Existe un vínculo íntimo entre lo que vemos y lo que somos. En especial cuando se trata del modo en que desarrollamos culturalmente las representaciones de nosotros mismos. De eso trata La civilización en la mirada, de Mary Beard, que aborda algunos aspectos relativos a las diferentes maneras en que el hombre ha sido representado a lo largo del tiempo en algunas culturas antiguas, con diferentes finalidades -algunas evidentes y otras intuidas- pero planteando siempre una relación entre la representación, el representado y quien observa.
Ya en las primeras páginas del libro el lector se encuentra con dos interrogantes clave: qué es la civilización y qué es el arte. A la primera pregunta responde Kenneth Clark: «No lo sé. No puedo definir la civilización en términos abstractos, sin embargo creo que puedo reconocerla cuando la veo». A la segunda cuestión, quien contesta es E.H. Gombrich: «En realidad no existe el arte como tal. Sólo existen los artistas».
Si es verdad que la civilización se opone a la barbarie, entendida ésta no más que como el desconocimiento de un otro en tanto tal, el hecho de enfrentarnos a la representación del hombre a través del arte nos coloca ante el desafío del reconocimiento de aquello que ha sido representado. Por otra parte, decir que el arte no existe supone declarar que el sentido estético deriva siempre del artista, en primer término, y luego de quien observa con suficiente atención y disposición.
Pero es el artista quien proyecta, en algo que es exterior a sí mismo, su propia experiencia en el mundo así como su imaginario, que por lo demás se constituye colectivamente. Acercarnos a esas proyecciones es reconocer a esos otros, separados de nosotros por el tiempo y las distancias, pero al mismo tiempo parecidos. En este sentido podríamos decir que el arte es una forma del humanismo.
Es que, tal como lo señala la propia autora de La civilización en la mirada, ante la representación del cuerpo del otro -y más puntualmente de su rostro, añadimos nosotros-, aún cuando se trate de un otro esculpido en piedra o plasmado en una tela y no real, no queda más remedio que experimentar una cierta sensación de humanidad compartida. De hecho al mirar esa escultura o ese cuadro observamos el mismo espejo donde un día se vio reflejado el artista.
Profusa y bellamente ilustrado, la primera parte del libro propone un recorrido por las maneras en que se imaginaba y plasmaba el cuerpo humano en las antiguas culturas de Grecia, Roma, Egipto y México, y es interesante verificar las diferentes funciones que parece cumplir la representación: fijar arquetipos funcionales, determinar jerarquías de poder o intentar compensar de algún modo la incertidumbre ante la certeza de la muerte. La segunda parte hace foco especialmente en el eje religioso, en particular en las culturas cristiana y musulmana.
El interés histórico en comprender cómo nuestros ancestros se relacionaban con la representación y la mirada sobre el propio cuerpo nos lleva además a una reflexión posible sobre nosotros mismos y nuestra cultura actual. Pasamos de la escultura en piedra y la pintura a la fotografía y el video, pero la humanidad en definitiva es la misma.
En los dos casos, tanto en el caso de las antiguas estatuas como en el de la selfie contemporánea, hay una intención latente que tiene que ver con lo especular, pero también con un empecinamiento silencioso que se vincula con el imposible intento de superar la frontera de la muerte. Germán A. Serain
La civilización en la mirada
Mary Beard
Crítica (Editorial Paidos)
253 páginas
Mary Beard es una académica inglesa especializada en estudios clásicos. Nacida en Shropshire en 1955, es catedrática en la Universidad de Cambridge, fellow del Newnham College y profesora de literatura antigua de la Royal Academy of Arts. Destacan sus trabajos de divulgación histórica. Es editora de The Times Literary Supplement y autora del blog A Don’s Life (La vida de un catedrático). Por sus frecuentes apariciones en los medios y sus declaraciones públicas, a veces polémicas, ha sido descrita como la «clasicista más conocida de Gran Bretaña». Escribió El triunfo romano (2008), Pompeya (2009), La herencia viva de los clásicos (2013), SPQR – Una historia de la antigua Roma (2016) y Mujeres y poder (2018). Fue galardonada con el premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales en 2016.
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