Uno se entera de que han montado una versión de La Flauta Mágica. Hay que reconocer y destacar como un mérito notable la valentía y la disposición de quienes deciden montar una temporada de ópera alternativa a los circuitos tradicionales de la ciudad de Buenos Aires, cuya oferta de espectáculos no es precisamente escasa. El Teatro Empire es además una sala con historia y, por fortuna, pudo ser recuperado para estos fines, a diferencia de otros tantos espacios hoy desaparecidos. Por eso uno desea, ante todo, destacar lo positivo de las propuestas que se ofrecen en este contexto. Y por fortuna hay en este caso elementos suficientes para mencionar.
Digamos entonces que la producción escénica de La Flauta Mágica, a cargo de Diego Cosin, tuvo el mérito de demostrar que con poco puede hacerse mucho: el fondo del escenario, utilizado como pantalla de proyección de imágenes fijas, alcanzó para tener una propuesta visualmente atractiva y moderna, generando además una ambientación diferente y de poco costo. Puede discutirse largamente si la elección de las imágenes fue la más adecuada, pero claramente ese será un aspecto secundario.
También hubo agradables sorpresas en las voces. Si bien apreciamos sólo uno de los dos elencos que alternaron en la producción, fue especialmente destacable el trabajo de Mariano Gladic como Papageno, actoralmente atractivo y vocalmente impecable. Tenga en cuenta este nombre, pues creemos que está destinado a celebrar muchos éxitos futuros. También sorprendió gratamente Constanza Díaz Falú en las comprometidas participaciones de la Reina de la Noche, y Claudio Rotella hizo gala de su potencial como bajo profundo en el rol de Sarastro. Natalia Bereskyj fue una agradable Pamina y también se lucieron los tres niños sabios, lookeados de un modo por demás divertido como adolescentes con perfil muy urbano. El coro, los sacerdotes y las tres damas desempeñaron muy bien su tarea, en tanto el Monostatos de Fernando de Glydenfeldt se lució con su histrionismo y demostró ser también un buen cantante.
Sin embargo, también hubo desniveles. La orquesta, dirigida por Cristian Piedrahita, tuvo desprolijidades, que de todos modos no llegaron a opacar el espectáculo. Preferimos celebrar que la ópera se haya realizado con orquesta, aprovechando el foso del Empire, y atribuir las fallas a las dimensiones reducidas del ensamble y al hecho de tratarse de una orquesta juvenil. Lo que nos parece en cambio inadmisible es que se decida montar una ópera cantada en alemán y que no se tenga en cuenta la importancia de que todos los cantantes tengan competencia suficiente en ese idioma. El comentario puede parecer antipático, pero el Tamino que nos tocó escuchar sonó oriundo de Berazategui, Palermo o Avellaneda, pero definitivamente no germano. Y no se trata de un personaje secundario, que con algo de buena voluntad uno pueda pasar por alto. Estamos convencidos de que en una ópera italiana el mismo solista hubiese podido lucirse con justicia, pero no fue el caso en este Singspiel.
La temporada de ópera del Teatro Empire prosigue el próximo 24 de septiembre con una puesta de Il Signor Bruschino de Rossini que promete ser muy buena, al menos por algunos de los nombres protagónicos anunciados. Germán A. Serain
Fue el 29 de agosto de 2015
Teatro Empire
Hipólito Yrigoyen 1934 – Cap.
(011) 4953-
La Flauta Mágica en Wikipedia
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