ADRIANA LECOUVREUR, amores insensatos

Buenos Aires Lirica y una notable reposición de la ópera de Francesco Cilea

“Está enfermo de amor… Enfermedad del corazón, lenta tortura. ¡Es una mala enfermedad! Deliras… desvarías… te hielas… ardes… niegas el Cielo…. ¡Se invoca a la muerte! Pero se sobrevive. ¿Por qué? Por costumbre” (de Adriana Lecouvreur).

A lo largo de los siglos, ríos de tinta y de lágrimas han corrido, en los más diversos rincones del mundo, afectando por igual a hombres y mujeres, ricos y pobres, fuertes y débiles, jóvenes y viejos, creyentes y escépticos, todo por culpa del amor, esa enfermedad tan curiosa, que cuando no se padece se anhela. De no haber sido por el amor y su vertiente más cruel, la del desamor y los celos enfermizos, los escritores, los poetas, los artistas en general, seguramente no hubiesen encontrado inspiración para elaborar buena parte de sus obras. El italiano Francesco Cilea (1866-1950) contó con la colaboración del libretista Arturo Colautti para trabajar sobre la que sería su ópera más famosa: Adriana Lecouvreur.

Los protagonistas de esta historia fueron reales, aunque los matices relativos a los hechos narrados tengan el aporte propio de la ficción. La Couvreur (este era el apellido original de Adriana) fue una actriz parisina que vivió entre 1692 y 1730, muy apreciada por Voltaire, y amante –entre otros– de Mauricio de Sajonia. Murió sobre el escenario en circunstancias sospechosas y hubo quien aseguró que se trató de un homicidio: Adriana debía beber agua como parte de su representación, y al parecer alguien vertió en su copa un poderoso veneno. Colautti modificó aquí y allá detalles y contextos, y así fue como esta trágica historia de amores cruzados se convirtió en uno de los títulos fundamentales de la ópera italiana.

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Una magnífica y muy aplaudida Virginia Wagner fue la elegida para encarnar en esta ocasión a la actriz francesa, pero no se quedaron atrás quienes la secundaron: el seguro tenor Eric Herrero como su amante Mauricio, una excelente Adriana Mastrangelo como su contrincante, la Princesa de Bouillon, y un siempre correcto Omar Carrión como Michonnet, el humilde director de la Comédie Française que sufre en silencio por amar a la protagonista mientras ella, sin percatarse, ama a otro hombre.

La acústica del Teatro Avenida, como lo hemos señalado en otras oportunidades, es particularmente seca y exigente, y en el comienzo de Adriana Lecouvreur fue difícil percibir adecuadamente las voces tanto de Carrión como del resto de los cantantes. Recién con la irrupción de los personajes principales, el conjunto vocal pareció ir tomando temperatura, hasta alcanzar el nivel ideal. De todos modos debe reconocerse que el compromiso no era poco, pues Cilea, que elaboró una música realmente maravillosa para este trabajo, pide una orquesta potente, con la cual resulta complicado competir a nivel vocal.

Dirigido por Carlos Vieu, el conjunto instrumental sonó sólido y preciso, repartido entre el foso y los primeros palcos laterales, pues el número de músicos exigió idear una disposición más amplia, con la percusión ubicada a la izquierda del director y los bronces a la derecha. El sonido fue así más brillante, pero las voces de algunos cantantes por momentos resultaron poco menos que sepultadas por la emisión orquestal.

También merece destacarse la puesta en escena, responsabilidad de Crystal Manich y la escenógrafa Noelia González Scoboda, quienes recurrieron a una ingeniosa estructura modular que además fue ideal para montar la lógica del teatro dentro del teatro que caracteriza este título. Una vez más Buenos Aires Lírica merece el aplauso por el logro de llevar la ópera a un elevado nivel sin contar con recursos que provengan del Estado. Germán A. Serain

Se dio hasta 14 de junio 2014
Teatro Avenida
Av. de Mayo 1222
(011) 4381-0662

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