La violación de Lucrecia – Actúa: Nuria Espert – Traducción texto original: José Luis Rivas Vélez – Diseño sonoro: Sandra Vicente – Iluminación: Juanjo Llorens – Escenografía y vestuario: Ikerne Giménez – Autor: William Shakespeare – Director: Miguel Del Arco
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La consigna “Ni una menos“, vinculada con el dolor, vibra en el aire. Si bien en cierto sentido puede decirse que toda obra de arte posee un significado intrínseco, que le resulta propio, también es cierto que toda manifestación en el terreno del arte es resignificada siempre en el contexto de su interpretación. Cuando la palabra femicidio está en boca de todos, la presentación de una obra como La violación de Lucrecia de William Shakespeare como parte de la temporada internacional del Teatro San Martín, no puede resultar indiferente.
Shakespeare escribió este poema narrativo en 1595, a partir de una leyenda recogida por Tito Livio en su Historia de la fundación de Roma. Lucio Tarquino es el último monarca romano. Su hijo Sexto está obsesionado con la esposa del general Colatino, la bella y honorable Lucrecia, y en ausencia de su marido se hace presente en su morada. Lucrecia lo recibe con hospitalidad, pero durante la noche el príncipe fuerza la entrada del dormitorio de la dama y la somete.
Atormentada por lo sucedido, por la mañana ella envía un mensajero a su esposo, pidiéndole que regrese. Sobrepasada por la vergüenza, le refiere lo sucedido y, tras encomendarle que vengue su arrebatado honor, revela el nombre de su ofensor y acto seguido se quita la vida. Colatino y su primo Lucio Bruto acuerdan desterrar a los Tarquino de Roma, dando así inicio a la República.
La historia que narra Shakespeare se detiene en este punto. Pero sus versos quedan resonando. Tarquino no duda en acusar a la pobre Lucrecia por el delito que él está a punto de cometer: “Es el color de tu cara, que aun colérico hace palidecer al lirio y enrojecer la rosa púrpura de vergüenza, quien abogará por mí y mi historia de amor. Bajo ese colorido he venido a escalar tu inconquistable torre. Tuya, pues, es la culpa, ya que han sido tus ojos los que a mí te entregaron”.
Resulta brutal el contraste que media entre las palabras de Shakespeare y los espantos que se narran. Lucrecia ruega por piedad, aunque sabemos que será en vano: “No pagues tu hospedaje con un acto tan negro como el que te has propuesto, ni embarres la fuente que te dio de beber, ni rompas aquello que no tendrá arreglo. Renuncia a tu propósito antes de usar tu flecha, que no es buen cazador quien tiende el arco para herir una gama en coto cerrado”. Pero será vana la súplica. La violación se llevará irremediablemente a cabo.
El trabajo de la actriz catalana Nuria Espert es impecable. Más allá de la delicia de su decir con marcado tono español y su capacidad para abordar de manera convincente cada uno de los personajes, pasando sin solución de continuidad de uno a otro, supera con una naturalidad admirable el desafío que supone sostener dramáticamente el texto propuesto, y contagia en el espectador los diferentes climas y emociones que el relato exige.
Sin embargo, después del aplauso, abrumador y merecido, terminada la ficción, se sigue imponiendo una triste realidad. Allí afuera siguen reinando la misoginia y la hipocresía de quienes desde una pantalla de televisión repiten consignas contra la violencia hacia la mujer, al mismo tiempo que reproducen una cultura que cosifica los cuerpos y los convierte en mercancía. En ese contexto, uno no puede sino pensar en lo poco que hemos avanzado desde el momento en que se gestó la historia que acabamos de presenciar y repetir, casi como un rezo: “Ni una menos”. Ojalá esta vez sea cierto. Germán A. Serain
Se dió hasta 7 de junio 2015
Teatro San Martín
Av. Corrientes 1530 – Cap.
0800-333-5254
http://complejoteatral.gob.ar/
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