He aquí la breve historia de cuatro estudiantes de medicina de la Universidad de Buenos Aires, que lograron programar la transmisión radial de una ópera hace 100 años, y se hicieron conocidos como “los locos de la azotea”.
La aparición de la radiofonía ciertamente revolucionó el siglo XX. El italiano Guillermo Marconi, reconocido como responsable del invento, efectuó los primeros experimentos vinculados a la radio a partir de 1895, pero solo después de una maduración de seis años concretaría la transmisión del primer mensaje, que se estableció entre dos ciudades británicas en 1901. Durante las dos primeras décadas del siglo la radio no tuvo, sin embargo, prácticamente ninguna aplicación pública. Al igual que en el caso del cine, la técnica llegó antes que el concepto que debería darle forma, sin que se advirtieran de inmediato las posibilidades artísticas, comunicativas y comerciales del naciente medio.
En 1920 fue instalada la primera planta transmisora de radio en la ciudad de Pittsburg, Estados Unidos de América. Los escasos receptores existentes por aquel entonces, primitivos y precarios, disponían de sulfuro de plomo como detector de señal, más conocido como piedra o cristal de galena, aunque por la época ya habían comenzado a hacer su aparición comercial los primeros diodos simples. Un año después de la instalación de aquella primera planta, sólo en los Estados Unidos se habían vendido cerca de 800.000 receptores de radio, lo cual habla de la rápida difusión y aceptación que tuvo el nuevo medio de comunicación. Pero sería en nuestro país, muy poco tiempo después de haberse inaugurado la planta de Pittsburg, donde tendría lugar la primera transmisión programada de radio.
El 26 de agosto de 1920 la compañía lírica de la empresa Mocchi arribaba al puerto de Buenos Aires a bordo del vapor Príncipe de Udine, para actuar en el Teatro Coliseo en una puesta de Parsifal, la ópera de Richard Wagner, que se había presentado al público local por última vez en el año 1914. El elenco estaba encabezado por la soprano argentina Sara César y el barítono Aldo Rossi Morelli, con Felix Weingartner en el podio (“el más grande de los maestros modernos de la batuta”, según una crítica de la época). La noche del 27 de agosto, exactamente seis minutos después de las nueve, tuvo inicio la transmisión en directo de la ópera, desde la azotea del mismo edificio del Teatro. Los responsables de la empresa fueron Miguel Mujica, César Guerrico, Luis Romero Carranza y Enrique Susini, quienes pasarían a la historia como los pioneros de la radiodifusión argentina.
Un año antes de la histórica transmisión, Susini había viajado a Francia con el propósito de perfeccionarse en su flamante profesión de médico. Europa se encontraba sumida en las secuelas de la primera guerra mundial. La radio, como tantos otros inventos, se había desarrollado a la sombra del enfrentamiento, manteniendo abiertas las comunicaciones en los distintos frentes de batalla. La pregunta que se hizo entonces Susini fue qué se haría con los numerosos equipos transmisores que el ejército francés había utilizado durante el conflicto. Y así se le ocurrió la insólita idea de volver a Buenos Aires con algunos componentes en desuso y darles un nuevo destino, totalmente diferente al que habían tenido en su origen: utilizarlos para transmitir música en vez de mensajes de campaña.
De modo que cuando retorna a la Argentina al año siguiente, lo hace trayendo consigo una cantidad de válvulas Pathé en sus valijas. Con esas válvulas de descarte del ejército francés, sumadas a otros elementos conseguidos en el país, construye el primer transmisor de radio local, con una potencia de 5 vatios. Un primitivo micrófono que se acopló para captar las señales a transmitir y una bocina similar a la utilizada por los fonógrafos antiguos completaron el equipo.
La tarea siguiente de Susini y sus tres socios fue convencer a los titulares del Coliseo, los empresarios Faustino da Rosa y Walter Mocchi, para que les permitieran colocar una antena transmisora en la terraza del edificio. A partir de entonces el grupo conformado por los cuatro aficionados sería conocido popularmente como los locos de la azotea. Mujica, Guerrico, Romero Carranza y Susini serían además los titulares de la primera sociedad radiofónica del país: LOR Sociedad Radio Argentina.
La noche en la que se ofreció la primera función de Parsifal, una concurrencia que ocupaba por completo la sala del Teatro Coliseo presenció el espectáculo. Pero también formaron parte del auditorio algunos elegidos que no asistieron a la función, y ellos fueron los pocos porteños que por haberse interesado en la radioelectricidad contaban en aquel momento con un receptor de radio a galena y pudieron captar la transmisión. Aquella noche fueron cerca de cincuenta las personas que escucharon un Wagner diferente, con un sonido de seguro mucho más pobre que el que disfrutaron los asistentes al Coliseo, pero al mismo tiempo más memorable. Otros testigos fueron los tripulantes de un barco anclado en el puerto de Santos, en Brasil, que llegaron a recibir las ondas transmitidas por el equipo de Susini.
“Música llovida del cielo”, fue el título del diario La Razón del 28 de agosto de aquel año. En realidad por aquellos tiempos era usual la realización de transmisiones radiales de carácter experimental, tanto en Argentina como en otras partes del mundo. Pero en este caso hubo una diferencia radical, que residió en el hecho de tratarse de la primera de una serie regular de emisiones, con horario preestablecido, inaugurando la sistematización del servicio de radiodifusión. Radio Argentina, que obtuvo la primera licencia de radiofonía en el país, iniciaba así sus actividades. Cabe acaso destacar que en los Estados Unidos recién el 2 de noviembre de 1920 fue emitido el primer programa de radio en similares condiciones, para difundir los resultados de las elecciones presidenciales.
Un mes después de la transmisión de Parsifal, ya terminadas las funciones en el Coliseo, Susini y sus colegas siguieron realizando emisiones especiales. Susini, además de ser el presentador (speaker, según la jerga imperante, netamente anglófila), cantaba en distintos idiomas, cambiando el nombre en cada ocasión para disimular lo reducido del elenco.
A un año de la gloriosa noche, Radio Argentina ya transmitía en forma regular desde varios teatros de Buenos Aires. Esta emisora fue también la primera en difundir un programa noticioso, formar un equipo de locutores y obtener la primera patente de marca en su tipo reconocida internacionalmente. En 1922 la antena de la emisora fue trasladada a la terraza de la casa de remates Guerrico y Williams, ubicada en la calle Carlos Pellegrini al 100, desde donde se transmitió el 12 de octubre de aquel año la asunción del presidente Marcelo Torcuato de Alvear.
Cuando en 1970 se cumplieron los 50 años de aquella jornada inaugural que marcó el comienzo de la historia de la radio en nuestro país, los locos de la azotea recibieron un reconocimiento del gobierno, que instituyó además el 27 de agosto como Día Nacional de la Radiodifusión.
La música de Wagner estuvo en el comienzo y hoy la epopeya se reedita en forma diaria. Parsifal podrá ser reemplazada por Carmen o El mandarín maravilloso, por una sonata de Beethoven o un concierto de Vivaldi, por música de Piazzolla, Monteverdi o Alban Berg. La música continúa siendo uno de los comunes denominadores de esta historia. Germán A. Serain
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