Cuerpos atrapados en la propia subjetividad, cuerpos que se niegan a sí mismos, se esconden, se agreden, se tapan sus rostros con la mano, porque quizás hay una parte de sí que temen reconocer. Esto es lo que observamos en las esculturas y pinturas de Esteban Wozniuk, un artista a quien no le tiembla el pincel o la mano para retratar estados de una extrema angustia existencial. En su escultura Centauro vemos cómo este ser mitológico, en lugar de disparar con su flecha al exterior, se la clava en su pecho.
Este impulso de muerte presente en varias obras de Wozniuk logra equilibrarse con el Eros, vinculado con la vida, en otras obras del artista donde retrata los “adagiettos”, figuras de pas de deux inspiradas en un concierto de Mahler. Lo que relata esta serie es la interdependencia en el amor entre dos personas. Esteban Wozniuk se formó en danza clásica y fue una figura destacada del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín de Buenos Aires a cargo del coreógrafo Oscar Araiz. Luego de consolidar su carrera con giras internacionales, hoy se dedica de tiempo completo a las artes plásticas. Es evidente que su conocimiento del cuerpo humano le ha permitido abordar las artes visuales desde una perspectiva muy particular y personal, resaltando la corporalidad, explorando con una profunda mirada el lenguaje de los cuerpos.
Un mundo que sangra y que entra en los dedos de la mano, una perturbadora cara dibujada y desdibujada con la tinta del tóner, otro rostro que se deshace, como cubierto por un velo, una mujer que se tapa la boca con la mano quizás porque ya no puede decir nada más o busca silenciarse a sí misma. Son imágenes que nos encontraremos al explorar la producción de este artista que se ha inspirado particularmente en la pandemia, para producir nuevas obras como la de un quijote que intenta combatir el virus, obstinadamente.
De su producción anterior destaca Destilación humana, pintura muy lograda: vemos que el ser humano es como una figura líquida que se escurre, como si en esas gotas que derrama se fuera extinguiendo su fuerza vital. Otro cuerpo, tirado en una escalera, parece haber sido abandonado allí sin posibilidad de salvación. Por momentos podemos adivinar un mundo sin salida, ya sea por la propia desesperación humana o por un virus externo que nos amenaza.
Esteban Wozniuk retrata con precisión y sensibilidad esas aporías en que podemos vernos atrapados. Sus otras esculturas, las que refieren a la danza, sugieren que el cuerpo, bailando, comunicando, conectando con otros, puede hallar una puerta de salida a esos estados extremos donde parece que la vida se extingue en la soledad más absoluta. Pensar la vida como un pas de deux, que se compone y se ensaya día a día, brinda esa apertura, como un ejercicio vital que no debemos abandonar. Su obra Metamorfosis, justamente habla de esas transformaciones fundamentales en la vida de toda persona, donde el ser se libera de las ataduras que lo constriñen, de la propia oscuridad, y puede conectarse con la luz del mundo externo. Un grito que a la vez es canto de esperanza y de renovación. Se destruye para volver a crear, aunque haya que destruir partes de uno mismo.
Un ciclo de contracción y expansión, como una sístole y diástole, puede observarse en su obra Rompiendo el karma, donde el personaje ensimismado dentro de un círculo (¿la rueda de la vida?) contrasta con el personaje que danza y se expande, en el exterior del círculo.
Por otra parte, Fauno muestra ese estado de embriaguez que puede ser vital o mortal, dependiendo del caso. Estados de embriaguez, provocados por el vino o la música, pueden conducir hacia el punto más elevado de la creación o hacia los abismos más pronunciados de la conciencia. Wozniuk está en condiciones de ahondar en estos dos extremos en que se debate el ser. Milly Vázquez
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