Intérpretes: Constanza Díaz Falú, Sebastián Russo, Luis Loaiza Isler, Guadalupe Maiorino, Sergio Carlevaris, Patricio Olivera – Escenografía: Rodrigo González Garillo – Vestuario: Julieta Harca – Iluminación: Ricardo Sica – Puesta en escena: Cecilia Elías – Dirección musical: Carlos David Jaimes
Lo primero que llama la atención de esta propuesta alternativa de Buenos Aires Lírica en el Teatro Picadero, es el excelente manejo que se hizo del espacio escénico. Comparado con el Teatro Avenida o el Coliseo, donde se ofrecen los otros títulos de la compañía, el escenario es relativamente pequeño y, ante la ausencia de un foso, el espacio debe ser compartido por los músicos y la escenografía, sencilla pero efectiva. Esta proximidad alienta un bienvenido juego de divertidas interrelaciones entre los cantantes y los instrumentistas, acorde al clima del título ofrecido.
Gioacchino Rossini (1972-1868) fue un prolífico y exitoso operista, incluso cuando abandonó el género tempranamente. La scala di seta, con libreto en italiano de Giuseppe Maria Foppa, se estrenó en Venecia en 1812 y, como otros trabajos del mismo período, es una farsa liviana, con un argumento en algún punto hasta pueril. La joven Giulia se ha casado en secreto con su amante Dorvil, a pesar de que su tutor, el Señor Dormont, la ha prometido a Blansac, un hombre aristocrático y mujeriego. Una serie de equívocos, impulsados por Germano, un torpe y entrometido sirviente, derivan en una escena final de conjunto en la cual, en nombre del amor, todos los engaños son perdonados, y hasta el donjuanesco Blansac se redime, casándose con Lucía, la prima de Giulia, secretamente enamorada de él.
Más allá de las limitaciones de la historia, musicalmente el trabajo de Rossini tiene momentos memorables, comenzando por su brillante Obertura, o el cuarteto final de la escena séptima, cuando Germano es descubierto espiando, o las arias de Dorvil (Vedrò qual sommo incanto) y Giulia (Il mio ben sospiro e chiaro), y en su conjunto la ópera es ciertamente divertida. En cuanto a las interpretaciones, podemos decir que el elenco escogido fue más que correcto y además parejo, lo cual no es un detalle menor. Es cierto que se notaron algunos deslices en la orquesta, pero esto es algo razonable cuando se trabaja con grupos instrumentales muy reducidos, en este caso de apenas diez músicos, donde no hay manera de disimular algún error dentro del conjunto.
Nos parece muy interesante esta iniciativa de Buenos Aires Lírica de ofrecer títulos de ópera en una sala de menores dimensiones, que recién el año pasado se incorporó al circuito musical, a través de estas producciones que facilitan el acercamiento de nuevo público e intérpretes al género. La única duda que nos queda, a partir de la disposición escénica comentada, es si el público ubicado con mayor proximidad a la orquesta habrá podido escuchar con nitidez suficiente a los cantantes en todo el transcurso de la ópera. Un inconveniente que en cualquier otro género se hubiese podido solucionar con una ligera amplificación que equilibrara los balances sonoros pero que, esto es cierto, en un espectáculo de ópera hubiese sido mal visto. Germán A. Serain
Lunes a las 20
(hasta el 17 de julio de 2017)
Teatro Picadero
Santos Discépolo 1857 – Cap.
(11) 5199-5793
balirica.org.ar
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