Recibido con una ovación, Daniel Barenboim subió al podio y se tomó un tiempo como para sumirse en el clima que requiere la historia cantada. Las primeras notas de Tristán e Isolda aparecieron, subyugantes, imprimiendo el carácter acorde. Pero después de un par de minutos se percibió un molesto ruido en los pisos superiores, sin el más mínimo respeto por la situación. El director no lo dudó, interrumpió la interpretación y miró hacia el lugar de donde provenía. Unos segundos más tarde otro sonido llegó desde otro lado de la sala. También miró hacia allí, visiblemente molesto. El Colón entero pareció responder a su mirada. Sólo cuando el silencio fue absoluto, levantó sus brazos y comenzó otra vez, da capo.
Hay noches en donde los músicos, los cantantes y hasta los ángeles parecen estar alineados para dar lo mejor, lo perfecto. Esto se percibió durante la impecable ejecución de los elegidos momentos de Tristán e Isolda, de Richard Wagner. Si el Preludio de ese maravilloso relato fue sublime, no lo fueron menos el 2do. Acto y la muerte de amor del último acto. Si hubo una estrella destacable y deleitable, en un elenco donde todos brillaron, ella fue Waltraud Meier -personificando a una Isolda memorable-, de notable imponencia vocal, expresión sentida y perfecta afinación. También tuvo estupendos momentos la mezzo Ekaterina Gubanova en el papel de Brangania.
En tanto, en los roles masculinos, fue impecable el desempeño de René Pape, quien con su profunda voz de bajo marcó estupendamente la personalidad del Rey Marke. Superlativa fue la actuación de Gustavo López Manzitti, en la gozosa emisión y sustanciación personificando a Melot, mientras Peter Seiffert generó un digno Tristán.
La West-Eastern Divan Orchestra respondió con excelencia al clima preciso que digitó Barenboim desde el podio, llegando emotivamente junto a las voces, a ese supremo deleite que cierra la muerte de amor, en el aliento infinito del alma universal. Martin Wullich
Fue el 4 de agosto de 2014
Teatro Colón
Libertad 651 – Cap.
(011) 4378-7109
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