Damasia y Lavalle – Elenco: Julieta Correa Saffi, Nicolás Deppetre, Juan Ignacio Dericia, Marito Falcón, Carlos Ledrag – Autor: Augusto Patané – Vestuario: Paula Molina – Iluminación: Diego Becker – Coreografía: Juan Ignacio Dericia – Dirección musical: María Colloca, Carlos Ledrag – Dirección: María Colloca
La muerte de Juan Galo de Lavalle es un misterio que ha fascinado a muchos. Ernesto Sábato compuso un conmovedor romance inspirado en el último tramo de la vida del “descendiente de Pelayo y Hernán Cortés” y su asesinato en circunstancias tan confusas que han dado lugar a todo tipo de versiones (incluso la del suicidio, alimentada por el historiador José María Rosa). A su muerte, sus 200 fieles soldados, entre quienes se hallaban Alejandro Danel y Juan Esteban Pedernera, hicieron todo lo posible para evitar que su cadáver fuera botín del enemigo y presa del escarnio público. Además de su tropa, a Lavalle lo acompañaba una mujer, Damasita Boedo.
Damasia y Lavalle, de Augusto Patané, propone una introspección hacia las motivaciones del sentimiento de venganza y el rol de la mujer en la sociedad de entonces. En la vida real, Lavalle fue el responsable de haber pasado por las armas a parte de la familia de aquella mujer que acabó uniéndose a él en su retirada y que inspiró a Sábato y Eduardo Falú para un bellísimo pasaje del Romance de la muerte de Juan Lavalle. La trama de la propuesta de Patané abarca justamente ese tramo y algunos momentos previos al infortunio del general. Sin embargo, el cristal elegido para develar el asunto tiene el mismo efecto que usar lentes con el aumento incorrecto.
Damasia (Julieta Correa Saffi) quiere vengar el fusilamiento de sus parientes. El mulato José Bracho (Marito Falcón), responsable de velar la integridad de la joven, intenta impedirlo a toda costa. Es lógico, ya que en una previsible cadena romántica, el pardo se enamoró de la niña, y la niña se enamoró del fusilador de su familia. Cual imperfecta copia del romance de Sábato y Falú, a Lavalle (Carlos Ledrag) lo acosan las pesadillas con Dorrego, pero se las arregla para ridiculizar a su soldado Faustino Cabrera (Juan Ignacio Dericia), quien sofrena su lujuria por el general a la vez que cae rendido en los brazos del soldado Pontevedra (Nicolás Deppetre). Así, ambas historias románticas pretenden hacer de soporte para desarrollar el tema principal y para poner de plano el rol de la mujer en aquellos tiempos, pero se quedan en el intento.
Entre acordes de guitarra, algunas escenas casi hot, el bombo del pardo Bracho, y los malambos de Cabrera y Pontevedra, la figura del general Juan Galo de Lavalle -que peleó en 105 combates por la libertad de nuestro continente- queda reducida a la de un simplón lascivo que grita invectivas a su soldado “invertido”. Cada tanto los personajes incurren en alguna humorada grotesca (que genera una hilaridad incomprensible en el público). Al final, los cinco se unen en una lastimosa versión de Palomita del valle. Como pieza que no termina de encajar, esta vidalita del romance de Sábato -en la que Damasita llora por la muerte de su hombre- no se condice con el espíritu combativo y contestatario que se percibe en una Damasia feminista y empoderada. El “león de Riobamba” queda reducido a un pelele degenerado y manipulado. Nada queda de aquel héroe que, aún con sus graves desaciertos, tiene un lugar en el panteón de gloria de nuestra República. Lavalle merece un poco más de respeto.
Como parece ser el signo de nuestro tiempo, la dialéctica unitarios malos/federales buenos, macho opresor/mujer empoderada, Buenos Aires centralista/provincias del interior sometidas, militares embrutecidos/civiles honestos, es el eje principal en torno al que gira Damasia y Lavalle (como en infinidad de propuestas artísticas actuales). El tema de la venganza y el análisis del papel de la mujer en nuestra historia (temáticas muy válidas) resultan opacados por groserías innecesarias, verbales o gestuales, y por un romance paralelo que resta en vez de sumar. En un ambiente posmoderno donde se pregona a los cuatro vientos una supuesta “igualdad”, asombra ver cómo el varón es rebajado a una condición ni siquiera equiparable a la de un animal; una posmodernidad para la que “todos son iguales, pero algunos son más iguales que otros”.
Todo intento de visualizar una problemática actual apelando a recursos variados -como en Damasia y Lavalle– es valioso, aunque lo hubiera sido mucho más si la dramatización hubiera girado sobre personas de mediados del siglo XIX, sin aludir directamente a Lavalle. Danel, Pedernera y los demás soldados evitaron que el cuerpo de su general fuera humillado, pero su memoria es deshonrada en esta puesta en escena. Viviana Aubele
Se dio hasta marzo 2024
Casa Brandon
Luis María Drago 236 – Cap.
Duración: 55 min.
María Colloca en este Portal
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