colón. Aunque Martín Oro (Dídimo) tuvo algunos altibajos en el inicio, fue mejorando luego, y el dueto final con la soprano fue de gran energía y patetismo. Los personajes de Irene, amiga de la mártir, y del perverso Valens estuvieron estupendamente representados por Florencia Machado y Víctor Torres.
Esto es lo más rescatable de la puesta anunciada con bombos y platillos como “disruptiva”. En un giro que pretende ser audaz, se ha querido transpolar la historia de dos mártires cristianos a una realidad diametralmente distinta. No solo choca contra el espíritu de Theodora, sino que el producto final que pone en escena Alejandro Tantanian se asemeja más a un panfleto pergeñado por un falso feminismo tan en boga en estos tiempos.
No importa si se pervierte lo que los autores de la obra quisieron transmitir. No importa si la pobre inclusión de textos de Franco Torchia y de la dudosa teología de Marcella Althaus-Reid pisotean y “ningunean” la belleza y la riqueza de contenido de la obra original. Cual Procrustes, se ajusta una obra del barroco -sobre los primeros siglos de la era cristiana- a una perspectiva de género posmoderna, con la que se pretende que todos estemos de acuerdo, sin importar la libertad de pensamiento y de credos de cada uno.
Que Mercedes Morán interrumpa con lecturas de Althaus-Reid el desarrollo de la trama y el fluir de la música y del canto es de una desprolijidad increíble. Si lo que se quería era incluir estos escritos, ¿no hubiera sido más adecuado adaptarlos para que no desentonasen? Que en el escenario aparezca un camarógrafo no solo no concuerda: distrae, como las leyendas de contenido por demás burdo, en letras azules sobre fondo negro -de dificultosa lectura si uno vio la función online-, y que seguramente llamaron más la atención que la hermosa obertura del oratorio. Es injustificable que semejante producción ofrezca una escenografía más berreta que una obrita de teatro en la escuela del barrio; e inconcebible que en el streaming, recién apareciera el subtitulado hasta media hora después.
La dichosa teología queer de Althaus-Reid aburre con lo del “patriarcado”, con lo de la opresión a la mujer por parte del hombre, etcétera. ¿Por qué, entonces, tanto Morán como Theodora e Irene están vestidas justamente como esos “machos opresores”? ¿Por qué, si Theodora y Dídimo sufrieron la opresión del poder romano, no hay ni una sola invectiva contra eso? ¿A cuento de qué viene la pregunta de si la mujer debe o no llevar corpiño en la calle? Althaus-Reid afirma que “la teología es un lecho de muerte donde jamás ha existido la mujer autora”. ¿Habrá escuchado hablar de Hildegarda de Bingen, Teresa de Jesús, Catalina de Siena, por ejemplo?
Según Marcella Althaus-Reid, la “Virgen María es una mujer blanca y rica”. ¿Se habrán percatado Althaus-Reid y los que pergeñaron este mamarracho que los mexicanos veneran a una virgen morena? Entre tanto, los fragmentos de discurso que Morán mecha entre segmentos musicales mencionan hasta el hartazgo la pobreza, el hambre, la desnutrición. Alejandro Tantanian, Torchia, et al se acercan al pastiche.
Dicen que “la libertad es libre”. Y aunque pleonasmo, lo cierto es que gracias a Dios y por ahora, hay libertad de expresión y libertad de cultos. Por ahora. Todos tenemos derecho, y hasta la obligación, de denunciar abusos, de plantarnos frente a las injusticias, a la opresión. Pero evidentemente, para muchos es mucho más fácil adueñarse de la idea de otros e “intervenirla” para ajustarla a sus propias agendas. Como se diría en una charla de bar: no se les cae una sola idea y le roban a otro. La víctima fue el pobre Händel. La memoria de los mártires que no dudaron en ser fieles a Cristo y morir en vez de renunciar a su fe, ha sido bastardeada y pisoteada. La cizaña ha sido sembrada en medio del trigo. Viviana Aubele
Fue el 1 de octubre de 2021
Teatro Colón
Libertad 621 – Cap.
(011) 4378-7100
teatrocolon.org.ar
Sitio Web Alejandro Tantanian
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