¡Ay, Camila! – Actúa: Carla Haffar – Escenografía y Vestuario: Alejandro Mateo – Banda de sonido: Sergio Vainkoff – Iluminación: Leandra Rodríguez – Dramaturgia: Cristina Escofet – Dirección: Pablo Razuk
La trágica historia de Camila O’Gorman y el padre Ladislao Gutiérrez ha sido tema de producciones en distintos géneros, aunque sin duda alguna la más célebre es la versión cinematográfica de María Luisa Bemberg con Susú Pecoraro, Imanol Arias y Héctor Alterio; labor que les valió una nominación al Oscar en 1985. Vinieron otros trabajos a posteriori, pero la película trajo a la palestra el drama de una mujer sola con su alma que no encajó en su tiempo y que fue vencida por gigantes: los prejuicios de la época, su propia familia, la Iglesia, Rosas, etcétera.
En ¡Ay, Camila!, la dramaturga platense Cristina Escofet hace girar la vida de esta mujer en torno a los mismos temas tratados en trabajos anteriores sobre el asunto. Camila O’Gorman, o su fantasma, según como se lo tome, hace un racconto de su vida familiar, del despertar de su pasión por el cura, de la huida, de su embarazo, aprehensión y fusilamiento. No puede faltar, como no lo faltó en la película, la alusión a su abuela, la Perichona, y cómo la libertina anciana influyó en el carácter y destino de su nieta.
La obra de Escofet había sido llevada a las tablas en otras oportunidades. Estrenada en Madrid con dirección del experimentado Pablo Razuk, esta versión de ¡Ay, Camila! pasó por la ciudad de Rosario, antes de llegar a Buenos Aires. Carla Haffar es la actriz que se pone en la piel de la rebelde O’Gorman, en un muy buen trabajo propio, con excelente manejo de la gestualidad y con el interesante agregado de una voz cálida y afinada que le permite entonar alguna melodía a capella. Haffar logra desplazarse muy bien por el reducido espacio escénico y hace uso de un lienzo negro para representar los distintos cuadros de la vida de O’Gorman, artefacto que hace las veces de crespón, mantilla o relleno para denotar el incipiente embarazo de la joven.
La obra en sí, no obstante la destacada labor de Haffar y Razuk, no aporta nada novedoso, nada distinto a lo que ya se ha dicho en otras versiones de esta terrible historia, y los 55 minutos de duración bastan y sobran para exponer, desarrollar y resolver el conflicto. El espectador que -movido por el título- imagine todas las cuestiones detalladas, puede estar seguro de no cometer equivocación alguna, y hasta podrá revivir las escenas de la versión de Bemberg en su mente, casi en perfecto orden cronológico. Viviana Aubele
Domingos a las 18
Teatro La Tertulia
Gallo 826 – Cap.
(011) 3165-6105
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